jueves, 29 de septiembre de 2011

Indigenismo

HIJOS DE LA PACHAMAMA
   
   
Cuando el escritor Drieu La Rochelle llegó a Buenos Aires le presentaron a Borges, y dicen que fue él quien le habría sugerido a La Rochelle, para la novela que pensaba escribir, la estrambótica historia de Mariano Melgarejo, tirano boliviano que a fines del siglo XIX proponía reconstruir el imperio incaico, no solo en su forma y territorio original, sino que además especulaba con extenderlo por toda América.
  
De acuerdo a la crónica, Melgarejo era un hombre brutal, un megalómano de dudosa intelección y recursos mínimos, que desde un rincón del mundo, declara nada menos que la creación de un nuevo reino “originario”, lugar donde sus habitantes lejos de angustias y preocupaciones  solo conocerían la felicidad…
  
Ignoramos como el francés resolvió semejante entuerto, pero como si la saga continuara hasta el infinito, otros nuevos Melgarejos aparecen en estas latitudes y discursean  frenéticamente sobre “reinos maravillosos”.
  
De este modo arrastran décadas tronando sobre la liberación de los pueblos, amenazando con la prosperidad, aunque todavía-no, y en verdad tratando de imponer a todos una extraña paz, sostenida por estados violentamente opresores y por otras violencias como las que generan el ateísmo, la miseria sin atenuantes, la ignorancia propiciada desde el estado, la mentira, etc.
  
Muy por el contrario la realidad muestra que no han creado nada semejante a esos dulces paraísos anunciados, aunque alguno de ellos lleve casi cincuenta años, recitando el verso del bienestar inminente. Porque es difícil ignorar que Castro ha sido el artífice —junto al Che— de una de las mayores atrocidades sociales y políticas de nuestro tiempo, que sembró de muertos la isla y el continente. Cuba es la viva imagen de un pueblo arrasado, que además ha dejado de ser libre, sometido durante cincuenta años a la perversa voluntad de un hombre.
  
Aunque quizás, lo más difícil de entender, es que hayan aparecido  algunos que reclaman el dudoso privilegio de ser los herederos de la momia asesina del caribe. Pero sorprendente o no,  ahí están, son los neocastristas del siglo veintiuno que, como Melgarejo, hablan de volver a los modos de vida “originarios”, con el novedoso y alentador añadido del castroterrorismo y la droga, todo bien mezclado, en busca de la felicidad perdida hace cinco siglos.
  
De este modo creen  justificar el ingreso de la región en el naturalismo mágico, el del culto a la madre tierra, dudoso lugar sin Dios donde toda degradación del hombre es posible y que no es sino un instrumento de penetración y de dominio.
  
Tal por estos días la propuesta del cocalero Evo que pretende que el estado controle rigurosamente a la Iglesia Católica y  anticipa que su acción será vigilada y reducida al mínimo por ser un “símbolo vivo del colonialismo”.
  
Chávez ¡el socio protector aliado de las FARC! exige que el Papa se disculpe por defender la evangelización que él llama genocidio, el mismo Hugo sostiene que con Colón llegó a América el anticristo, curiosidad retórica no menor si tenemos en cuenta, que sale de la boca de uno que niega a Cristo.
  
Todo indica que transitan el camino que  prolijamente les señalara el Gorbachov de la Perestroika: pues “siendo el socialismo la creatividad viviente de las masas” hay “necesidad de democratizar todos los aspectos de la sociedad”; en síntesis, “hace falta más democracia y más socialismo”, y al final dice muy claramente: “hay que volver a Lenín”.
  
Pero regresando a la historia, ella nos recuerda que fueron los propios indígenas bolivianos quienes combatieron de manera decisiva junto al ejército para derrocar a Melgarejo, que contrariamente a lo que decía, no era más que un déspota que se había apropiado de sus vidas, de sus tierras y de sus rentas. En los hechos, del “todopoderoso imperio”, quedaba un país ruinoso y la población indígena encarcelada, saqueada,  devastada.
  
Crear estados donde la vida oscilaba entre la muerte y la prisión, lo obligatorio y lo prohibido constituyó en buena medida el nefasto legado del siglo veinte.
  
Experiencias totalitarias en el mismo sentido conocemos en el continente y abundan en nuestro país. Hoy mismo Chávez se apoderó de radios y canales de televisión venezolanos para que nada interfiera, ni disienta, ni discuta el único modelo válido, o sea, el suyo. El otro narco terrorista, Correa, sigue el mismo camino de su jefe. Por su parte los hermanitos Castro ahora declaran el derrumbe de la economía cubana —novedad que ya cumplió medio siglo— pero que preanuncia nuevas penurias y más hambre para los habitantes de la isla.
  
Sospecho que ni la más fantástica de las literaturas los hará trascender de los antros roñosos y las cárceles que siguen inaugurando y en las que nos empujan a vivir en esta maltratada América nuestra.
  
Es que son lo que son, socialistas fundadores de infiernos, hijos de la pachamama y el terrorismo, traficantes de drogas y de la muerte, corruptos hasta el asco, no tienen más —ni menos— para mostrar.
  
Lo demás, es puro cuento.
  
Miguel De Lorenzo
  

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mirando pasar los hechos

MORDAZAS DESIGUALES
         
Iconofobia
  
El hostigamiento religioso sigue avanzando contra los símbolos cristianos. Pero en tanto no resuena la réplica conveniente, sin duda sofocada por la vertible mordaza de la “discriminación”.
                
Viene del archivo el indicio corroborante ocurrido hace varios años, cuando apareció un famoso editorial “Discriminación en Tucumán” en “La Nación” (el 26 de diciembre de 2002). Levantando la voz, porque el arzobispo de Tucumán habría comentado —en relación con la posible candidatura a gobernador de un ciudadano judío— que la Constitución local establece que el primer mandatario debe pertenecer a la religión católica apostólica romana.
   
Particularismo
   
El influyente medio establecía que el requisito previsto en la Constitución tucumana sobre la religión del gobernador, “debe ser considerado como una rémora formalista y no debería ya ser invocada, pues resulta irritativa y lesiona el principio de la igualdad de todos los ciudadanos que la propia legislación constitucional de la provincia consagra. El argumento de que en la Argentina la mayoría de la población es católica —subrayaba— no alcanza para justificar una exclusión proscriptita (sic) que, de concretarse, dañaría el espíritu de integración de los argentinos por encima de toda discriminación étnica o religiosa. Tampoco es aceptable la argumentación de que en otros países del mundo —por ejemplo, en Israel— sería impensable que un ciudadano católico accediera a la presidencia, pues el hecho de que en Medio Oriente se otorgue relevancia a la pertenencia a determinado credo religioso responde al particularísimo cuadro cultural e histórico de esa región del mundo”. (Hay discriminaciones admisibles, como se ve, pero solamente a favor de Israel…).
       
Consecuencias
  
Ya se dijo una vez que el tema es demasiado grave para tomarlo a la ligera. Muchos y muy sólidos son los fundamentos de la prescripción constitucional tucumana y no hace falta explayarlos. Pero basta un ejemplo para demostrar su prudente sustento. El gobierno electo al margen de ella, inició al ataque que ahora presenciamos suprimiendo la antigua bandera de la Provincia… ¡Porque en ella aparecía una Cruz! La misma fobia del Gran Rabino Meir Lau, en vísperas de la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa.
                  
Obviamente no se trata de obligar a creer. Pero sí, de exigir el respeto debido al sagrado signo que preside la vieja Patria desde su origen. Mucho más todavía con su evocación de la Víctima inmolada, cuyo desprecio inaudito clama al Cielo. Demanda tanto más imperante, cuando no hace mucho fue expulsado del país un Obispo extranjero, por sólo opinar sobre el denominado “Holocausto”.
                     
Juan E. Olmedo Alba Posse
Septiembre de 2011
       

domingo, 25 de septiembre de 2011

Meditaciones dominicales

LOS FELICES Y LOS INFELICES
SEGÚN EL SANTO CURA DE ARS
  
  
El Santo Cura estaba profundamente convencido de que una persona es feliz cuando vive con Dios; y que es infeliz sólo cuando esa persona libremente se ha separado de Dios: porque no conoce lo que Dios dice, porque ha dejado de escucharlo y hacerle caso:
  
“Hijos míos: ¿por qué somos tan ciegos y tan ignorantes? ¡Porque no hacemos caso de la palabra de Dios!”
  
Pero lo primero para poder hacer caso a Dios es saber qué dice, estar formado: “Con una persona formada hay siempre recursos. Una persona que no está formada en su religión es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza de su alma, ni el precio de la virtud; se arrastra de pecado en pecado”.
  
“Hay muchos cristianos que no saben por qué están en el mundo. — «¿Por qué, Dios mío, me has puesto en el mundo?»  — «Para salvarte». — «¿Y por qué quieres salvarme?» — «Porque te amo». Qué bello y grande es conocer, amar y servir a Dios! Es lo único que tenemos que hacer en el mundo. Todo lo demás es tiempo perdido”.
  
“Muchos cristianos no trabajan más que para satisfacer este cadáver [al cuerpo siempre lo llamaba «cadáver»] que pronto se pudrirá en la tierra; y, sin embargo, no piensan en su pobre alma, que debe ser eternamente feliz o infeliz. Carecen de espíritu y de buen sentido: ¡esto hace temblar! Veis, hijos, hay que pensar que tenemos un alma que salvar y una eternidad que nos espera. El mundo, las riquezas, los placeres, los honores pasarán, el cielo y el infierno no pasarán nunca. ¡Tengamos cuidado!”
  
“Quienes no tienen fe, tienen el alma más ciega que los que no tienen ojos. Estamos en este mundo como entre niebla; pero la fe es el viento que disipa esa niebla y que hace brillar en nuestra alma un bello sol… Entre nosotros, todo es alegría, felicidad y consuelo.
  
“Preguntemos a la gente del mundo. ¿Cómo podrían ver ellos si son ciegos? Son ciegos. Nuestro Señor Jesucristo haría hoy todos los milagros que hizo en Judea y no le creerían. Cuando decimos: Dios mío, yo creo; creo firmemente, es decir, sin la menor duda. (¡Oh! ¡si nos convenciéramos de estas palabras!) Creo firmemente que estás presente en todas partes, que me ves, que estoy bajo tus ojos, que un día te veré claramente yo mismo, que gozaré de todos los bienes que me has prometido. ¡Dios mío, espero que me recompensarás de todo lo que he hecho para agradarte! Dios mío, te amo ¡tengo un corazón para amarte!”

  
Cuando citaba las palabras del Evangelio: Dios dirá a los condenados: “Id, malditos…”, se conmovía y explicaba: “Malditos de Dios… ¡qué terrible desgracia!  ¿Entendéis, hijos míos?  ¡Malditos de Dios!  ¡De Dios… que no sabe más que bendecir! ¡Malditos de Dios, que es todo amor! Malditos de Dios, que es la bondad personificada, ¡malditos sin remisión! Malditos para siempre, ¡malditos de Dios! Si un condenado pudiera decir una sola vez «¡Dios mío, te amo!», no habría más infierno para él. Pero, esta pobre alma ¡ha perdido el poder de amar que ella había recibido y del que no ha sabido servirse! Su corazón está seco como el del racimo cuando ha pasado por la prensa. ¡No habrá más felicidad en esta alma, ni más paz, porque no hay más amor! Hay quienes pierden la fe y no ven el infierno más que entrando en él. Creemos que hay un infierno, pero vivimos como si no lo hubiera; vendemos el alma por unas monedas. No es Dios quien nos condena, somos nosotros, por nuestros pecados. Los condenados no acusan a Dios; se acusan ellos mismos; dicen: «He perdido a Dios, mi alma y el cielo por mi culpa»”.
  
“Fuera del Buen Dios, nada es sólido, ¡nada! ¡nada! La vida, pasa; la fortuna, se viene abajo; la salud, se destruye; la reputación, es atacada. Vamos como el viento. Todo va rápido, todo se precipita. ¡Ah, Dios mío! Hay que compadecerse de los que ponen su afecto en todas las cosas. Lo ponen porque se aman demasiado; pero no se aman con un amor razonable; se aman con amor de ellos mismos y del mundo, buscándose, buscando las criaturas más que a Dios. Por eso nunca están contentos, nunca están tranquilos; siempre están inquietos, siempre atormentados, siempre nerviosos. Ved, hijos míos, el buen cristiano recorre el camino de este mundo subido en una bonita carroza de triunfo; esta carroza es arrastrada por ángeles y es Nuestro Señor quien la conduce. Mientras el pobre pecador está enganchado al carro de la vida, y el demonio está en el asiento y lo hace avanzar a golpes de látigo”.
  
“Un cristiano conducido por el Espíritu Santo no siente pena en dejar los bienes de este mundo para correr tras los bienes del cielo. Él sabe ver la diferencia.
  
“Los que se dejan conducir por el Espíritu Santo sienten toda clase de felicidad dentro de ellos mismos; mientras que los malos cristianos se enredan con las espinas y los guijarros.
  
“Sin el Espíritu Santo, somos como una piedras de las que ves en el camino. Toma en una mano una esponja empapada en agua y en la otra una piedra; apriétalas igualmente. No saldrá nada de la piedra, y de la esponja verás salir el agua en abundancia. La esponja es el alma del Espíritu Santo; y la piedra es el corazón frío y duro donde el Espíritu Santo no vive”.

  
Como el Santo se dirigía en sus predicaciones a gente sencilla, analfabeta, buscaba imágenes simples y expresivas como ésta, con la que animaba a hacer las cosas con intención recta, por amor: “Tenemos siempre dos secretarios, el demonio que inscribe nuestras malas acciones para acusarnos, y nuestro buen ángel que escribe las buenas para justificarnos en el día del juicio.
  
“Cuando las buenas nos sean presentadas, qué pocas serán agradables a Dios. Incluso entre las mejores, encontraremos tantas imperfecciones, tantos pensamientos de amor propio, de satisfacciones humanas, de placeres sensuales, de egoísmos que se encuentran mezclados… Tienen buena apariencia: como esas frutas que parecen más amarillas y más maduras porque un gusano las ha picado. Habrá pocas buenas obras recompensadas porque en vez de hacerlas por amor a Dios, las hacemos por hábito, por rutina, por amor de nosotros mismos. ¡Qué lástima!”
  
“La gracia de Dios nos ayuda a andar y nos sostiene.  Nos es tan necesaria como las muletas para un cojo”.

  
Como para llevar una vida cristiana es imprescindible asistir a Misa los domingos, éste fue un tema insistente en su predicación. Lo argumentaba de una manera sencilla: “El domingo es el bien del Buen Dios; es su día, el día del Señor. Él ha hecho todos los días de la semana; podía guardarlos todos para Él, pero no: nos ha dado seis; sólo se ha reservado el séptimo. ¿Con qué derecho tú tocas lo que no te pertenece? Sabes que el bien robado no se aprovecha jamás. El día que se roba al Señor no se aprovechará tampoco”.
  
Y concluía de forma persuasiva y clara: “Conozco dos medios para ser pobre: trabajar el domingo y tomar el bien del prójimo”.
  
El Cura de Ars fue un excelente conocedor del alma humana, pues entró en tantísimas intimidades, escuchó tantos desahogos. Y afirmaba rotundamente que la alegría que muestran los “mundanos” es falsa: “No he encontrado nadie que se queje tanto como esas pobres gentes mundanas. Tienen sobre las espaldas un abrigo cubierto de espinas: no pueden hacer un movimiento sin pincharse; mientras que los buenos cristianos tienen un abrigo forrado de piel”.
  
“¿No es una verdadera locura poder gustar las alegrías del cielo, uniéndose a Dios por amor, y preferir el infierno? ¡No se puede entender esta locura, no se puede llorarla bastante!”

   

José Pedro Manglano
(Tomado de su libro “Orar con el cura de Ars”)
        

sábado, 24 de septiembre de 2011

Sin novedad en el Cielo

   
   
VIGENCIA DE MOSCARDÓ
  
  
Historiadores, militares, políticos, cineastas, en fin, todos escribieron o hablaron sobre la gesta del Alcázar de Toledo. Paradójicamente, del entonces coronel y luego teniente general Moscardó, héroe de la resistencia nacional, sólo se ha recordado su histórica y lacónica frase “Sin novedad en el Alcázar”, emitida al recibir las fuerzas liberadoras de Toledo, al mando del general Varela.
  
Hoy tendremos el privilegio de repasar la historia de un heroísmo que conmovió al mundo entero, desde la palabra misma de su principal protagonista. Para ello tomaremos la obra “General Moscardó (Sin novedad en el Alcázar)”, escrita por su ayudante, el comandante Benito Gómez Oliveros y corregida por el mismo Moscardó. El libro fue publicado en el año 1956, año de la muerte del Conde del Alcázar de Toledo.

                              
LOS RELIGIOSOS DE TOLEDO Y EL ALCÁZAR

A pesar de ser Toledo una ciudad decididamente católica, poblada de iglesias, conventos y cofradías, no hubo un sólo religioso que haya querido internarse en el Alcázar, para asistir espiritualmente a quienes resistían a las hordas rojas cruz en mano. Así lo recuerda Moscardó:
  
“Nunca he entendido por qué algún o algunos sacerdotes o frailes de Toledo no vinieron con nosotros al Alcázar, sobre todo estando tan perseguidos… No sé si entre ellos hubo acuerdo, por alguna razón, falsa desde luego, de tipo moral. No sé. Creo que no subieron porque no quisieron, si bien es cierto que a nadie se avisó y en la guarnición ya se sabe que estaban suprimidos los capellanes castrenses”.

                 
EL ASEDIO Y LA FAMILIA

Moscardó jamás pensó que el dejar a su familia fuera del Alcázar iba a marcar tan dolorosamente su vida.
  
“Fuera los creía seguros porque jamás pensé que seres tan inocentes sirvieran para tomar represalias”.
  
“Cuando llegó la hora real de encerrarse dentro del Alcázar, busqué a Luis, que andaba loco de contento entre todos, con un fusil al hombro. Había yo luchado mucho en mi interior antes de decidirme; pero urgían los minutos y yo necesitaba ser absolutamente dueño de mi mismo, sin otra preocupación. No recuerdo haberme puesto patético, ni siquiera a pesar de mi honda fe cristiana hice exteriormente una especial y particular ofrenda a Dios de aquel instante. Sencillamente llamé a mi hijo. Sus ojos brillaban exaltados y esto lo hacía todo más difícil; fueron quizás los más poderosos obstáculos que debí vencer.
  
“— Luis, hijo mío; tu madre está sola en Toledo.  Ya sabes que Carmelo sólo tiene dieciséis años.  Quiero que te vayas.
  
“— ¿Qué me vaya del Alcázar, papá?
  
“— No hay otro remedio.
  
“— Pero papá, ¿cómo puedes tú mandarme eso?
  
“— Te lo mando porque creo es lo mejor y lo más conveniente para vosotros y para mí. Os iréis a Madrid. Tenemos amigos que nos ampararán…
  
“Salió el chico sin replicar una sola palabra. Sólo Dios pudo valorar la honda amargura de aquel momento en su corazón y en el mío…”

  
El tormento lo persiguió hasta el último día: “¿Debí o no debí dejar a Luis en el Alcázar?”
  
El Diario de Operaciones del Comandante del Alcázar, escrito de puño y letra por Moscardó señala:
  
“Día 23 de julio. Jueves. A las cuatro y treinta un avión enemigo efectuó un reconocimiento sobre el Alcázar y alrededores. A las diez horas el Jefe de las Milicias llamó por teléfono al Comandante Militar notificándole que tenía en su poder un hijo suyo y que lo mandaría fusilar si antes de diez minutos no nos rendíamos, y para que viese que era verdad, se ponía el hijo al aparato, el cual, con gran tranquilidad, dijo a su padre que no ocurría nada, cambiándose entre padre e hijo frases de despedida de un gran patriotismo y fervor religioso. Al ponerse al habla el Comandante Militar con el Jefe de las Milicias, le dijo que podría ahorrarse los diez minutos de plazo que le había dado para el fusilamiento de su hijo, ya que de ninguna manera se rendiría el Alcázar…”
  
Tanta hombría de bien, tanto valor patriótico, tanto fervor religioso, hizo que el despiadado Jefe de las Milicias, inmediatamente de colgar el teléfono, tuviera un instante de desconcierto y expresara con sorpresa y admiración: “¿Qué clase de hombre es Moscardó? ¿Y qué clase de hombre es ese chico tan joven, tan alegre, que así acepta la muerte?”
  
SIN NOVEDAD EN EL ALCÁZAR

Moscardó refirió siempre a las enseñanzas de la escuela militar, en particular, tenía grabado que: “El oficial que reciba orden de mantener su puesto a toda costa, lo hará”. Preguntado quince años después si él dijo convencido que el Alcázar estaba “sin novedad”, respondió:
  
“Así lo creo y así lo creí entonces.  El Alcázar y yo no hicimos otra cosa que cumplir con el deber. Para la fortaleza y para el soldado era lo de menos la artillería, que apenas dejó piedra sobre piedra; los insomnios, el hambre, la suciedad, las minas y el hijo cuyo sacrificio fue inevitable… El Alcázar fue para mí y para todos los que se colocaron voluntariamente a mis órdenes, la ocasión única de dar hasta la vida por nuestro honor y el de España. Una vez en el Alcázar sólo importaba esto, y el que se volviese atrás tenía que considerarse cobarde y  traidor”.
  
DE LA PEOR MANERA
  
Contra lo que es la creencia popular, Moscardó no supo, durante todo el asedio, la suerte seguida por su familia. Tampoco habrán querido agobiarlo con semejante noticia en el primer momento de la liberación. Fue luego de rezada la Misa en los sótanos del Alcázar y de distribuidas las órdenes que, el entonces coronel, se dirigió a establecer su puesto de mando en el Hotel Castilla:
  
“Al llegar a la mitad de la cuesta se me acercó un hombre desconocido y a quien luego nunca he querido conocer, me dio la enhorabuena por el triunfo del Alcázar y después, como gozándose en lo que pensaba decir, añadió: — Al mismo tiempo le doy a usted el pésame por el fusilamiento de su hijo Luis, que tuvo lugar en Toledo el día 23 de agosto. Me quedé como atontado al oírlo, porque, aunque eso fue lo que me dijo por teléfono el Jefe de milicias de Toledo, yo nunca creí que existiese tanta maldad en los hombres. No supe que responder; creo que entre dientes dije, más para mí que para nadie: «Pero ¿por qué? Él ¿qué culpa tenía?…» También —añadió— han fusilado a su hijo Pepe en Barcelona… El momento fue tan duro, tan cruel, que sentí mis piernas aflojarse como si no me pudieran sostener… Éste era el precio de mi gloria.  Nunca podría sentir vanidad por algo que, siendo mío, habían pagado tan caro mis hijos”.
  
HUMILDAD
  
Si hubiese que definir a Moscardó, quizás podríamos decir que fue un gran español. No es poco título, pero tampoco suficiente. Moscardó fue grande y humilde a la vez, fue ocurrente, cariñoso y alegre (“me gustaba desfilar a los acordes de «La Giralda» u otro pasodoble cualquiera con tal que fuese muy alegre…”), hasta donde la pesada y dolorosa cruz que cargaba se lo permitía. Fue simple en sus gustos (“unos entremeses con buenos taquitos de jamón serrano”) y austero en sus pretensiones personales.
  
Esa humildad lo llevaba a decir “Cuando me muera no me vistáis con el uniforme de Teniente General, sería una mascarada. Envolvedme sencillamente en una sábana”. O cuando minimizaba su actuación personal en la gesta: “Lo del Alcázar, todo fue un milagro”.
  
Hay una anécdota que cuenta su asistente y que pinta de cuerpo entero la sencillez de Moscardó. Con frecuencia, el ya teniente general concurría a la Cripta del sótano del Alcázar a rezar por los que en él quedaron. En una de sus últimas visitas, próximo el fin de sus días, ingresó acompañado de sus dos ayudantes. El Alcázar era entonces punto de peregrinaje de turistas de todo el mundo, ávidos de recuerdos del épico enfrentamiento. La presencia de Moscardó conmocionó el lugar. Fue centro de atención de todas las miradas. Gritos acallados, lágrimas silenciosas: honor y respeto al héroe. Nada de esto percibió el general, al volver al auto un ayudante dijo:
  
“— De verdad que los extranjeros que estaban hoy en el Alcázar han tenido suerte. La alusión clarísima la entendía cualquiera, menos el General, que preguntó convencido:
  
“— ¿Por qué?
  
“— Porque… hace un sol espléndido en Toledo”.

     

Carlos García
        

viernes, 23 de septiembre de 2011

Históricas

EL TÍO SAM
  
Los Estados Unidos son un inexorable imperio plutocrático y lo demuestra constantemente. Su Partido Único, monstruo bicéfalo (Demócrata y Republicano) cumple  perfectamente su papel de comparsa de los Shyloks y Caifás que manejan el poder detrás del trono.
  
Lo que escribió George Orwell, premonitoriamente en el libro “1984” con su “Ministerio de la Verdad” presentando lo que había que aceptar fuera pasado o presente se cumple a rajatabla. La prensa democrática, oral, escrita, o filmada, repite lo que ordenan los grandes centros del Poder Financiero. Por ello el fuerte olor a descomposición que soportamos. Todo huele mal. Así el billete verde utilizado por los Iscariotes, como el terrorismo marxista de los “jóvenes idealistas” llevados a la muerte por un Caribe que hoy yace en una cama con cierta parte del cuerpo agujereada por demás. No pueden escapar, por imposibilidad intrínseca a la degradación, las partitocracias vernáculas, principalmente el kischnerismo y el Frente Amplio uruguayo, que han puesto en los mástiles patrios el taparrabos sucio con el cual suponen esconder los negociados de la tiranía demagógica y barata.
  
Pero hoy, como en el viejo cuento español, el rey está desnudo. Los discursos de Obama tienen esa insoportable retórica mesiánica del calvinismo yankee y su “destino manifiesto”. Hace unos días nos mostró una copia de su certificado de nacimiento.
  
En la noche del domingo primero de mayo apareció para darnos la noticia en vivo del asesinato de Osama Bin Laden. No éramos ni somos partidarios del personaje, ni siquiera simpatizantes de él o de su organización, y esto por motivos contrarios a los que suele esgrimir el mundo, quede en claro; pero nos indignó el crimen esencialmente por la forma cobarde. Un tiro en la cabeza a un hombre desarmado y el lanzamiento del cadáver al mar (no digamos nada de ceremonia religiosa ¡por favor!).
  
Mientras esto sucedía, los capitostes del poder mundial cantaban a coro. Tal el Jefe del Gabinete británico que expresaba: “enorme paso adelante”. En tanto, en Israel, la piedra sillar de los desastres en el Medio Oriente, el ministro Netanyahu se jactaba con esta sentencia: “un triunfo resonante”. Pero las palmas para lo incalificable se las llevó el presidente peruano Alan García al decir: “es el primer milagro de Juan Pablo II”.
  
Emprendamos ahora, los caminos de la mentira para encontrarnos con las “dos virtudes cardinales” de la política exterior del Tío Sam: la impostura y la inmoralidad.
  
En nuestro andar encontramos el asunto del acorazado “Maine” cuyo hundimiento por los norteamericanos provocó la Guerra de Cuba.
  
“En el transcurso de más de medio siglo la equivocada política de la España liberal se negó a ver en Cuba una parte de la monarquía igual a otras, considerándola una colonia. Esto determinó la aparición de una tendencia anexionista a favor de los Estados Unidos combatida por hombres como José Antonio Saco quien aconsejaba a sus compatriotas desconfiasen de los norteamericanos y de sus promesas aunque estas saliesen de la boca de su presidente, pues los cubanos, decía, sólo serían juguete de planes e intrigas que frustrados perjudicarían a Cuba y sus hijos, y realizados aprovecharían a los que nada arriesgan”.
  
La primera sublevación se produjo  en 1868 y se mantuvo hasta 1878. Esta Guerra conocida como La de los Diez Años culminó con la Paz del Zanjón que no sería más que una tregua. La escalada de recelos entre los gobiernos de Madrid y de Washington fue en aumento.  Mientras la prensa yankee inició una fuerte campaña de desprestigio contra España que era descripta como corrupta, tiránica y analfabeta, por su parte los españoles, que no tenían ninguna duda respecto de los proyectos de la camarilla del presidente Mac Kinley por anexionarse la Isla hablaban de unos hacendados arrogantes sostenidos por ladrones indisciplinados. Estaba en aquellos castellanos el recuerdo de lo sucedido con otros territorios amén de Nuevo México y Texas arrebatados por la fuerza y la sutil maniobra de enviar colonos en número creciente que poco a poco llevaron a Texas a proclamar su independencia de México para luego incorporarse a los Estados Unidos.
  
Sobre los acontecimientos que estamos  tratando señala el historiador Carlos Pereyra en su obra “El Mito Monroe”: “Los informes falsos del cónsul General Lee, por ejemplo, no estaban impregnados de una malevolencia individual. Sus embustes son del matiz que toman siempre las impresiones del individuo vulgar, entregado a los excesos de una pasión colectiva. No hay que atacar la buena fe de las chusmas que frente al pretorio clamaban contra Jesús y pedían gracia para Barrabás”.
  
Y continúa el gran historiador mexicano: “El Gabinete y el Senado norteamericano se dejaron convencer por Lee de que el gobierno español había perdido toda autoridad y que era necesario proveer seguridad a los norteamericanos residentes en la Isla y hacer una demostración de fuerza poniendo a la vista de los españoles lo que era la marina norteamericana”. Para eso fue enviado el acorazado Maine y debía enviarse otro de primera clase cuando el Maine debiera abandonar La Habana.
  
Pero el Maine no salió de La Habana. En la noche del 15 de febrero de 1898 el acorazado fue destruido por una explosión en la que perecieron 264 tripulantes y sólo dos oficiales pues todos los otros estaban ebrios o, en su juicio, lejos del lugar de la catástrofe entregados a los placeres de una francachela. Estados Unidos sometió el acontecimiento a estudios de un Tribunal  Investigador. Este falló, expresando que el hundimiento se debía a una mina submarina que había producido el estallido de los almacenes de pólvora. La investigación española concluyó en que el hundimiento era producto de un hecho provocado internamente. Una gran campaña de prensa encabezada por los periódicos de William Hearst (hoy Grupo Hearst) lavaron los cerebros y convencieron a los norteamericanos de la culpabilidad del Reino de España. El odio como arma perfecta. Creemos de interés recordar una anécdota llegada a nosotros por vía oral. Ella se refiere al “caballero del Big Stick”, Mr. Teddy Roosevelt quien le habría expresado a un corresponsal  norteamericano “usted ponga los informes yo pongo la guerra”. Se non e vero… El conflicto buscado estalló y su resultado fue una Cuba con disfraz de independencia pero en la realidad colonia norteamericana.
  
La Enmienda Platt, agregada a su Constitución, la hacía totalmente dependiente de Washington. Cabe consignar que en el Tratado de Paz firmado en París el 10 de diciembre de 1898 España cedía además de Cuba, la isla de Puerto Rico, la de Guam en el grupo de las Marianas y la venta de Filipinas por veinte millones de dólares.
 
Como colofón tenemos que consignar en honor a la Verdad Histórica que “estudios recientes han señalado que, dados los desperfectos provocados por la explosión del Maine, si la misma hubiera sido provocada por un artefacto externo, el acorazado habría estallado en su totalidad. Algunos documentos desclasificados por el gobierno yankee hace cuarenta años avalan que la explosión fue causada por el gobierno de Mac Kinley en el que tenía gran influencia Teddy Roosevelt”.
  
Como decía Herrera: “Ni peones en el tablero del ajedrez ajeno ni una estrella más en la bandera de cualquier imperialismo”.
  

Luis Alfredo Andregnette Capurro
  

jueves, 22 de septiembre de 2011

Derechos humanos

LA ABUELA CARLOTTO
   
   
El 23 de enero de 1989 a las 6.15 sesenta terroristas del autodenominado MTP (Movimiento Todos por la Patria) embistieron el portón de entrada del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano ubicado en la localidad bonaerense de La Tablada.  Rápidamente los subversivos se dispersaron por el interior del cuartel intentando tomar las sub-unidades donde chocaron con la resistencia de los escasos efectivos militares presentes.
  
Alertada por un soldado que logró salir, la Policía de la Provincia de Buenos Aires cercó el cuartel.  A las pocas horas llegaron las unidades del Ejército Argentino.  El combate se prolongó durante 27 horas hasta que a las 9 de la mañana del 24 de enero, los trece guerrilleros sobrevivientes se rindieron.  El Ejército Argentino sufrió 7 muertos y 38 heridos, la Policía de la Provincia de Bs. Aires tuvo 2 muertos y 19 heridos y la Policía Federal 6 heridos.  Los terroristas dejaron en el campo de batalla 28 muertos y 14 detenidos.  Además, fueron heridos numerosos civiles.
  
El Movimiento Todos por la Patria estaba integrado por numerosos ex integrantes de las organizaciones armadas, especialmente del PRT-ERP y Montoneros, que actuaron durante la década del ´70.  Del MTP formaban parte reconocidos guerrilleros como Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, el francés Roberto Sánchez Nadal y Claudia Lareu que habían participado en el ataque al cuartel de Azul (19 de enero de 1974) y del asesinato del ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza (17 de septiembre de 1980).  El MTP fue fundado en Nicaragua el 8 de mayo de 1986.
  
Además de los mencionados, entre sus integrantes se destacan el actual Secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, el abogado Manuel Justo Gaggero, el antiguo montoneros Carlos Burgos, el ex sacerdote Rubén Dri y el periodista de “Página/12” y miembro del CELS Jorge Baños.
  
El MTP se formó a partir de un núcleo de ex terroristas e intelectuales que se reunieron en torno a la revista “Entre Todos. Los que queremos la liberación”, dirigida por Carlos Burgos. Comenzó a publicarse en 1984 y fue radicalizando su posición, anunciando a medida que transcurría el tiempo, la necesidad de realizar acciones de resistencia civil para detener lo que estos sectores consideraban los avances de la derecha. El número 1 apareció en noviembre, con el siguiente plantel:
  
Director: Carlos Quito Burgos.  Jefe de redacción: Jorge Baccanera.  Coordinadora: Martha Fernández (pareja de Carlos Burgos). Colaboradores del primer número: Luis Asuar; José María Casabal; Malucca Cirianni; Roberto Cossa; Fermín Chávez; Ariel Delgado; Rubén Dri; Eduardo Duhalde; Carlos Eichelbaum; Pablo Frederick; Matilde Herrera; Mirta Mántaras; Eduardo Martí; Deolidia Martínez; Rodolfo Mattarollo; Pedro Orgambide; Piera Paola Oria; Pedro Ríos; Osvaldo Sulleiro; Horacio Verbitsky y José Gabriel Vazeilles.
  
Las notas editoriales y de sus colaboradores se volvieron cada vez más agresivas, especialmente a partir de muchos de sus integrantes se unieron al MTP. En las semanas previas al asalto al RI 3 Mec., la revista prácticamente anunció la realización de algún tipo de acción violenta.
  
Diversos personajes participaron aportando sus opiniones y artículos durante los años de su publicación.  Entre ellos se encuentra la presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto. La Sra. publicó notas en dos oportunidades a pesar de que entre los integrantes de la revista figuraban reconocidos personajes que habían participado acciones armadas en las décadas pasadas, no siendo justamente modelos en la defensa de los derechos humanos. Su hija Susana Estela estaba casada con el montonero Jorge Falcone, hermano de Claudia Falcone una de las protagonistas de la llamada “Noche de los lápices”.
  
En una entrevista realizada por Viviana Gorbato, J. Falcone afirmó refiriéndose a su hermana: “No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera, que yo mismo asesoré hasta donde pude (…) En el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la UES [Unión de Estudiantes Secundarios, colateral de Montoneros] de La Plata. Mi hermana no cayó solamente por el boleto estudiantil (solloza), sino por una patria justa, libre y soberana. La compañera María Clara era su responsable. No se agarraron a tiros con el pelotón que las fue a buscar por no hacer mierda a los vecinos de un edificio de departamentos. No porque no querían o no podían (…) Era miliciana. El miliciano era un tipo que podía revolear una molotov en un acto relámpago gritando Perón o Muerte. También podían hacer una acción de apoyo a un acto militar de mayor envergadura sin saberlo (…) La gente que tenía la conducción en un colegio secundario no se chupaba el dedo. Tenía práctica política y militar”.
  
Carlotto colaboró con notas en los números 23 y 24 de “Entre Todos”, noviembre de 1986 y diciembre de ese año respectivamente. Saque el lector sus conclusiones. El árbol se ve por sus frutos.
  
Guillermo Calvo
  

martes, 20 de septiembre de 2011

Aviso - Literarias

LA BUENA LECTURA
         
Amigos:
            
Han salido dos últimos libros míos.
            
En ambos casos, frutos de la generosidad
—material y espiritual—
de un puñado de personas de bien,
a quienes quiero agradecer.
           
Uno de esos libros se llama Fidelidades,
y es una recopilación de algunos poemas,
o cosas parecidas, que fui enhebrando.
           
El otro se llama Metodología de estudio y de exposición oral,
y —como su nombre lo sugiere— es de carácter práctico.
Se trata de un cursillo que dicté en la UCALP
sobre dicho tema, dirigido a docentes tutores
y a sus potenciales alumnos.
           
Por razones obvias, no tengo otro modo
sino éste para promover ambos trabajos.
           
A quienes tengan interés en los mismos
les sugiero el siguiente procedimiento.
           
Para Fidelidades 
comuníquense con
Carlos José Díaz al (011) 15 6133-4150,
o con Romina Ayala, al (011) 15 6237-5117.

O al mail de ambos:
        
rominaayala@live.com.ar
           
Para Metodología… comuníquense
con las librerías de la UCALP:
0221-422-2802 , en La Plata y
(011)4136-2527, en Capital Federal.
O por mail a:
   
libreria@ucalp.edu.ar

      
 librerialc@ucalp.edu.ar
          
La sede capitalina de la librería de la UCALP

está en Bartolomé Mitre 2162.
           
Asimismo, y como ya lo saben,

en las librerías afines hallarán ambos títulos.
Por ejemplo en Huemul, Santiago Apóstol,
Acción, Club del Libro Cívico o Vórtice.
            
Gracias, desde ya.
            
Un abrazo
            
Antonio Caponnetto
             
Se agradece la difusión
           
 

lunes, 19 de septiembre de 2011

In memoriam

   
      
VÍCTOR EDUARDO ORDÓÑEZ
  
  
No le pidan elocuencia a un corazón dolorido, ni a unos labios más propensos hoy a la mordedura de la oración silente que a los discursos públicos.
  
Pero Víctor Eduardo Ordóñez ha muerto, y será justo decir lo que él significaba.
  
Este varón que ahora despedimos era un hombre de amores pródigos y jerárquicos. Amaba a Dios, a la Patria y al Hogar. Al Dios Verdadero de Dios Verdadero, como se definió en Nicea. Al Dios Uno y Trino. Al Dios que en Cristo se hizo carne y Rey Invicto.
  
Amaba a la patria, a la que soñaba intacta, día a día, a pesar de las tantísimas sombras que la oscurecen y degradan.
  
Amaba al hogar, y forjó el suyo, del que aquí están las pruebas y los muchos frutos. Esposa, hijos, nietos por doquier. Construyó la casa sobre roca, como quiere el Evangelio. Y ni los vientos fuertes ni las aguas salidas de cauce pudieron contra la casa. Su esposa, Teresita, es buen ejemplo de lo que decimos. Ella estuvo presente siempre, cada vez que fue necesario acompañarlo, tutelarlo, servirle de sostén.
  
El hombre al que hoy despedimos estaba lleno de virtudes.
  
La bonhomía fuera tal vez la primera en destacar. La bondad natural del fijosdalgo, el trato afable,caritativo, gracioso.
  
El sentido del humor, proverbial en él, que lo convirtió en un verdadero personaje chestertoniano.
  
Y la tenacidad, para seguir trabajando —lleno de nobles iniciativas— todas las jornadas de su vida, venciendo las dificultades de una enfermedad que lo tenía sentenciado. ¿Quién otro sino el tenaz Eduardo hubiera podido vencer los obstáculos que le imponían sus graves dolencias?
  
Va de suyo que tiene que haber en el cielo un sitial para hombres de esta talla.
  
Eduardo amigo: te caben aquellos versos con que Pierre Pascal retrató a tu admirado Maurras:
  
“Felices los que han muerto por quemarse el corazón.
Felices los empecinados hasta los últimos cartuchos.
Felices, en Don Quijote, los que han preferido,
riendo del mañana,
vivir a ojos, boca y pulmones llenos”.
  
Así has vivido. Nos queda tu ejemplo. Tus montañas de páginas escritas con sabiduría aquilatada.
  
Eduardo amigo: Mañana. Mañana literal y simbólicamente hablando, volverá a reír la primavera. Entonces, en nuestro afán estarás presente. Hasta la resurrección de la carne.
   
Antonio Caponnetto
  
Palabras pronunciadas en el Cementerio de la Chacarita, al despedir sus restos, el 20 de septiembre de 2005. Víctor Eduardo Ordóñez falleció el 19 de septiembre, en horas de la noche.
  

domingo, 18 de septiembre de 2011

Meditaciones dominicales

LOS HEREJES, FALSOS PROFETAS
    
LOS VESTIDOS DE OVEJAS

¿Cuales son los vestidos de ovejas? La apariencia de una religión simulada. Las limosnas simuladas son un vestido y no obra de ovejas. La oración simulada es un vestido y no obra de ovejas. El ayuno simulado es un vestido y no obra de ovejas.
   
Y todas las demás apariencias de virtud con las cuales se visten los lobos rapaces. No hay nada que acabe de tal manera con el bien como el simulado, porque el mal manifiesto se evita y se precave uno de el como de un mal; en cambio, el mal disimulado bajo la capa de bien no es precavido hasta que no se conoce, sino que se recibe como un bien y, al unirse con el bien verdadero, acaba por destruirlo.
   
PELIGRO Y UTILIDAD DE LA HEREJÍA
  
En esta forma, los siervos del diablo corrompen tristemente a la cristiandad simulándose cristianos, y sobre ellos avisa el Señor a sus discípulos, y más todavía a nosotros, diciendo: Guardaos de las falsos profetas, porque es una gran virtud de los hombres conocer el mal, y una firme defensa de la salud saber que es lo que deben huir.
  
La herejía es un peligro y representa también una gran utilidad. Es peligrosa porque seduce y hace perecer a muchos; es útil porque los fieles son probados y separados de los infieles gracias a ella. Los que murmuran del peligro de la prueba, necesario es que murmuren del premio de la misma.
  
En ningún asunto puede merecerse el descanso si no ha precedido el trabajo, y mucho más en los espirituales, en donde, si no hay tentación, no hay prueba.
  
Guardaos de los falsos profetas, conviene a saber, en primer lugar de los falsos cristianos, porque nada ha ocasionado la perdición de más cristianos como el creer que lo son todos los que lo dicen.
  
FE Y CEREMONIAS SEMEJANTES
  
Quizás me digas: ¿Como puede afirmar que no es cristiano ése a quien veo confesar a Cristo, que tiene su altar, que ofrece el sacrificio del pan y del vino, que bautiza, que lee las Sagradas Escrituras y conserva el orden sacerdotal?
  
Óyeme, varón prudente; si no confesara a Cristo, se vería claramente que era un gentil, y si te dejases engañar, serías un tonto; ahora bien, si te dejas engañar por el que confiesa a Cristo, pero no como Cristo lo ha mandado, se deberá a tu negligencia. El que cae en un hoyo disimulado es un negligente, por no mirar con esmero; el que cae en un hoyo abierto no es descuidado, sino un loco. Y en cuanto a lo que me has dicho de la semejanza de los oficios divinos, escucha bien: ¿acaso llamarás hombre a los monos porque tienen miembros de apariencia humana y nos imitan? Pues lo mismo ocurre con los herejes, que imitan los misterios de la Iglesia, pero no pertenecen a ella.
  
Por eso el Señor no dijo “mirad”, sino “guardaos”. Mirar es sencillamente ver; guardarse quiere decir considerar precavidamente… Guardaos, para entender que no se debe mirar solamente la apariencia corporal, sino vigilar atentamente, porque, si se mira por afuera, no los podréis conocer, ya que llevan la apariencia de la cristiandad.
   
EL CRITERIO DE LAS BUENAS OBRAS
  
Siendo hombres falibles, ¿como podréis descubrir la mentira disfrazada con el velo de la verdad? En primer término, habéis de utilizar las obras buenas, pues si ejecutáramos las de la justicia, no seriamos engañados por ningún error y los descubriríamos todos. La misma causa que evita el error ayuda a descubrir los ajenos, y así como los pecados oscurecen los sentidos del pecador para que no vea la mentira y caiga en ella, de igual forma, cuando obramos el bien, la misma luz de la justicia abre nuestros ojos de la verdad.
  
Comprobad cómo, desde el primer momento en que se sembró entre los hombres el error en la fe, no fue el engaño diabólico el que hizo a los hombres malos, sino los hombres malos los que se hicieron a sí mismos el error diabólico.
  
Si el equivocarse hiciese malos a los hombres, habría que culpar a Dios, que nos hizo seducibles por el error; pero, en nuestro caso, la culpa es del hombre, que elige voluntariamente la mentira, puesto que el error no podría prevalecer entre los hombres si antes no hubiese existido el pecado. Primeramente, el hombre es cegado por sus muchos pecados, y entonces el diablo puede seducirlo y de tal forma hacerlo caer en la muerte. Así como la noche no llega mientras continúa brillando el sol, y recién se apodera del mundo cuando éste se acerca a su ocaso, de la misma manera, mientras brilla en el hombre la luz de la justicia, las tinieblas del error no pueden conquistarlo. Vigilemos, pues, viviendo en la práctica del bien, porque no es el error quien engendra el pecado, sino el pecado al error. Como lo dice la Sabiduría, la impiedad arrastra al hombre al error (Proverbios, 13, 6).
  
LOS HEREJES NO SON TRIUNFO DEL DEMONIO, SINO PERMISIÓN DE DIOS  
                          

Si Cristo no hubiese conseguido llenar al mundo con su fe, habríamos creído que el diablo era más poderoso; pero ahora, que vemos nacer las herejías entre los creyentes, aparece claro que éstas no son un triunfo del demonio, sino una permisión de Dios. ¿Y por qué nos avisa contra ellas como si no quisiera que existiesen? Porque permite la tentación y no desea tener siervos que no sean discretos. Mas, como no quiere dejarlos perecer como ignorantes, les avisa. Deja llegar la tentación para que no sean coronados a la vez malos y buenos; avisa para que los buenos no perezcan con los malos.
  
LOS DOCTORES DE LA IGLESIA SON LOS ÚNICOS MAESTROS
  
Llamamos ovejas propiamente a los cristianos, y vestidos de ovejas, a la apariencia de cristiandad.
    
¿Ves, pues, cómo Cristo se refiere a los herejes? Son, desde luego, mucho más peligrosos que aquellos judíos expulsados y señalados por los apóstoles. Porque éstos vagaban errantes fuera de las reuniones cristianas, y, en cambio, estos otros, como si fueran cristianos, levantan sus iglesias.
  
¿Qué digo? Suplantan libre y paladinamente a los jefes de la Iglesia y se multiplican de tal forma, que no parece sino que somos los cristianos los que vagamos fuera.
  
EL PECADO DE HEREJÍA Y LOS PECADOS DE DEBILIDAD   
                                  
Y para que el hereje no se escude diciendo que Cristo se refiere a los doctores verdaderos, que, aunque cristianos, son pecadores, queda explicar que el cristiano que peca es un cristiano falso. Sin embargo, el Señor, para que entiendas que, en lugar de referirse a ellos, alude a los herejes, no se limita a decir: Que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, sino que añade: Mas por dentro son lobos rapaces.
   
Los doctores cristianos, si fueran pecadores, merecen el nombre de siervos de la carne, porque son vencidos por ella; pero no se proponen perder a los cristianos, por lo cual no se les llama lobos rapaces. Estos lobos rapaces son aquellos de quienes dice el Apóstol (Hechos, 20, 29-30): Yo sé que después de mi partida vendrán a vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñen doctrinas perversas para arrastrar a los discípulos en su seguimiento.   

Óyeme, pues, tú, que te crees sabio porque has sido enseñado por los herejes y te juzgas cristiano porque has sido bautizado por ellos; mira cómo llama Cristo a los doctores herejes: devoradores. Si te han enseñado los herejes, te han robado, no te han enseñado, no te han apacentado. Propio es de lobos devorar y no salvar.
   
San Juan Crisóstomo
  

jueves, 15 de septiembre de 2011

Epistolares

REACCIÓN NECESARIA
            
                
Bella Vista, 31 de Agosto de 2011

Señor Director
de la Exposición del Libro Católico
Don Manuel Outeda
  
De mi mayor consideración:
    
La agencia AICA (25.8.11) ha anunciado que en el marco de la XXIII Exposición del Libro Católico  —entrega “Faja de Honor Padre Leonardo Castellani”— se distingue con una mención extraordinaria al libro “El Jesuita” de los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti.
            
Al tratarse de una obra que recibió severas críticas por parte de caracterizados católicos de sólida formación, sentí en su momento el imperativo de leerla; llegando con ello a la conclusión de que en modo alguno trasunta la biografía de un militante de la Compañía de Jesús, sino más bien las confidencias de un desertor. Con inoculto resentimiento contra las Fuerzas Armadas del país y simpatía en cambio hacia sus antagonistas. Convicciones nutridas en confesas lecturas juveniles de periódicos comunistas, como “Nuestra Palabra” y “Propósitos”. Hasta el extremo de que el protagonista llega a recordar con beneplácito su ayuda a  subversivos; incluso facilitando a uno de ellos la vestimenta clerical para escapar de la justicia.
       
En resumidas cuentas, señor Director, “El Jesuita” no es un libro católico. En todo caso podría tratarse de un infolio judeo-ecuménico, desde el prólogo de un destacado rabino hasta la epilogación consecuente. O acaso un espécimen de literatura sarcástica, con resabios de la jerga anticlerical decimonónica, cuando el término “jesuita” era un sinónimo insultante. En el antedicho plano religioso, resulta sugestivo el recuerdo de la intensa oración del jesuita en la Sinagoga y su consiguiente arrobamiento en el preciso lugar donde es negado el  Santísimo Redentor.
          
En fin, la sorpresa que parecía imbatible, ante semejantes descalabros, ahora resulta superada por el galardón que lo corona. Razón por la cual dirijo estas líneas —siempre recordando las altas miras de estas exposiciones— con la esperanza de que un repaso completo del texto, induzca a la supresión del premio.
        
Con este motivo hago propicia la oportunidad para saludar al señor Director con la mayor consideración.
        
Juan E. Olmedo Alba Posse
ex abogado del Arzobispado de Bs. As.
           
P.S.- Remito copia de la presente a la Nunciatura Apostólica.
           

martes, 13 de septiembre de 2011

Judaísmo y bioética

  
EL EXTRAÑO CASO DEL DR. ASCH
  
Las contundentes imágenes de la corrupción, hacen que casi sin darnos cuenta,  pasen por delante, otros hechos tranquilamente monstruosos.
  
Tolkien vio claro esas inquietantes distracciones: “Porque hubo cosas peores que ladrones por estos lados. El invierno pasado había lobos que aullaban alrededor de la empalizada. Y en los bosques merodeaban formas oscuras, cosas horripilantes que le helaban a uno la sangre en las venas”. Leerlo, ayuda a entender, y entendiendo, se hace difícil no estar de acuerdo con el inglés. El va más allá del dato mínimo de los ladrones, bucea en lo profundo, busca lo que hace al hombre único en la creación y se vale de la metáfora  para indicar los verdaderos peligros que lo amenazan.
  
Y cuáles serían esas cosas tan importantes, que en la cultura nacional del siglo XXI han sido oscurecidas. Porqué no empezar hablando del coraje, aquel tan  simple y directo y sin vueltas, con el que se  expresaba y defendía la verdad. Ya  no se trata solamente de ignorancia, ni de  confusión, las sombras que nombraba Tolkien, hicieron lo suyo, nos robaron sí, pero ante todo, nos robaron el coraje.
  
No se puede ocultar la vacilación a la hora de llamar a las cosas por su nombre. Se duda por temor al ridículo, a no dar pie con bola en el uso de los nombres nuevos, con los que ahora hay que llamar a las cosas viejas. Un disfraz perturbador, gracias al cual, decimos lo que las  cosas no son.
  
Este proceso de maniobrar con el lenguaje, es usado y abusado, en las cuestiones relativas a la bioética. Los eufemismos les sirven para disimular los aspectos tenebrosos que hay que tapar, y son algo así como el mascarón de proa, que va por delante  distrayendo y ocultando.
  
En el pasado mayo tuvo lugar en Buenos Aires un Seminario Sobre Reproducción Humana. En general en esos ámbitos no está ausente el tema ético. Pero, habitualmente es una ética estrecha, adaptada al fin perseguido y no al bien del hombre. Es la moral del deseo satisfecho, del yo tenía ganas, del utilitarismo, de las consecuencias, de los tecnócratas, y naturalmente, del relativismo ético.
  
Sobre esa idea por demás precaria, acerca de lo que es la moral, poco se puede debatir. Resulta axiomático que, si cada uno dicta su norma moral, si “está todo bien”, nada esta mal, partiendo de ahí,  protegidos por ese delirio jubiloso, moral, será lo que cada uno  desee, aquello de lo que tenga ganas y pueda hacer; e inmoral lo que se oponga a esa voluntad.
  
Indudablemente uno de los primeros planteos, viene desde el lado de lo tecnológico. Si se puede hacer, si el progreso técnico actual lo hace posible, entonces, adelante, hagámoslo. Porque hoy no hay dudas de que el hombre puede operar en el laboratorio sobre las células germinales, alterar las estructuras genéticas, y además fecundarlas. Tales operaciones que pueden significar avances terapéuticos notables, también dejan bien abierta la puerta a maniobras gravísimas contra la vida y la dignidad humanas.
  
Es bueno insistir aquí en que ni la ciencia ni el derecho son neutros. Por eso dice la Instrucción El Don de la Vida: “Por estar ordenadas al hombre, (las ciencias médicas) reciben de la persona y de sus valores morales, la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites”.
  
Lamentablemente son pocos, los que se animan a sostener que los avances científicos tienen límites éticos que deben respetarse, pocos también quienes se animan  y dicen en voz alta, que ese proceso del que forma parte, la fecundación heteróloga, con transferencia del embrión (FIVET), lleva a desarraigar al hombre del orden natural. Poco y nada se difunde el hecho de que los laboratorios —muchos de ellos— deciden, con casi total autonomía, sobre la vida y el futuro de los embriones, y que además esos actos están marcados por una impiedad radical porque esos pequeños seres humanos, de no ser implantados, serán o utilizados para otros fines o congelados y “almacenados” o por fin en algún penoso momento “descartados”.
  
No hay duda de que esas palabras, disfrazadas y todo, estremecen; señalando a gritos la inhumanidad del  proceso, que impide diferenciar un embrión de una cosa, en definitiva de un “producto” planificado de acuerdo al deseo, la oportunidad o la conveniencia de algunos. “Cosa” a la que es posible hacer y des-hacer a voluntad.
  
Algunos  dirán que gracias a esa metodología, se atenúa el sufrimiento de las parejas estériles. Por cierto que ninguno de nosotros pondría en duda la significación de ese sufrimiento. También es cierto que los médicos en cierta manera participamos de él y debemos hacer todo lo que este al alcance en la búsqueda de soluciones. Pero en primer lugar, ni la solución puede pasar por arriba de la ley natural, ni la medicina consiste en satisfacer deseos, ni el médico es solamente un técnico todo terreno. Acierta el Episcopado francés, al oponerse al penoso reduccionismo que ve al médico como un “dador de vida y muerte por encargo”.
  
A veces entre las consecuencias derivadas de un acto determinado, se obtiene un bien o se evita un mal, pero “en cuanto a las circunstancias del acto, éstas no son suficientes para valorar o cambiar la especie moral”. Para aliviar a un hombre que sufre no se puede trasladar el sufrimiento a otro. Y dice más adelante la Veritatis Splendor: “el acto es bueno si su objeto es conforme con el bien de la persona, en el respeto de los bienes moralmente relevantes para ella”.
  
No hace tanto tiempo que en ciertos campos había médicos que investigaban con el fin de encontrar remedio para las enfermedades y mejorar la salud de los algunos hombres. Una parte de esa tarea tenía como sujetos de experimentación a seres humanos, que sin consentimiento de su parte, eran brutalmente sometidos a prácticas inhumanas y no pocas veces hasta la muerte. En todo caso la verdadera pregunta sigue siendo  si la ciencia, puesta al servicio del hombre, liberada de límites éticos, no se convertirá en enemiga de la vida.
   
Para alcanzar unos fines, hay que valerse de unos medios. Ahora bien: aunque los fines y las intenciones  sean buenos, sabemos que “no es lícito, ni aún por razones gravísimas hacer un mal para conseguir el bien”. Está científicamente demostrado que precozmente los embriones sienten los estímulos y que sienten y rechazan el dolor. Y aunque no fuera así, siempre será una persona, tan persona y tan digna como cualquiera, la que soporta el desamparo hostil de una mesa de laboratorio o de un freezer.  Una persona pero sin derecho a la vida, o sea sin derecho a nada.
  
Ahora se da el caso, como revalidando la malicia en que se mueven, por lo menos una parte de esos sectores, del médico argentino Ricardo Asch, prófugo de la Justicia de los Estados Unidos desde 1996, —según el relato de los fiscales de California a “Perfil”— que lo acusa por tráfico de óvulos, contrabando de medicamentos, desfalco impositivo y fraude a las aseguradoras de salud, y que participó en Buenos Aires, los primeros días de mayo, de un Seminario argentino-israelí sobre fertilidad asistida, en el que presentó una charla sobre ética.
  
El encuentro se denominó “Nuevos horizontes en reproducción humana” y fue organizado por especialistas de la empresa Procrearte —de la cual Asch es asesor científico— y contó con el auspicio de la AMIA y la Embajada de Israel, entre otras instituciones (cfr. http:// www.israelenbuenosaires.com. ar/cgi-bin/vernota.cgi?nota=425-701016633).
  
Lo que se sabe de Asch, sin embargo, es que fue más allá de los límites, intercambió óvulos entre distintas mujeres; experimentó y maniobró sobre esas personas sin su consentimiento; les mintió acerca del origen de sus hijos etc. (cfr. http://www.lanacion.com.ar/ 307863-el-argentino-mas-buscado-por-el-fbi http://buscador.emol. com/noticias/Ricardo+Asch).
  
En suma, parecería que simplemente un desajuste en el tiempo, fue el que evitó que este médico judío, fuese un satisfecho trabajador de aquellos laboratorios experimentales que le adjudican al Tercer Reich.
  
Más allá de las intenciones y de las consecuencias de los actos, enseña Santo Tomás que: si uno roba para ayudar a los pobres, si bien la intención es buena, falta la rectitud de la voluntad, porque las obras son malas. Pero aún dejando de lado, la inmoralidad del método utilizado, si además engaño a la paciente diciéndole que le implanto un embrión originado de sus óvulos fecundados y que en verdad son de otra persona y si en el extremo de esas crueldades e impudicias asoma el negocio. ¿Con qué embrollo de palabras intentarán justificar lo inadmisible? No lo sabemos. ¿Qué ese engaño, que esos actos inmorales eran por una causa noble?
  
Es difícil vincular entre si, las dos disímiles vidas del doctor Asch. La del traficante de óvulos y la del charlista sobre moral. Pero es evidente que a nadie en su trabajo podría hablarle de moral, y en esas charlas de moral, difícilmente podría hablar con nadie sobre su trabajo.
  
Más embarazoso todavía, sería conjeturar que ni AMIA, ni la embajada de Israel, ni Procrearte, desconocían que Asch se dedicaba —tal vez lo siga haciendo— a prácticas en cierto modo similares a aquellas de las que vienen acusando sistemáticamente al nazismo.
  
Curiosa vuelta de tuerca de los auspiciantes, al cabo de tanto hablar y andar en busca de  los verdugos de antaño, al tropezar con uno  del presente tan parecido con aquellos que han retratado hasta el cansancio, en vez de señalarlo para prevenir a la sociedad, deciden protegerlo y auspiciarlo.
  
Miguel De Lorenzo
  

domingo, 11 de septiembre de 2011

En el 11 de septiembre

NUESTRO HIMNO A SARMIENTO




No queda tan en claro aquello de “grande escritor”,
pero sí lo de “bárbaro absoluto”.
       
          
Lo invitamos a releer estos textos:



El pensamiento de Sarmiento, parte I
          
El pensamiento de Sarmiento, parte II
               
El pensamiento de Sarmiento, parte III
             
El pensamiento de Sarmiento, parte IV

          

jueves, 8 de septiembre de 2011

Declaraciones

LA ARGENTINA EN EL ALBAÑAL
Ha llegado hasta nuestra mesa de trabajo esta nueva Declaración del Instituto de Filosofía Práctica. Reproducimos sus fragmentos capitales, juzgándolos altamente aleccionadores. Un claro mensaje de lucidez y de coraje.

“El que anda con justicia y habla con rectitud, el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que sacude la palma de la mano para no aceptar el soborno… ese mora en las alturas”
Isaías, 33, 15/16.

En estos tiempos tan oscuros en los cuales nos toca vivir, en esta Argentina que cada día nos duele mucho más, hemos elegido como capitel el texto de un profeta de la Antigua Alianza que alaba al hombre justo y recto; éste habita en las alturas. Es un hombre que repudia los negociados y las coimas, es un hombre que no es corrupto.
El tema es de nuestra competencia, pues la filosofía práctica debe reflexionar para orientar, estimular o criticar a la vida humana, que transcurre en las realidades y realizaciones históricas.
I. ¿Qué es corromper?
Según el Diccionario de la Real Academia Española, corromper es alterar o trastrocar la forma de alguna cosa y como la forma determina la naturaleza de algo, corromper es desnaturalizar.  Corromper es un término originado en el orden físico, que luego se extiende al campo político y moral.
En esta perspectiva debemos distinguir entre actos de corrupción y vicio de corrupción, que es ella convertida en sistema. Actos que corrompen siempre existirán, porque el hombre se encuentra afectado por el pecado original y por los pecados personales. Pero el sistema de corrupción, como el que hoy padecemos los argentinos, no es obligatorio. Lo elegimos o lo consentimos o no lo combatimos. El combate contra la corrupción pasada es competencia propia de los jueces; contra la futura es tarea de los legisladores; contra la actual es responsabilidad del gobierno y de la administración. El deber de la denuncia nos comprende todos.    
II. Un tema principal
El grave asunto de la corrupción en el Estado se ha instalado entre nosotros de un modo, si no excluyente, por lo menos principal. Se cree que constituirá un factor importante en la futura elección presidencial. Es un tema recurrente en los discursos, advertencias y amenazas de la oposición. Innumerables casos e historias turbias, han emergido de la clandestinidad donde fueron concebidas, para convertirse en comidilla diaria de los argentinos. Un clima de escándalo en sesión continuada agobia a la República. Y en la sociedad, como con amargura advertía alguien bastantes años atrás, se ha instalado la convicción que gobernar es una tarea propia de sinvergüenzas. Ya que esto es inevitable —se piensa erróneamente— de lo que se trataría, entonces, es que por lo menos gobierne un sinvergüenza de los nuestros.
III. Causas de la decadencia
¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha sido posible que la Argentina descendiera a estos niveles en materia de ética pública?
Una respuesta completa a estos interrogantes debería recorrer distintos andariveles. Habría que referirse a los medios de comunicación de masas, culpables de un mensaje frívolo y relativista, que hace del dinero el único valor absoluto y confina la moral al límite de la conciencia individual, generalmente considerada autónoma. Habría que hablar de abogados, jueces y tribunales, que parecen haberse confabulado para reducir la administración de justicia a un mero y eterno expedienteo. Y habría que hacerlo también de esta sociedad enferma, porque la amoralidad pública ha derivado en amoralidad o inmoralidad privada y del cuerpo social, confirmándose otra vez el carácter paradigmático y ejemplar de los actos públicos.
IV. El rescate de la sociedad es una tarea política
Si la sociedad se encuentra enferma, su rescate debiera hacerse desde la política. Pero la política, entre nosotros, ha sido expropiada totalmente por los partidos. Y de esto han resultado dos consecuencias tremendas e inevitables.
La primera, denunciada muchos años atrás por Charles de Gaulle en sus “Memorias de Guerra”, es la creencia en que se ha instalado el político, el hombre de partido, de que se trata nada más que de tomar por asalto al Estado y cubrir las funciones con la gente del partido, ya que la afiliación sería garantía suficiente de idoneidad. El resultado está a la vista: la mediocridad puesta al frente de complejas tareas de Estado y la función pública utilizada para el beneficio personal.

La otra consecuencia del sistema partidocrático, ha sido la reducción de la política a tan sólo una lucha despiadada por ocupar espacios de poder. Espacios que, una vez conquistados, no se emplearán para servir a la comunidad, sino como puestos de avanzada, para desde allí lanzarse a la conquista de otros nuevos y más importantes. La política, entre nosotros, ya no puede escribirse con mayúscula ni despierta en los argentinos resonancias de disciplina científica o de tarea noble. La opinión pública desprecia y rechaza a la política, a la que percibe como una actividad de tramposos y embaucadores, ajenos a las necesidades reales de la gente y ávidos de acumular un poder que les servirá solamente para conseguir más poder.
V. A la conquista de los votos

Ahora bien, en última síntesis la conquista de un espacio de poder depende de los votos. Y éstos, los votos, dependen de que el candidato se vuelva conocido y atractivo para miles y, en algunos casos, millones de individuos (de aquí que los partidos políticos busquen candidatos entre deportistas,  actores o personajes mediáticos cuya idoneidad para la política es por lo menos dudosa). Pero para esto ya no alcanza con mítines en las plazas, viajes en tren con saludos desde el último vagón y camioncitos con altavoces. Hoy resulta imprescindible el dominio de sofisticadas técnicas de captación y el uso intensivo de los medios de comunicación de masas. Todo lo cual es muy caro, carísimo, por donde se advierte que el sistema político que se practica en la Argentina depende constitutiva y esencialmente del dinero.
VI. La democracia inorgánica es una oligarquía
         El pacto más bien expreso entre los partidos y los dueños del dinero, confirma por una parte los pronósticos de los pensadores contra revolucionarios: la democracia inorgánica que enfeuda la política a los partidos, concluye fatalmente en oligarquía. Pero además prueba que la corrupción, esto es, la utilización del Estado para financiar la interna y la puja electoral (y, de paso, abultar algunos bolsillos particulares), no es asunto exclusivo del actual gobierno, sino que lo fue del anterior y lo será del próximo, cualquiera fuere su origen.
         Es por esto que las denuncias de los que hoy son opositores y mañana serán oficialistas, no son sino armas en la lucha por el poder y no pueden tomarse como un compromiso serio de acabar con la corrupción. Si existiera ese compromiso, comenzarían ya por desembarazarse de sus propios y célebres ñoquis.
Algún día alguien deberá informar a los argentinos cuanto les cuesta mantener su sistema político. Entre tanto debemos tener la certeza de que la corrupción no un fenómeno accidental, sino consustancial a dicho sistema, ya que sin ella no podría subsistir.
En Europa, más atentos a los gastos públicos que entre nosotros, porque no se puede combatir con claridad lo que no se conoce, han calculado que cada eurodiputado cuesta por mes 42.650 euros por derecha, más allá que ellos se beneficien con alguna coima por izquierda (El Parlamento Europeo es una gigantesca agencia de viajes de la que muchos quieren hacer su agosto, ABC, Madrid, 10/4/2011). En el citado diario, el mismo día, aparece la noticia de los sobornos aceptados por tres diputados, documentados en videos que han sido muchas veces más vistos que las sesiones del Parlamento democrático más grande del mundo.
         VII. Es imposible hacer un inventario de la corrupción
No podemos ni siquiera intentar hacer un inventario de los hechos de corrupción hoy en la Argentina; cada día aparecen varios más que contribuyen al olvido de los anteriores.
         Pero entendemos que en este mundo o en el otro llegará el momento de la rendición de cuentas para quienes nos han instalado en el albañal, para quienes han instaurado el odio, la venganza y la discordia en la sociedad argentina, para quienes, con desparpajo, han dilapidado los dineros públicos con injustas liberalidades que han ido a parar a manos de Madres, Abuelas, apoderados, testaferros, INADI, burócratas, nepotes, en perjuicio del pueblo real y concreto, muchos de sus integrantes se debaten entre la pobreza y la miseria.
          Llegará el momento de castigar los pecados de omisión, que cuando es obligatorio el control de los fondos públicos, se transforman en delictuosa complicidad.
         Y nos preguntamos ¿por qué escribimos esto si no tenemos ninguna posibilidad de corregirlo? Para dejar sentada nuestra protesta y nuestro testimonio ante la historia.
         Hoy día es casi unánime la apología de la llamada generación del 80, culpable de muchos males que desde entones aquejan a la Argentina.
         Sin embargo, la situación era muy parecida a la actual, y para la reflexión comparativa de ustedes transcribiremos las palabras pronunciadas en 1890 por Leandro N. Alem, para quien, los pueblos no se educan con los discursos sino con los ejemplos: “La corrupción estaba en todas partes y la peor de las corrupciones, porque descendía de las altas esferas gubernamentales y penetraba y se infiltraba, por así decirlo, en todas las clases sociales; esta funesta corrupción que todo lo desconcierta y aniquila, que lacera todos los corazones, que destempla todos los caracteres, que gangrena todas las inteligencias; esa corrupción funesta que deja a los hombres sin ninguna noción de lo justo, de lo honesto, de lo lícito y que, haciendo del interés personal y de los goces materiales el único objetivo de la vida, arrastra a los pueblos como cadáveres al pie de todas las ambiciones y de todas las tiranías”.
Buenos Aires, 4 de julio de 2011.
Orlando Gallo, Secretario
Bernardino Montejano, Presidente