viernes, 29 de abril de 2011

Nacionalismo

A PROPÓSITO DE
LA REAPARICIÓN DE
                      
 


Tras largos meses de ausencia, ha vuelto a aparecer Cabildo. Varias causas y varias personas han hecho posible este nuevo esfuerzo. En particular, un antiguo maestro y amigo, cuya generosidad corre a la par de su aquilatada sabiduría. Nos es imposible dar las gracias, uno a uno, a cuantos se han preocupado, material y espiritualmente, por la continuidad de esta obra. Sea éste el modo elegido para expresar nuestra gratitud a todos ellos.
Entre las jóvenes plumas llamadas a prolongar las que ya vamos quedando en el camino, nos ha parecido prudente publicar esta carta que nos mandara Jordán Abud, desde Paraná. Resume cuanto queremos decir.
De nuevo, nuestra gratitud a los amigos. De nuevo nuestra nunca suspendida guerra a los enemigos de Dios y de la Patria.
La Dirección
    
    

“Hay que decir la Verdad, pero gracias a Dios
no estamos obligados a convencer de ello a los necios”
(R. Padre Leonardo Castellani)
    
          

Hace varias décadas, y aludiendo al año 1943 escribía el Padre Leonardo Castellani: “El día de la Virgen de la Merced salía Cabildo. Era el diario de la honradez argentina (…) No decimos al lector que somos santos, le decimos que queremos ser honrados”.
    
La revista Cabildo acaba de aparecer nuevamente en las calles de nuestra Patria. Este hecho no gozará posiblemente de la propaganda mediática ni de una cobertura masiva de la televisión pública ni de un festejo rimbombante con aplaudidores solícitos. Sin embargo, nos pone frente a dos pregunta cuyas respuestas conformarán nuestro gozo y nuestro festejo.
    
Primero, ¿por qué, hoy como siempre, y hoy más que nunca, somos católicos y nacionalistas?
    
Somos católicos y nacionalistas porque ambos son los títulos de honor por los cuales vale la pena vivir y morir. Somos católicos y nacionalistas porque tal identidad es el punto justo de coagulación entre el amor a Dios y el amor a la Patria, hecho demostrado en el pensamiento y en la acción de sus verdaderos exponentes. Porque amamos la jerarquía, el orden, la definición, y asumimos el legado de sus testigos. Y porque cargamos sobre nuestras espaldas el magisterio perenne de Menvielle, Genta, Ezcurra y una lista de hombres de estas tierras que, por extensa, no dejar de ser bien definida en sus contornos doctrinarios.
    
Pero nos preguntamos, en segundo lugar, ¿qué significa entonces para nosotros la reaparición de la revista Cabildo?
    
Significa que la plata podrá mandar, pero no en nuestra casa. Fiel a su estilo, picaresco y profético, decía el citado Padre Castellani hace unos cincuenta años que hacer un diario para hacer plata significa infaliblemente renegar de la verdad. Hacer un diario para defender la verdad significa infaliblemente perder plata. ¿Qué diría entonces hoy?
    
Cabildo representa la militancia incansable por la Causa de Dios y de la Patria, y la herida abierta de una Argentina desangrada, cuyos usurpadores no tienen otro oficio más que el de ir descolgando crucifijos y tramitando leyes homicidas.
    
Cabildo es la prioridad de la formación doctrinaria, y es plantarse intransigente contra la subversión cultural, y por ende es la preferencia sostenida de la verdad en soledad al error en compañía.
    
Y es por eso la juvenil consigna ante los enemigos de no preguntarles cuántos son sino que vayan viniendo.
    
Vendrán las objeciones y también las propuestas encriptadas para la eficacia y el éxito. Si Dios lo permite, también continuarán la persecución y la burla, y entonces el consuelo será la promesa de las bienaventuranzas. Nosotros marchamos, hacia los cuatro puntos de nuestra Patria Crucificada, presintiendo el nuevo amanecer. Y dejamos en manos de la Divina Providencia, que jamás nos ha abandonado, el resultado final de este combate, que sin más armas personales que las miserias y las limitaciones, emprendemos con renovado vigor.
    
Vaya nuestra modesta disponibilidad a su Director, y a cuantos la hacen posible, y un lacónico pero militante gracias, sabiendo que pueden contar con nosotros.
    

Jordán Abud
    

martes, 26 de abril de 2011

Económicas

HAY MISERIA Y SE NOTA
    
    
Todas las cosas que suceden en nuestra economía llaman a reflexionar. Acaso nuestros vulgares ojos acostumbrados al realismo no perciban la obra milagrosa que está realizando la demiurga enlutada. Ella misma el año pasado se vio precisada a quebrar su natural modestia resaltando el portento de la Villa Miseria 31, que sigue creciendo a la vera de los palacios cercanos edificados en superadas épocas decadentes. Así lo hizo el 12 de mayo de 2010 en un emotivo acto, donde con magnífica síntesis proclamó cacofónicamente: “La transformación que ha experimentado este espacio implica y expresa la profunda transformación que ha tenido el país en estos años”. Nadie jamás ha podido describir mejor la trayectoria de la Argentina miserable bajo la presidencia de los Kirchner.
    
La nota gráfica del diario “La Nación” (del 12 de mayo de 2010) registra tan feliz celebración con una elocuencia insuperable; pudiéndose percibir hasta cierta risueña sorpresa de un aparente clérigo villero. Como era de esperar, estas patéticas manifestaciones de la viuda presidencial, han llevado a recordar —sobre todo entre la gente descreída— aquellas filtraciones sobre la bipolaridad. Acentuada —dicen— en las inauguraciones o reinauguraciones de antiguas obras públicas, estadios añosos, canillas, “lomos de burro”; con carteles que al lado de  cualquier construcción paralítica o terreno baldío, anuncian: “Seguimos creciendo. Presidencia de la Nación”.
    
Lo importante es que esta suerte de milagros, que empezaron con el Tren Bala, la adquisición de chatarra ferroviaria, los viajes y compras por todos los rincones del globo, el proyecto turístico para Tutankamón y tantas otras creaciones feéricas, están forjando —con la superación de los doscientos años de fracasos denunciada en el bicentenario— la mortaja que envuelve a la nación exangüe.
    
A propósito del terrible choque de trenes en San Miguel, producto natural de la distraída vigilancia de los servicios privatizados, los entendidos recalcan otro prodigio. Antes se denigró al Ferrocarril argentino, porque demandaba un millón de dólares diarios, pero ahora —que son ajenos— le cuestan al erario cuatro millones de idéntica moneda.
             
                 
DEUDA Y REPUNTE
                  
Cabe reconocer aquí, que en justicia la nación también le adeuda al genio de Anillaco, el monumento merecido por el ingenioso milagro de esfumar la estupenda red ferroviaria que tenía el país.
    
Y otro prodigio maravilloso de distinta índole, fue registrado no hace mucho por la encuestadora Poliarquía al marcar un repunte de la popularidad presidencial… ¡Gracias a la política jubilatoria! Con el agregado insólito de que solamente un cinco por ciento de los encuestados sospechaba que la Presidenta pudiera ser mentirosa (sic: “La Nación”, 15 de agosto de 2010). Veramente poco antes, en mayo del año pasado, la Dra. Kirchner, había convocado a los argentinos para una “nueva gesta profundizando el camino”, alardeando haber devuelto los derechos jubilatorios “a millones de argentinos que habían perdido el derecho a tener un aumento o una jubilación o una pensión…”
    
En procura de aquellos derechos reconquistados, 410.000 expedientes del fuero previsional han sido remitidos a la Corte Suprema de Justicia. Un formidable problema de peso moral y jurídico, pero que no significa nada como está visto. Lo importante es la gravitación sobre los pisos tribunalicios, que en algunos casos amenazan ceder. Mientras nadie explica por qué cada reclamo de los jubilados (casi siempre inútil, por estar resuelto en casos similares) tiene que recorrer todos los peldaños de la Justicia. Para mayor ironía, “justicia previsional” en especial protección de los viejos pedigüeños.
    
Con bagajes semejantes, la Primera Magistrada ha salido a conjurar las críticas por la extrema suba de precios;  explicando didácticamente que la aparente inflación no es otra cosa que una inmensa dispersión de precios. “Un tema resuelto que no nos preocupa” remató el Jefe de Gabinete. Y ya el genial ministril del ramo había dicho que el flagelo sólo castiga a los más pudientes.
         
           
MENÚ TELEVISUAL
                       
De cualquier manera y a todo evento, la doctora Kirchner lanzó el exquisito plan “Milanesas para Todos”, de barato expendio en el Mercado Central de Buenos Aires. Pero no ha faltado un  buey corneta diciendo que en las provincias se consumirán por televisión… (cfr. “La Voz del Interior”, 11 de febrero de 2011). Y tampoco quien destacara que el titular de la CGT “sabe que la inflación es altísima” y por eso reclama subas salariales superiores al treinta por ciento (ib., pág. 9).
    
De cualquier manera “Milanesas para Todos” se alza como un estandarte justicialista, coronando tantos otros beneficios teóricos. Como las casas propias para inquilinos con un puñado de recibos de alquiler;  los autos flamantes por taxis longevos; las heladeras en cómodas cuotas a cambio del viejo armatoste (cuyo destino final aún se ignora); camiones nuevos, etc. Miles de bicicletas para reciclar hierros viejos rodantes y la conmovedora imagen difundida de la Presidenta, posando con una de ellas al anunciar el plan en 2009. No puede negarse —dijo un antiguo funcionario kirchnerista— “que todos sabemos que los planes son más anuncios que otra cosa. Pero hay que hacerlo, la gente mejora sus expectativas” (cfr. “La Nación”, 20 de febrero de 2011).
                  
              
RIQUEZA MALOGRADA
                                   
En fin, para redondear el panorama feliz de la economía milagrosa, el rubro de la “minería a cielo abierto” abre cuantiosas perspectivas, al mismo tiempo que escalofriantes expectativas por el riesgo de contaminación para los pueblos afectados con la actividad. Las referencias sobre el particular, que curiosamente no tienen la repercusión que el caso demanda, se centran sobre el peligro de la voladura y posterior trituración de la montaña para obtener los metales que contiene. El método para la obtención de los minerales consiste en volar montañas enteras y luego someter  al lavado el material ultra molido. Con la consecuencia acusada, de desviación de ríos, destrucción de glaciares, eliminación de montañas, polución y elevación al medio ambiente de metales pesados y gases radiactivos. Más el producto químico residual incorporado al medio ambiente a través del agua, ríos y arroyos, lluvia, vientos; polvo en suspensión con caída a zonas pobladas, alcanzando distancias de miles de kilómetros.
    
En el caso de la Minera Alumbrera, se ha dicho que “la enorme carga explosiva estalla, sacudiendo las montañas cercanas, arrojando piedras a centenares de metros y levantando una descomunal nube de polvo. Así se afloja la roca porfírica para extraer de ella oro, cobre y molibdeno de la mina a cielo abierto”. Está ubicada a 42 kilómetros de la ciudad de Andalgalá, en la provincia de Catamarca. De ese modo, agregan los técnicos, “arranca el complejo proceso para triturar la roca, separar la escoria, mezclar con agua el mineral útil previa lixiviación con cianuro, meterlo en un caño para llevarlo a Tucumán y de allí por tren hasta el puerto de Rosario, desde donde se exporta hacia el mundo. Son 600.000 onzas de oro y 180.000 toneladas de cobre, las que se llevan de esa forma por año”.
               
                   
DESGUACE
                          
En fin, de cualquier manera se descubre una inmensa riqueza, suficiente para conjurar las deudas externas e internas, y sacar al país de la postración. Pero también resalta la increíble falta de control del Estado sobre su correcta explotación, un tema que merece delicado tratamiento aparte. Mientra golpea a la memoria aquel misterioso barquito cargado de oro argentino, que partiendo de Santa Cruz se hundió por el estrecho de Magallanes y una vez reflotado se fue para el extranjero sin intervención aduanera… La desolación demoterrorista del país ciertamente da para todo.
    
Juan E. Olmedo
    

lunes, 25 de abril de 2011

Mirando pasar los hechos

INSANIA
    
“Loco él y loca yo” (Horacio Ferrer)
    
    
El cúmulo de causales para el juicio político a la Presidenta, ha inspirado firmes propósitos de impulsarlo. Pero por los recientes exabruptos difundidos, están prevaleciendo las dudas sobre sus cabales. Alteraciones que insinuaron notables episodios iniciales (aquella alucinación del “tren bala” uniendo dos ciudades bien comunicadas, para remediar la claudicación del sistema ferroviario, el ansia de viajes para comprar en el exterior costosísimos vestidos y alhajas, junto al firme proyecto de traerlo a Tutankamón, más el empeño de aligerarse diariamente una treintena de años).
    
En los últimos tiempos, brotes agresivos. Un amargo rechazo de la justicia “defaultizadora” y el destape de oscuras vinculaciones entre magistrados, amén de zafadurías con audaces recetas culinarias. Finalmente el delirio persecutorio ante el amago de votos no positivos de la oposición “destituyente”. Evidencias que sumadas al paroxismo, porque un almirante tenía un hijo sacerdote y una hija monja, obligarían a apuntar hacia el más práctico y humano Juicio de Insania. Para que aparezca el pertinente curador.
    
Pero frente a la fatalidad, se habla de una reacción inesperada. Entre los avezados en positivas derrotas electorales, se empezarían a tejer propuestas optimistas en la escuela de Erasmo. Dicen que bajo su inspiración, un memorioso ha pasado al contraataque abogando por la abierta proclamación de la Reina Locura. Sincera y transparente, como diría el holandés: simbiosis de un tierno amor propio con codicias sin límites; pero a favor de los súbditos y con un poder superior a los emperadores más poderosos de la tierra. Fértil en puestos de favor, en viajes placenteros de punteros, piquetes, paquetes y valijas. Es preferible —resumiría el holandés elogioso— que un loco como un plumero pueda mandar a todos los idiotas sensatos como cascotes. Pero es imposible agradar a otros sin empezar por adularse a sí mismo locamente: ¿Cómo sería la vida sin el toque infantil, la melenita sobre los hombros, el flequillo travieso, las alhajas y los flamantes modelos para cada hora? Por eso con palabras del humanista, cabe confiar que valiéndose de la ignorancia, de la irreflexión, de la esperanza de los bienes, del olvido de los males (de las jubilaciones varadas, de las AFJP, del Indec) la locura remediará con un manotazo, innúmeras calamidades humanas que acarrearon los militares, los terratenientes con sus yuyos y los doscientos años de fracasos.
    
Está claro: si algunos ladran es porque son perros, de baja “estopa”. ¿Acaso con hache dos cero no se cuecen habas? ¿Qué sería del pueblo sin partidos de fútbol por TV ni partidos políticos por doquier; sin boliches al amparo de las drogas para el consumo personal? En fin, son muchos los beneficios de la insania. Y no hay palabras que alcancen, salvo la clamorosa reedición de otro “Elogio de la locura”.
    

domingo, 24 de abril de 2011

Pascua Florida

LA ALEGRÍA ESPIRITUAL
    
    
La práctica de este santo tiempo pascual se resume en la alegría espiritual que debe producir en las almas resucitadas con Jesucristo, alegría que es un anticipo de la bienaventuranza eterna, y que el cristiano debe ya desde ahora mantener en sí, buscando cada vez con más ardor la Vida que alienta a nuestro divino Jefe, y huyendo constantemente de la muerte, hija del pecado. Durante el período que ha precedido, debimos afligirnos, llorar nuestras faltas, entregarnos a la expiación, seguir a Jesucristo hasta el Calvario. La Iglesia nos incita ahora a la alegría. Ella misma ha desechado todas sus tristezas; ya no gime como la paloma; canta como la Esposa que ha hallado de nuevo al Esposo.
    
A fin de hacer este sentimiento de alegría pascual más universal, ella se acomoda a la flaqueza de sus hijos. Después de haberles recordado la necesidad de la expiación, concentró toda la rigidez de la penitencia cristiana en los cuarenta días que acaban de transcurrir; y después, dando libertad a nuestros cuerpos al mismo tiempo que a los sentimientos de nuestras almas, nos ha hecho llegar a una región donde todo es alegría, luz y vida, donde todo es gozo, calma, dulzura y esperanza de la inmortalidad. De este modo ha producido en las almas, aun las menos elevadas, un sentimiento análogo al que experimentan las mas perfectas; de suerte, que en el concierto de las alabanzas que suben de la tierra a nuestro adorable triunfador, no hay disonancias, y, todos, fervorosos y tibios, unen sus voces con júbilo universal.
    
Ruperto, Abad de Deutz, el más profundo liturgista del siglo XII, expresa así esta feliz estratagema de la Santa Iglesia:
    
“Hay hombres carnales que no saben abrir sus ojos para contemplar los bienes espirituales, a no ser a impulso de ciertos incentivos corporales que los estimulan. La Iglesia supo encontrar un medio proporcionado a su flaqueza para moverlos. Con este fin estableció el ayuno cuaresmal, que es el diezmo del año ofrendado a Dios; este espacio de tiempo no termina sino con la solemnidad de la Pascua, a la que luego siguen cincuenta días consecutivos sin un solo ayuno. Así los hombres mortifican sus cuerpos, sostenidos por la esperanza de que la fiesta de Pascua vendrá a librarnos de este yugo de penitencia; por sus anhelos se anticipan a la solemnidad; cada uno de los días de Cuaresma es para ellos como la parada del caminante; los enumeran con cuidado, convencidos de que el numero decrece progresivamente, y por eso esta fiesta, deseada de todos, es amada por todos, como lo es la luz para los que caminan en las tinieblas, la fuente copiosa para los que tienen sed y la tienda levantada por el Señor mismo para el viajero fatigado”.
    
¡Dichosos tiempos en que todo el ejercito de los cristianos, como expone San Bernardo, nadie claudicaba en el deber, en que justos y pecadores caminaban unidos en la practica de las observancias cristianas!
    
Ahora la Pascua no produce la misma sensación en nuestra sociedad. Ciertamente la causa radica en la molicie y en la falsa conciencia, que arrastra a tantos hombres a preterir la ley de la Cuaresma, como si no existiese para ellos.
    
De aquí proviene que tantos fieles vean llegar la Pascua como una gran fiesta, es verdad, pero apenas, se dejan impresionar por el anhelo de alegría intensa que lleva impresa la Iglesia durante estos días en toda su actitud.
    
Pero todavía están mucho menos dispuestos para conservar y fomentar, durante un periodo de cincuenta días, la alegría de que participan en corta medida, el día tan deseado por los verdaderos cristianos. No ayunaron, no guardaron la abstinencia durante la santa Cuaresma; ni siquiera la misma condescendencia de la Iglesia para con su flaqueza fue suficiente; pidieron otras dispensas; y demos gracias si no se eximieron por si mismos y sin remordimientos de estos últimos restos del deber cristiano. ¿Qué sensación puede producir en ellos el retorno del Aleluya? No fueron purificadas sus almas por la penitencia; ¡como van a tener sus almas ágiles para seguir a Cristo resucitado, cuya vida es ya más del cielo que de la tierra!
    
Pero no desarmonicemos las intenciones de la Santa Madre Iglesia, entristeciéndonos con pensamientos descorazonadores; pidamos más bien al Divino Resucitado que con su bondad omnipotente ilumine esas almas con los fulgores de su victoria sobre el mundo y la carne y que las levante hasta Sí. Nada debe distraernos de nuestra felicidad en estos días. El mismo Rey de la gloria nos dice: “¿Acaso los hijos del Esposo pueden entristecerse mientras el Esposo está con ellos?” (San Mateo, 9, 15).
    
Jesús permanece aún durante cuarenta días con nosotros; ya no padecerá más, ya no morirá: estén, pues, nuestros sentimientos en armonía con su estado de gloria y de felicidad que debe perdurar siempre. Es cierto que nos dejará para ascender a la diestra de su Padre; pero desde allí nos enviará el Divino Consolador que permanecerá en nosotros, para que no quedemos huérfanos (San Juan, 14). Sean, pues, estas palabras nuestra comida y nuestra bebida durante estos días: “Los hijos del Esposo no deben entristecerse mientras el Esposo esté con ellos”.
    
Son la clave de toda la liturgia en esta estación; no las olvidemos ni un solo instante, y experimentaremos que, si la compunción y la penitencia de la Cuaresma nos fueron saludables, la alegría espiritual no lo será menos. Jesús en la cruz y Jesús resucitado es siempre el mismo Jesús, pero en este momento nos quiere en torno suyo, con su Santísima Madre, con sus discípulos, con Magdalena, todos deslumbrados y extasiados por su gloria, olvidando en esas horas demasiado fugaces, las angustias de la Pasión.
    
Que estas hermosísimas reflexiones, acrisoladas por la unción del gran abad benedictino Dom Guéranger extraídas de su obra titulada “El año litúrgico”, nos permitan encontrar un nuevo motivo sobrenatural para anclarnos en esta santa, pacificante y profunda alegría espiritual que el Divino Resucitado nos granjeó “al tercer día de su muerte”.
    

viernes, 22 de abril de 2011

Poesía que promete

SEXTA ESTACIÓN
                 
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
     
     
Lo presintió cercano sin verlo todavía,
lo anunciaba el silbido de agónicos jadeos,
el perfume doliente que tienen las heridas,
los cuajarones rojos, los ruines clamoreos.
     
Fue midiendo distancias por el crujir del hierro,
el crispar del flagelo, el eco del ultraje,
más punzante que el cardo que ceñía su frente,
como corona en llagas de un trágico linaje.
     
A golpes de la tralla, al son de los gemidos,
contó miles de pasos hasta su cuerpo roto,
la muralla deicida le cerraba el camino,
cada piedra un escarnio, anónimo e ignoto.
     
Resuelta sin embargo al destino imperado,
en su nombre de griegas resonancias orondas,
el Salterio le dicta la vocación labrada:
“He de buscar tu rostro, Señor, no me lo escondas”.
     
“He de buscar tu rostro, Señor, no me rechaces”,

 repitió sosteniendo con las manos un lienzo,
su andar abría surcos entre fieros caínes,
mellados en el odio que asesinó El Comienzo.
     
A empellones avanza, a impulsos retrocede,
por un boscaje torvo de risas fariseas,
de innombrables traiciones, cobardías, relapsos,
las furias desatadas de venganzas  hebreas.
     
Señoreaba esas turbas la historia del pecado,
las almas condenadas del pasado y presente,
pero estaba el futuro de falsías arteras,
el próximo Iscariote  estaba ocultamente.
     
Escuchó imprecaciones más filosas que picas,
y por mujer no quiso mirar lo que veía;
se habían vuelto viernes los hombres y las cosas,
y el viernes más luctuoso  se volvió profecía.
     
Cuando al fin, frente a frente, ya sin tiempo quedaron,
la Varona del Paño y el Dios de los Amores,
se cumplió la palabra del vidente Isaías:
era Cristo la imagen de un  Varón de Dolores.
     
Milagro de la tela, misterio del Via Crucis,
Berenice prolonga ese alivio fugaz:
el Gólgota te espera, todo está consumado,
pero dame Dios mío besar tu Santa Faz.
     
Antonio Caponnetto
     

jueves, 21 de abril de 2011

Poesía que promete

HIMNO DE LAUDES
    
    
Oh sol de salvación, oh Jesucristo:
Alumbra lo más hondo de las almas,
En tanto que la noche retrocede
Y el día sobre el mundo se levanta.
    
Junto con este favorable tiempo
Danos ríos de lágrimas copiosas
Para lavar el corazón que (ardiendo
En jubilosa caridad) se inmola.
    
La fuente que hasta ayer manó delitos
Ha de manar desde hoy perenne llanto
Si con la vara de la penitencia
El pecho empedernido es castigado.
   
Ya que ha llegado el día, el día tuyo,
Y vuelve a florecer el universo,
Compartamos su gozo los que fuimos
Devueltos por tu mano a tus senderos.
   
Oh Trinidad clemente: que te adoren
Tierra y cielo a tus pies arrodillados,
Y que nosotros, por tu gracia nuevos,
Cantemos en tu honor un nuevo canto.
    
Francisco Luis Bernárdez
    

martes, 19 de abril de 2011

Históricas

BICENTENARIO DEL URUGUAY
     
     
Ha tomado estado público el inicio de los festejos oficiales por el Bicentenario de 1811 en la Banda Oriental, conmemorando el período histórico que culminó en independencia. Ahora bien, el Uruguay no tomó parte alguna en los festejos de la conmemoración, el año pasado, de los sucesos de la Semana de Mayo de 1810. Sucesos que, como se sabe, marcaron el inicio de todo el proceso ante la prisión del Rey Fernando VII, y por tanto la vacancia del Trono. Hecho que tuvo como consecuencia la formación de Juntas de Gobierno, como en España, y que los avatares posteriores culminaron, por que no decirlo, en la destrucción de esa maravillosa construcción geo-política que fueron los  Reynos de Indias, de la que se aprovecharon otros imperialismos extranjeros para atarnos, por otras vías, tal vez comerciales y culturales, a su carro avasallador.
     
A nuestro entender, nos parece profundamente equivocada la forma de percibir la Historia en nuestros días. Tanto desde el punto de vista de los hechos como desde el punto de vista socio-político.
     
No hubo aquí, mal que les pese a muchos orientales, una separación de los sucesos de Buenos Aires, sino todo lo contrario, una armonía de procederes buscando el mismo fin. Nunca mejor argumento que el propio pensamiento del General Artigas, que a dos días de su victoria en Las Piedras, envía, con fecha 20 de mayo de 1811, a Francisco Xavier de Elío, un mensaje en el que le dice: “Este ejército concluirá la obra en que se halla tan adelantado y VS hará apurar la copa de las desgracias a esos habitantes si no resuelve que sea reconocida la autoridad de la Exma. Junta Provisoria (la de Buenos Aires) de estas provicias por ese pueblo y que lleve a ella sus votos por medio de un representante conforme al reglamento publicado y siguiendo así las medidas que han adoptado todas las provincias de España para conservar ilesos los dominios de nuestro Augusto Soberano el Señor Don Fernando VII de la opresión del tirano de la Europa que ha causado tantos males cuantos toda ella experimenta”.
     
Basta entonces, a nuestro leal saber y entender, con la lectura de este breve pero enjundioso párrafo de nuestro héroe máximo, para echar por tierra todo intento que pretenda separar los sucesos de Mayo del 10 con lo sucedido en la Banda Oriental. Sólo puede ocurrírsele tal dislate a quien, enancado en un absurdo patriotismo de capilla estrecha, se niega a entenderlo, y pretende festejar aparte, como si esto no tuviera nada que ver con aquéllo.
     
¿Acaso pretende ignorarse que en la batalla de Las Piedras rindieron su sangre criollos del Regimiento de Patricios, sí, aquel del Coronel Cornelio Saavedra, de gloriosa y fecunda actuación? ¿Qué se pretende con esa separación de festejos? Tal vez sea un enigma a resolver. ¿Hay intereses político-partidarios mezclados con ese complejo anti-argentino, y se busca por todos los medios separar claramente que ellos son los “porteños” y nosotros los “uruguayos”? Reflexione el amable y paciente lector de estas líneas dictadas por el corazón ante tan sorprendentes nuevas.
     
Sabemos que las banderas artiguistas, a veces manoseadas o usadas indebidamente por grupos partidarios que dividen a la familia oriental, parafraseando a Lavalleja, no son otra cosa que la bandera creada por el General Belgrano, alistadas con las bandas punzó del federalismo. Reiteramos la pregunta entonces: ¿Qué sentido tiene ese festejo haciendo “rancho aparte”?
     
Se ignora que todos somos hispanoamericanos, integrantes de esa hermosa unidad geopolítica que fueron los Reynos de Indias, como decíamos al principio, y cuya disgregación trajo penurias. Tantas que el propio Bolívar, al fin de sus días pudo reflexionar: “hemos arado en el mar”.
     
Entonces, señores, ¿todo empezó en 1811 y terminó en la Convención Preliminar de Paz y en la Constitución de 1830? ¡Qué poca historia tenemos despojados de los restantes hermanos de América, aún de los más cercanos, y ni qué hablar de la fecunda tradición hispana!
     
Basten para cerrar estas reflexiones las palabras del ilustre historiador Don Felipe Ferreiro en “La Disgregación del Reyno de Indias”: “Si la Convención Preliminar de Paz nos privó del derecho a volver a vivir en «unión y libertad» con los demás pueblos hermanos, no por eso se apagaría en el corazón de los orientales de la generación revolucionaria, la llama del sentimiento que durante casi veinte años los había llevado a considerarse «compatriotas» de los demás indianos” (cfr. ob. cit., Montevideo, Barreiro y Ramos Editores, 1981, pág. 205).
     
Señores, se ha equivocado el camino pretendiendo festejar aparte, pues al decir de aquel insigne español de la generación del '98, Don Ramiro de Maeztu, cruelmente asesinado en jornadas trágicas para España: “en América se puede ser noble sin serlo en España”, pues todos, criollos y peninsulares tenían los fueros y derechos de los Reynos de España e Indias. Es preciso enmendar lo que debe ser enmendado, so pena de tergiversar los hechos históricos, y de dividir lo que no puede en manera alguna, por lazos de sangre y de heroísmo, ser dividido.
     
Jorge P. Andregnette Capurro
Desde el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo
     

lunes, 18 de abril de 2011

Editorial del Nº 88

LA DEMOCRACIA ES
LA ENEMIGA DEL PUEBLO
       
       
La plena incompatibilidad entre la Democracia y el Bien Común ha encontrado una nueva y dolorosa prueba. Lo mismo se diga, y por ende, sobre la contradicción inevitable entre los partidócratas y el cuidado de la nación. Esa nueva prueba a la que aludimos es el conflicto desatado por el flamante Ministerio de Seguridad en relación con la Policía Federal.
       
Ningún tecnicismo necesitamos conocer para ratificar enérgicamente lo antedicho. Preguntarse de quiénes son las culpas, de quiénes las deudas, a quiénes corresponde cuidar tal área o solventar las guardias adicionales, es mentar lo baladí frente a la esencial y visible tragedia de un gobierno que, para complicar al estúpido que juzga absurdamente su rival, no trepida en desguarnecer aún más los espacios públicos, precisamente en el momento en que la inseguridad arrecia y el delito acrece.
       
Al ciudadano de a pie no le van ni le vienen los términos jurídicos del debate, sino las consecuencias mortales constatadas a diario, al verificar la indefensión en que lo dejan los poderes públicos. Pero es que precisamente ese ciudadano de a pie es el único que no cuenta para el sistema democrático. Objeto de todo tipo de declamaciones y sujeto de promesas electorales miles, el conjetural “soberano”, en la práctica, es nada más que un cautivo indefenso en las manos insanas de los rapiñadores del poder. El argentino promedio experimenta a un altísimo costo lo que si supiera teorizar enunciaría con precisión doctrinaria. A saber, que la democracia es el principal enemigo del pueblo.
       
Sin embargo, a este episodio policial —emblema, como decimos, de la incongruencia entre el sistema y la benevolencia colectiva— le faltaba aún una cuota de cinismo cruel, y la ministra Garré no trepidó en ofrecerlo, que para eso está preñada de un pasado criminal, tanto como provista de un presente siniestro. Sucedió que, concluyendo la primera semana de abril, esto es, en medio de la crisis social por las insensatas medidas adoptadas, no tuvo la mejor ocurrencia que colocar una placa en el viejo edificio que fuera de Coordinación Federal, de la Policía Federal.
       
Pero la susodicha placa no era para recordar condenatoriamente el atentado del que fue objeto la institución, el 2 de julio de 1976, llevado a cabo por las organizaciones terroristas. Tampoco para rendir tributo a quienes fueron sus víctimas, más de veinte muertos y de setenta heridos; ni menos para condenar la terrible voladura, tristemente común en los procedimientos guerrilleros. Nada de eso. La placa es un homenaje a los asesinos; a esa juventud maravillosa que en dicho lugar habría sido “detenida, torturada y exterminada”, pidiéndose para ellos “memoria, verdad y justicia”.  Unas semanas antes, claro, Firmenich y Verbitsky, partícipes directos del criminal suceso, habían sido sobreseídos definitivamente por la justicia contranatura del kirchnerismo. Como mucho nos tememos que los más jóvenes no puedan justipreciar adecuadamente esta indecible aberración, digamos en dos trazos, que el gesto sería equivalente a levantar en el Japón de hoy un monumento al tsunami, o en honrar en el patio de la escuela de Río de Janeiro al enajenado que acaba de matar sus alumnos, o en desligar de toda responsabilidad a la Thatcher por el alevoso hundimiento del Crucero General Belgrano.
       
Que la policía haya permitido sin hesitar tamaño vejamen a sus caídos y a su propia guerra justa, mide la corrupción en que se halla, mucho más que las proverbiales coimas o turbiedades siempre vigentes. Que un acto de tamaña subversión moral —sí, no hay otro nombre adecuado que el de subversión— sea ya noticia corriente entre los quehaceres gubernamentales y permanezca impune, retrata la hondura de un mal cuya naturaleza última es demoníaca. Y que “la maldad insolente” haya emergido de la letra de un tango para enseñorearse con lenidad sobre todo, bien podría ser el tema para una reflexión parusíaca, como lo vienen haciendo algunos especialistas.
       
Entre tantas mentiras, este Gobierno ha elaborado una que le da buenos dividendos. Según la misma, sus más encarnizados enemigos serían un conocido imitador de Freddy Mercury, una anciana dedicada a servirse el almuerzo en público, un hebreo baboso palmanalgas, o un par de periódicos que jamás han conocido mayor norte que el negocio. Si alguna vez se topara con un enemigo real, entitativo, veraz e insobornable, otro podría ser el curso de la historia.
       
Esta enemistad total y sin concesiones con la perversión democrática es la que urge fortificar y expandir. Los restantes son caminos funcionales a la perdurabilidad del modelo.
       
Antonio Caponnetto
       

domingo, 17 de abril de 2011

Meditaciones para Semana Santa

DE LA ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN CON LOS RAMOS
           
          
DE LA CIUDAD DE JERUSALÉN
        
Pues como se llegase ya el tiempo en que el Salvador tenía determinado ofrecerse en sacrificio por la salud del mundo, así como Él por su propia voluntad se quiso sacrificar, así por ella misma se vino al lugar del sacrificio, que era la ciudad de Jerusalén, para que en la ciudad y en el día que el cordero místico era sacrificado, en este lo fuese también el verdadero, y donde habían sido tantas veces muertos los profetas, allí también lo fuese el Señor de los profetas, y donde poco antes había sido tan honrado y celebrado, allí fuese condenado y crucificado; para que así fuese su Pasión tanto más ignominiosa cuanto el lugar era más público y el día más solemne.
       
Y por esto, habiendo escogido la aldea de Belén para su nacimiento, escogió la ciudad de Jerusalén para este sacrificio, porque la gloria de su nacimiento se escondiese en el rinconcillo de Belén y la ignominia de su Pasión se publicase más en la ciudad de Jerusalén.
              
DE LA ALEGRÍA Y PRONTITUD DEL SALVADOR            
Entrando, pues, en esta ciudad, fue recibido con grande solemnidad y fiesta, con ramos de olivos y palmas y con tender muchos sus vestiduras por tierra y clamar todos a una voz: Bendito sea el que viene en el nombre del Señor: Hosanna en las alturas.
            
Primeramente se nos ofrece luego que considerar la grandeza de la caridad de nuestro Salvador y la alegría y prontitud de voluntad con que iba a ofrecerse a la muerte por nosotros, pues en este día quiso ser recibido con tan grande fiesta en señal de alegría y fiesta que en su corazón había, por ver que se llegaba ya la hora de nuestra redención.
              
Porque si de Santa Águeda se dice que, siendo presa por cristiana, iba a la cárcel con tan grande alegría como si fuera llevada a un convite por la honra de Dios, ¿con qué prontitud y devoción iría el que tanto mayor caridad y gracia tenía cuando fuese a obrar la obra de nuestra redención por la obediencia y honra del mismo Dios?
           
Donde claramente aprenderás con qué manera de prontitud y voluntad debes entender en las obras de su servicio, pues con tanta alegría entendió Él en las de tu remedio; acordándote que, por una parte, dice el Apóstol que huelga mucho Dios con el alegre servidor, y por otra, dice el profeta: Maldito sea el hombre que hace las obras de Dios pesada y negligentemente.

TE HA DE ENRIQUECER A COSTA SUYA            
Considera también las palabras de la profecía con que esta entrada se representa, que son éstas: Alégrate mucho, hija de Sión, y haz fiesta, hija de Jerusalén, y mira como viene para ti tu Rey, pobre y manso, asentado sobre una asna y un pollino hijo suyo.  Todas estas palabras son palabras de grande consolación.
          
Porque decir “tu Rey y para ti” es decir que ese Señor es todo tuyo y que todos sus pasos y trabajos son para ti.  Para ti viene, para ti nace, para ti trabaja, para ti ayuna, para ti ora, para ti vive, para ti muere y para ti, finalmente, resucita y sube al cielo.
              
Y no te escandalice el nombre de rey, porque este Rey no es como los otros reyes del mundo, que reinan más para su provecho que para el de sus vasallos, empobreciendo a ellos para enriquecerse a sí mismos y poniendo en peligro la vida de ellos por guardar la suya.  Mas este nuevo Rey no ha de ser de esta manera, porque Él te ha de enriquecer a costa suya, y defenderte con la sangre suya, y darte vida perdiendo Él la suya.  Porque para esto dice Él por San Juan que le fue dado poderío sobre toda carne, para que a todos los que fueren suyos les diera Él la vida eterna.  Este es aquel principado de que dice el profeta que está puesto sobre los hombros del que lo tiene y no sobre los de su pueblo, para que el trabajo de la carga sea suyo y el provecho y fruto sea  nuestro.

MANSO Y HUMILDE PARA QUE YA NO HUYAS                
Y dice más; que viene manso y asentado sobre una pobre cabalgadura.  De manera que aquel Dios de venganzas, aquel que está sentado sobre los querubines, y vuela sobre las plumas de los vientos, y trae millares de carros de ángeles a la par de sí, ese viene ahora tan manso y humilde como aquí se nos representa, para que ya no huyas de Él, como lo hizo Adán en el paraíso y como el pueblo de los judíos cuando le daba la ley, antes te llegues a Él viéndolo hecho cordero de león.  Porque el que hasta aquí no venció tu corazón con la fuerza del poder ni con la grandeza de la majestad, quiere ahora vencerlo con la grandeza de su humildad y con la fuerza de su amor.
               
Esta es la nueva manera de pelear que escogió el Señor, como dijo la santa profetisa: Y con esto quebrantó las fuerzas de sus enemigos y venció sus corazones.
                 
Y esto es lo que por figura se nos representa en este tan solemne recibimiento que aquí se hizo, donde, como dice el evangelista, toda aquella ciudad se revolvió, y todos salieron a recibirlo con ramos de palmas y olivos en las manos y otros echando sus vestiduras por tierra, cantando sus alabanzas y pidiéndole la salud eterna.
               
DE LAS VOCES, LOS RAMOS Y LAS TÚNICAS                 
Entonces, pues, comenzaron luego los hombres, unos a cortar ramos de olivo, despojándose de sus haciendas y gastándolas en obras de piedad y de misericordia, que por el olivo es entendida, y otros pasaron más adelante, que extendieron sus ropas por tierra para adornar el camino por donde iba el Salvador, que son los que con la mortificación de sus apetitos y sus propias voluntades, y con el castigo y maltratamiento de su carne, y con la muerte de sus propios cuerpos, sirvieron a la gloria de este Señor, como lo hicieron innumerables mártires, que dejaron arrastrar y despedazar las túnicas de sus cuerpos por la confesión y gloria de Él.
            
En lo cual se nos encomiendan tres maneras de virtudes con que hemos de salir a recibir a este Señor cuando viene espiritualmente a nuestras almas.  La primera es la oración, figurada en aquellos que lo alababan con sus voces y le pedían salud.  La segunda es la limosna y misericordia, que es figurada en los otros que cortaban ramos de olivo, porque ya dijimos que por el olivo se entiende la misericordia.  La tercera es la mortificación de la carne y el menosprecio de sí mismo, que es figurada por aquellos que arrastraban sus ropas por tierra para que fuesen pisadas y acoceadas por honra de Cristo.
               
De las cuales virtudes, la primera, que es la oración, se debe a Dios; la segunda, que es la misericordia, al prójimo; mas la tercera, que es la mortificación, debe el hombre a sí mismo.
                 
Estas son tres cruces espirituales que ha de traer el cristiano siempre sobre sí, y cuando se levantare por la mañana, así como acabare de dar gracias a Dios y encomendarle todo el curso de aquel día, luego se ha de cargar de estas tres cruces que son estas tres grandes obligaciones y andar todo el día con una perpetua atención para cumplir con ellas, trayendo un corazón devotísimo para con Dios, y otro piadosísimo para con su prójimo, y otro muy severo para consigo, castigando su carne, refrenando su lengua y mortificando todos sus apetitos.

DE LO DESLEAL QUE ES EL MUNDO                 
Sobre todo esto tienes también aquí un grande argumento y motivo para despreciar la gloria del mundo, tras que los hombres andan tan perdidos y por cuya causa llegan a tantos extremos.
            
¿Quieres, pues, ver en qué se debe estimar esa gloria?
                  
Pon los ojos en esta honra que aquí hace el mundo a este Señor, y verás que el mismo mundo que hoy lo recibió con tanta honra, de ahí a cinco días lo tuvo por peor que Barrabás y le pidió la muerte y dio contra Él voces diciendo: ¡crucifícalo, crucifícalo!  De manera que el que hoy lo predicaba por hijo de David, que es por el más santo de los Santos, mañana lo tiene por el peor de los hombres y por más indigno de vida que Barrabás.
          
Pues ¿qué ejemplo más claro para ver lo que es la gloria del mundo y en lo que se deben estimar los testimonios y juicios de los hombres?
              
¿Qué cosa más liviana, más antojadiza, más ciega, más desleal y más inconstante en sus pareceres que el juicio y testimonio de este mundo?
                 
Hoy dice y mañana desdice; hoy alaba y mañana blasfema; hoy livianamente os levanta sobre las nubes y mañana, con mayor liviandad, os sume en los abismos; hoy dice que sois hijos de David, mañana dice que sois peor que Barrabás.
                
Fray Luis de Granada
              

sábado, 16 de abril de 2011

viernes, 15 de abril de 2011

Religiosas

BREVE REFLEXIÓN
SOBRE EL ANTISEMITISMO
     
        
Es un tópico hablar hoy del anchuroso espacio que ocupa la mentira, de tal modo se ha hecho carne en nosotros el no llamar a las cosas por su nombre que la sola pretensión de poner en las palabras usuales una cierta claridad y precisión significativa, aparece como una manifiesta intención de herir la susceptibilidad de alguien o corregir la plana de algunos de esos mensajes mendaces a los que son tan aficionados los representantes oficiales de cualquier institución, empezando por las eclesiásticas y terminando por las estatales. El tema del holocausto judío figura en todos los diarios e inspira una serie de escritos entre la fauna más heterogénea de los plumíferos profesionales, que querer comprender lo que quieren decir supone un esfuerzo por encima de las posibilidades de cualquier caletre empeñado en tener una idea clara del asunto.
     
El mismo término judío tiene una serie de significaciones tan poco precisas como cargadas de sentimientos dispares, que hacen más difícil un uso semántico seguro. Se aplica a una religión, a un pueblo, a una raza, a una nación o a una actitud existencial frente a la figura de Cristo. Por supuesto que todas, y cada una de tales designaciones puede entrar con su carga de denuestos, zalemas, adulaciones e insultos sin que ninguna termine de satisfacer al implicado que, como Simone Weil, no se sentía señalada específicamente por ella y esto aumentaba su perplejidad al sentirse perseguida por algo que jamás había hecho suyo, con perfecta conciencia de sus implicaciones.
     
Esta tribulación declarada por Simone Weil ante Gustave Thibon, debe haber sido la de muchos otros en condiciones semejantes que, si bien se consideraban implicados en una persecución general, no lograban comprender muy bien a título de qué se los perseguía: no tenían fe religiosa, no eran sionistas, estaban dispuestos a mezclar su sangre sin grandes inconvenientes, era tan indiferentes con respecto a Cristo como lo eran con respecto a Abraham del que se decían descendientes; carecían de dinero y no conseguían créditos con más facilidad que cualquier otro. ¿Tenían aspectos de judíos? Generalmente sí, y esto los ponía en situación de ser marcados con una prontitud que hubieran deseado menos rápida.
     
Leí el caso de uno de ellos que, por precaución de los padres no había sido circuncidado, pero que tenía tal pinta de judío que debía echar mano a la bragueta cuatro o cinco veces por día para evitar que lo expulsaran de París o fuera a parar a un campo de concentración como el pobre Max Jacob, a quien el cristianismo no le había hecho crecer el prepucio.
     
De cualquier modo y cualquiera fuere su consistencia ideológica existe un “lobby” internacional judío que hace sentir una presión tan fuerte sobre la Iglesia Católica, que ha inspirado modificaciones en los misales y hasta se habla de una depuración del Evangelio de Juan, acusado de inspirar los peores sentimientos anti-semitas.
     
Y hete aquí una nueva locución que ha entrado en el vocabulario moderno para mayor confusión de las mentes y entender la amplitud de los sentimientos contrarios al judío con una designación que abarca todos los pueblos que hablan una lengua de origen semítico: árabes, coptos, sirios, arameos, libaneses, etc. Hoy, el anti-semitismo es un movimiento de repulsa tan universal que no creo que exista una persona capaz de abarcarlo en toda su plenitud de una sola corazonada, por mucha confianza que tengamos en la capacidad difusiva del odio.
     
El judío existe, probablemente no es ninguna de esas cosas que señalaba Simone Weil, pero hace sentir su presencia con tal fuerza y con tanta tenacidad sobre la Iglesia Católica que nos hace pensar que existe, precisamente, para el castigo y la confusión del clero modernista, que hace toda clase de concesiones y cumplidos para atraer la simpatía de esta agrupación humana, siempre dispuestos a someterla a un juicio definitivo ante el tribunal de la historia.
     
Es verdad que no todos los judíos son ricos, pero el “lobby” lo es y el Tribunal de la  Historia como la misma Iglesia, suele ser muy sensible a un montón de dólares bien distribuidos. Al fin de cuentas, ¡qué diablos!  Somos judeo-cristianos y esto está escrito en los documentos pontificios y lo afirman la pléyade de teologillos que se suponen administradores titulares de las verdades conciliares.
     
Es una designación muy nueva y no parece tener un gran apoyo en las Sagradas Escrituras que, como todos ustedes saben, han sido demasiado influidas por el anti-semitismo de Juan y Pablo, ambos solemnemente empeñados en llamar “judíos” a los que se oponían abiertamente a Cristo y señalar como “hebreos” a los miembros del pueblo de Israel que podían hallarse en una actitud de perplejidad frente a la figura de Jesús de Nazareth.
     
Si esto así es, tenemos que “judío” es el hebreo que no admitió que Jesús fuera el Mesías y complotó con los saduceos y los fariseos para lanzar contra Él una condena de muerte en la cruz. De esta manera hablar de religión judeo-cristiana es un absurdo y una manifiesta contradicción en los términos, en primer lugar porque la religión es la revelación de Dios y no un artilugio fabricado por los hombres, de manera que el término judía para señalar la procedencia nacional del producto no resulta conveniente. En segundo lugar, si llamamos judío al hebreo que rechazó el mesianismo de Cristo no podemos envolverlo en la responsabilidad de aquello que combatió con denuedo. El judío puede ser culpable de la muerte de Cristo pero no de su culto al que expresamente, y en todas las oportunidades que tuvo, trató de destruir.
     
¡Ah!  ¡Entonces usted es anti-judío y por ende también anti-semita y casi seguramente nazi!
     
Estas son las probables complicaciones de una simple discusión en torno al verdadero significado de una palabra. ¿Quién me metió a mí a querer descubrir lo que quería decir judío y la inclusión de este término en una serie de locuciones en las que no se advertía claramente su sentido? Resulta que ahora no solamente soy un opositor sistemático al judaísmo, sino a todo el mundo de habla semítica en general y pertenezco, de hecho, a esa escoria del universo que se llama nazismo.
     
No crea el lector eventual de estas líneas que exagero y me alabo de una probable acusación que nadie tiene interés en hacerme. No, la acusación existe y ha tomado forma pública en un periódico escrito en alemán y distribuido en la comunidad judía de Buenos Aires, ahora y hace poco, le ha tocado el turno al querido Antonio Caponnetto. Es un indicio claro de la dificultad de poder hablar de los judíos sin provocar una reacción pasional en donde pululan los reproches del más grueso calibre y de las más antojadizas imputaciones. Decir que no soy nazi me ha parecido siempre una exculpación innecesaria y casi ridícula. Siempre que he hablado de ese movimiento político y lo he hecho en algunos libros míos, me he colocado en la posición que corresponde a un católico tradicionalista, absolutamente ajeno a las lucubraciones racistas de esa mezcla de gnosis y neo paganismo ario.
     
He escrito algo y he hablado en alguna conferencia sobre la personalidad de Arturo de Gobineau y sin dejar de rendir homenaje a su talento literario, no he ocultado un irónico alejamiento de su explicación zoológica de la historia de las civilizaciones. Por lo demás, meterlo a Gobineau en una aventura anti-judía o anti-semítica me ha parecido siempre una clara manifestación de ignorancia o el deseo de embarcarlo en la promoción del nazismo por la interpretación abusiva que hizo Rosenberg de su tesis racista.
     
Gobineau fue siempre un gran admirador de los judíos, a quienes regalaba con el atributo casi ario de su origen racial. En un intercambio de cartas con Tocqueville, expresa su admiración por el Islam, donde sobrevive con toda violencia un judaísmo militar y agresivo que era completamente de su agrado.
     
Cuando la fe católica se debilita y la dirección de la Iglesia cae en manos de gente poco apta para las actitudes que impone el comando, surge de los abismos de la conciencia cristiana ese sentimiento de culpa que dormita en el fondo de todo pecador e impone la necesidad de un “mea culpa” para restablecer la concordia con Dios. La Iglesia ha impuesto el sacramento de la confesión y éste provoca en el alma ese renacimiento en el que se recupera la salud espiritual y se comienza de nuevo con un sano olvido de los pecados que han obtenido el perdón.
     
El signo más claro del debilitamiento aparece cuando el sentimiento de culpa perdura y se extiende más allá del perdón obtenido como si encontrara un cierto placer en el mantenimiento de la condición de indignidad. La culpa ha dejado de ser el resultado de una caída personal y se ha convertido en una suerte de enfermedad colectiva, de abyección pastoral, en la que se envuelve a toda la Iglesia como si fuera ésta la portadora de un pecado nefando de lesa humanidad.
     
Esta es la situación que las autoridades de la Iglesia han creado con respecto al judaísmo y que imponen a los creyentes como si todos ellos cargaran sobre sus espaldas el crimen de haber acusado a los judíos de un deicidio que, al parecer, nunca cometieron. Es verdad que los judíos que pidieron la muerte del Mesías han muerto ya hace varios siglos y sus descendientes no pueden estar directamente complicados en la crucifixión de Cristo, pero cuando se acepta una herencia con la plena conciencia de lo que ella implica, se carga sobre los hombros todo el peso de un rechazo espiritual que es parte, casi total de la heredad aceptada. No he intervenido para nada en el asesinato de Luis XVI ni de María Antonieta, pero si soy republicano francés y me hago cargo de todo cuanto este asentimiento implica, admito ser un regicida y no estoy tan libre como creo de la sangre derramada en nombre de los ideales a los que adhiero. Nazco en el seno de la comunidad judía y en tanto no tenga clara conciencia de la actitud religiosa que debe adoptar con respecto a Cristo, puedo ser perfectamente inocente de su muerte, pero cuando comprendo bien en donde estoy parado y admito la plena responsabilidad de mi herencia religiosa acepto que una parte de su sangre caiga también sobre mí mismo.
     
¡Ah! ¡Perfecto! Entonces usted al declararse cristiano hace suyos todos los crímenes cometidos por los cristianos en su historia milenaria.
     
Ninguno de esos crímenes constituye un elemento intrínseco y definitorio del cristianismo. El rechazo de Cristo y la complicidad en su juicio es parte esencial de la posición religiosa del judío, es lo que lo define y explica. Sin eso el judaísmo no sería lo que es y por lo tanto no existiría como tal. Si existen otros crímenes en la historia del pueblo hebreo no entran a título de componente formal de su composición, de manera que tienen sus cabezas responsables y corresponde al tribunal de la historia señalar sus nombres y determinar sus culpas.
     
Los hebreos que aceptaron el mesianismo de Cristo Jesús y fundaron la Iglesia dejaron de ser judíos en el sentido estricto del término y se convirtieron en cristianos. Cuando se habla de una culpa popular y se reprocha a Israel la comisión de un deicidio, se habla de una culpabilidad asumida por todos los que tienen clara conciencia de pertenecer a un pueblo constituido como tal a raíz de ese crimen.
     
La posición adoptada por las actuales autoridades de la Iglesia Católica no hace mucho por aclarar el problema y arroja, sobre sus penumbras naturales, la confusa niebla de esa suerte de culpabilismo que parece la marca exclusiva de la conciencia esclava.  No soy esclavo y no siento sobre mi alma el peso de ningún pecado que no haya cometido personalmente. Estoy dispuesto a declararme culpable de lo que he hecho y aún de lo que he omitido, pero de ninguna manera me siento arrepentido por los desmanes que, falsa o verdaderamente, puedo atribuir a otros.
     
Los judíos acusan a la  Iglesia Católica de no haber hecho oír su protesta contra los crímenes nazis cometidos contra su pueblo. Resulta muy difícil en el entrevero de un acontecimiento político de ese tamaño, medir con exactitud las culpas de uno y otro bando y señalar a los culpables con la vara de un juez inapelable: ¡Éste es el culpable y este otro no ha roto ni un plato! Lo determino yo, con la asistencia infalible del Espíritu Santo y sin dejar un margen para la inquietud o la duda. Que los judíos asuman esa responsabilidad ante la historia y lo determinen de una vez para siempre, me parece bien, al fin de cuentas son parte del pleito y tienen pleno derecho a defenderse como puedan, pero la Iglesia Católica carece de la misma seguridad y no pretende en este asunto, gozar de una infalible asistencia del Espíritu. Amén.
     
Rubén Calderón Bouchet
     

jueves, 14 de abril de 2011

Aviso


             
              
LEA Y DIFUNDA “CABILDO”
ALGUIEN TIENE QUE DECIR LA VERDAD
         

domingo, 10 de abril de 2011

Meditación para el Tiempo de Pasión

LA SEMANA SANTA: ¿SEMANA
DE VACACIONES O DE LUTO?
   
    
El Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo forman el Triduo Sacro.  Son los días de la Semana Santa, de la semana más importante de la historia de la humanidad.  Porque para nada hubiera servido la creación si no hubiera habido la salvación.

Cristo se hizo nuestro Cordero que carga con nuestros pecados.  Cristo quiere “morir a fin de satisfacer en nuestro lugar a la justicia de Dios, por su propia muerte”, dice Santo Tomás de Aquino en su “Suma Teológica” (IIIª parte, 66, 4).

La Semana Santa es la Semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

La PASIÓN significa los sufrimientos y la muerte de Cristo en la Cruz.  Pasión, Redención, Salvación y vida eterna para nosotros están vinculadas.  Sin los sufrimientos, la Cruz y la muerte de Cristo no hay salvación para ti, pecador ingrato.

Cristo acepta ser maltratado, para que tú no lo seas eternamente; Cristo acepta ser flagelado para que tú no seas flagelado por los demonios y el fuego en el infierno.

Cristo acepta gustar la tremenda sed de la crucifixión; acepta gustar la muerte amarga de la Cruz, para que tú no gustes la sed eterna de Felicidad.  Cristo acepta ser deshonrado en la Cruz para que tú no seas deshonrado y confundido en el día del Juicio Final.

Y tú, hijo ingrato, ¿qué haces en esos días de la Semana Santa mientras que tu Señor está muriendo en tu lugar para salvarte?  ¿Cómo los utilizas?  ¿A dónde vas?  ¿Por qué los profanas?

Si en esos días tu patrón te dispensa de trabajar porque es Semana Santa, Semana de Luto, Semana de la Muerte del Hijo de Dios; tú deberías saber muy bien que esos días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa.  Son días de penitencia, de oración y de lágrimas.

El Hijo de Dios hecho hombre está luchando contra el demonio y la justicia divina para librarte.  Sí, para librarte a ti y a tu familia del más grande peligro que pueda existir: el de la perdición eterna.  Sábelo, incúlcalo a tus hijos para que sean agradecidos con su Salvador.

La SANGRE que borra tus pecados es la de tu Bienhechor: Nuestro Señor Jesucristo.  Es Dios mismo Quien te lo dice: “Sin efusión de sangre no hay remisión de pecados” (Hebreos, 9, 22).  Ningún hombre puede conseguir por sí mismo el perdón de sus pecados.  Debe buscarlo en otra parte: ¿dónde? en la Sangre del Hijo de Dios que murió en la Cruz el Viernes Santo.  San Pablo dice: “En Él, por su Sangre tenemos la redención, el perdón de los pecados…” (Efesios, 1,7).

Sobre todo no digas que no has pecado y no necesitas del perdón.  Si lo dijeras manifestarías tu gran ceguera e ignorancia.  “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.  Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.  Si decimos: «No hemos pecado», lo hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros” (I San Juan, 1, 8).

El hombre no puede ofrecer sacrificio propiciatorio por sus pecados.  Nuestro Señor Jesucristo se hizo propiciación por nuestros pecados.  Él se ofrece el Viernes Santo en Sacrificio propiciatorio por ti.  Solo, mediante la Sangre de Cristo, puedes purificarte, puedes liberarte de las cadenas del pecado y de la tiranía del demonio.

Y en estos días durante los cuales Cristo esta en los tormentos de la Cruz para merecerte la salvación, tú, pecador necesitado, te vas a la playa, a pasear, a divertirte, quizás a acumular más pecados a los que ya hayas cometido.  ¡Despiértate, hermano mío, despiértate de tu letargo!  ¡Sé agradecido con tu Bienhechor!  ¡Actúa como católico verdadero!

Ve a la iglesia a ver y a escuchar lo que en tu lugar está padeciendo Cristo.  Entiende que la ingratitud atrae el castigo de Dios más bien que su misericordia.  No seas, pues, ingrato, sino agradecido.

La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e impulsarnos a la penitencia, a la sincera conversión y enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.

El JUEVES SANTO es el día en que el Señor Jesús antes de ir a su Pasión te dejó el Memorial de su Muerte.  Para aplicar los frutos de su Pasión a tu alma, instituyó el Sacramento de su Amor que es la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio para consagrarla.  Él dijo: “Haced esto en conmemoración mía”, para recordarnos lo que padeció por puro amor hacia los ingratos que somos; para comunicar a nuestras almas la santidad y el remedio contra el pecado mediante la digna recepción de su Cuerpo.

Y ¡tú irías a divertirte en ese día!  No sabes que Cristo dijo: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la Vida Eterna y Yo le resucitaré el último día.  Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida.  El que come mi Carne y bebe mi Sangre está en Mí y Yo en él” (San Juan 6, 54-56).  Y tú que pretendes ser discípulo de Cristo ¿por qué te privas del Pan celestial que sana, purifica, santifica y pacifica tu alma y tu hogar?  Si por tu culpa no aprovechas del remedio que Cristo te ofrece ¿por qué te quejas de tener problemas en tu vida, familia y trabajo?

El VIERNES SANTO es para que grites con y en la Iglesia misericordia para ti mismo y para todo el género humano.  El Viernes Santo es para que participes en las exequias de Cristo, escuchando el Evangelio de la Pasión y las Siete Palabras que son las últimas recomendaciones de Cristo, Nuestro Redentor.

Aprovecha el Viernes Santo para confesar con lágrimas tus iniquidades, lavar tu alma de la lepra del pecado con la Sangre de Cristo, participar en la Pasión de tu Salvador, para tener parte con Él en su victoria.

El Viernes Santo, sufrió Cristo para merecerte el ser librado del pecado que es el más horrible cáncer que pueda existir, y del infierno que es la más grande de las desgracias.

Y tú ¿irías de vacaciones con tantos otros neo-paganos quizás para matarte en el camino de la ingratitud?  El Viernes Santo es para que hagas el Vía Crucis, medites lo que padeció por ti tu Señor, para darte cuenta de lo que merece el pecado.

Lee los últimos capítulos de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, y mira la película “La  Pasión de Cristo” de Mel Gibson para que te des cuenta del precio que Jesucristo pagó para librarte del poder del pecado y del demonio y para hacerte hijo de Dios.

El Viernes Santo es un día de ayuno, abstinencia y penitencia; un día de silencio y de lágrimas, y de ninguna manera un día de playa, excursiones y placeres.

El SÁBADO SANTO es día de Luto.  Hombres y mujeres deberían vestirse con ropa de luto para acompañar a la Santísima Madre de los Dolores.

El Sábado Santo debería servir para meditar con espanto lo que merece el pecado, porque si al Justo que cargó con nuestros crímenes así se lo castiga, ¿que será del culpable si muere con su pecado?

En resumen, hermano mío, escucha a Dios mismo, que nos dice a cada uno de nosotros: “No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro; porque de repente sobreviene su ira, y en el día de venganza acabará contigo” (Eclesiástico, 5, 8).

Aprovecha la Semana Santa para convertirte al Señor, porque la sincera conversión y el verdadero arrepentimiento aseguran el perdón de los pecados; dan la paz al alma y —al fin— la Vida Eterna.