sábado, 14 de marzo de 2009

In memoriam: Don Juan Manuel


MARZO: GLADIOS,
ROSAS Y RESURRECCIÓN

Marzo es un mes natural y marcial según su raíz etimológica, descendiente del dios guerrero Marte, con su leyenda mortífera referida a los fatales Idus para el desprevenido Imperator Julio César, no obstante su valor, pericia militar y prudencia cívica. Tal vez sea cierta la leyenda según la cual varios adagios premonitorios le avisaron que la traición no podía ser detenida por su “muy leal Décima Legión” y que su obra iba a quedar trunca. Tal vez…

Lo cierto es que fueron designios del Señor Dios de los Ejércitos con águilas y gladios cesarianos los que prepararon la cuna de Cristo en el mundo mediterráneo de la Roma eterna, que al decir de Ortega y Gasset, “era el proyecto de organización universal”.

Pero hay mucho más en los presentes Idus de este Año de Gracia de 2009, por lo que estas semanas se llenan de plena fertilidad. En su transcurrir, con el fin de mes, nos llega la Semana de Pasión. Y de ahí, horas hasta el Viernes de la Pasión de Cristo Jesús, sin el cual no hay Victoria sobre la muerte en la Pascua. Ella es un llamado matutino que nos ha de levantar siempre, siempre. Aparece entonces ante nosotros la pregunta eterna: ¿“Ubi est mors victoria tua’’?

Desde el atalaya de estos pensamientos miremos en la lejanía astronómica a uno de los gigantes de la Patria Grande, cuyo tránsito hacia Dios se produjo el 14 de marzo de 1877. Nos referimos a Don Juan Manuel de Rosas, ante cuya memoria se inclinan los albos, cuanto oribistas, pendones orientales, haciendo propio lo que de su tierra expresara León Degrelle, poeta y cruzado heroico: “el Pasado del país nuestro es el fondo de nuestra conciencia y nuestra sensibilidad…”, agregando el Jefe de la Legión Walona: “no somos más que una unidad con los demás hombres de nuestra Patria…”

He aquí el por qué de estos párrafos dedicados al Restaurador, que configura al Héroe por excelencia. Así lo describe el mártir Jordán Bruno Genta: “…es el escogido para una difícil obediencia, para una suprema fidelidad. Su fuerza eleva a los pueblos hasta merecer la grandeza de su misión y los hace capaces de conquistar la libertad de la soberanía y el derecho a un nombre propio en la Historia Universal”.

Enfoquemos ahora su estampa de protagonista. Rosas “era el hombre más de a caballo de toda la Provincia”. Le sobraba personalidad. Su prestigio afirmado en su trato con la gente fue tomando estatura política desde 1820, y cuando su primer gobierno. Éste se acentuó con la “Campaña del Desierto”, en la que sembró simiente de trabajo y civilización como Julio César en las Galias, y en la que mostró la disciplina rígida impuesta a sus “Colorados del Monte”, cuerpo militarizado similar a la Décima Legión preferida por el Caudillo Romano de la antigüedad.

El advenimiento al gobierno del “Gaucho de los Cerrillos” ya se había abierto cuando acaeció el infame asesinato de Manuel Dorrego (1828), víctima de las maquinaciones inglesas en los días en que era seccionada la Provincia Oriental, tierra a la que contribuyera a liberar con su ayuda al General Lavalleja. Pocos años después, en febrero de 1835, la Patria “se sacudía espantada” ante el crimen cometido con el séquito y la persona del “Tigre de los Llanos”, General Juan Facundo Quiroga, que tenía la gloria imperecedera de haber resistido las concesiones mineras a Inglaterra y enfrentado las masónicas leyes rivadavianas a lanza y sable, llevando al frente la bandera de la tradición en la cual lucía la divisa “Religión o Muerte”.

La sangre de su mejor amigo derramada en Barranca Yaco hirió a Don Juan Manuel de tal manera, que hasta en las líneas de algún manuscrito de esas horas se observan rasgos especiales. Para enfrentar el caos y castigar a los criminales acepta la gobernación con la Suma de Poder Público. Era el 7 de marzo de 1835.

Desde ese momento y hasta 1852 fue el Restaurador de las Leyes, el César de la Patria Grande. Orientó su gestión de gobierno con una política nacionalista y americana. En lo económico terminó con el liberalismo aduanero, disponiendo normas de protección.

Su decreto del año 1835 fue “más proteccionista que la política establecida por Artigas”, golpeando fuertemente a las importaciones con recargos especiales, con lo que benefició a las tejedurías y a los agricultores criollos. Cabe señalar en cuanto al mercado interior la exoneración del pago a los productos pecuarios uruguayos y a los que “por tierra” llegaran desde Chile.

La disolución del Banco Nacional, instrumento del comercio inglés y de la oligarquía unitaria, merece ser destacado con unos párrafos del decreto rubricado por el Restaurador. Leamos: “Esta institución ha contaminado a la provincia…
(se ha convertido en) árbitro de los destinos del país… y de la suerte de los particulares… dio rienda suelta a todos los desórdenes que se pueden cometer con una influencia tan poderosa…”

Cuando el expansionismo inmoral de Francia e Inglaterra envolvió las orillas del Plata, Rosas fue brazo poderoso en la defensa del “Sistema Americano”. Era la Patria Grande de la edad heroica que los historiadores plumíferos de las logias declararon baldía.

Hoy, don Juan Manuel de Rosas regresa, y su figura cobra dimensión y presencia cuando vemos degradarse las soberanías nacionales sometidas a los poderes mundialistas como la OTAN, el Banco Mundial, el G8, el FMI y las Cortes Penales Internacionales, establecidas con sentido siniestro por la tiránica sinarquía globalizadora.

Por ello, hoy más que nunca, le decimos al Ilustre Restaurador: ¡PRESENTE!

Luis Alfredo Andregnette Capurro

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