sábado, 22 de noviembre de 2008

Feliz cumpleaños


EN LA FIESTA
DE BLAS

El 22 de noviembre, festividad de Santa Cecilia, llegó a sus primeros noventa años nuestro querido amigo, maestro, camarada y hermano, Blas Piñar. No cometeremos la torpeza de intentar en dos líneas una semblanza de su obra notable; ni cometeremos la desubicación de rendirle un homenaje de esos que más semejan un obituario que un festejo. Blas —que entre otros dones, ha sido tocado por el del permanente y chispeante sentido del humor— no nos lo perdonaría.
Sólo queremos decir la verdad. Y la verdad es que los noventa años de la vida de este hombre singular, estuvieron consagrados por entero a Cristo Rey y a la España Eterna. Consagrados sin reservas, sin vacilaciones, sin desmayos ni pausas. Consagrados cuando la lozanía de la juventud lo acompañaba, y cuando la enfermedad destrató su cuerpo; cuando la Iglesia y nuestra Madre Patria eran dos realidades fulgurantes, y cuando ambas cayeron bajo las desgarraduras de la traición y del dolor.
El mérito enorme de Blas —el que ni siquiera los peores enemigos han osado jamás ponerlo en cuestión— es el de la coherencia, el de la lealtad, el de la fidelidad a los ideales de la Cruzada. Por esos ideales sigue dando batalla, y nosotros profesándole nuestra admiración y nuestro afecto. Ejemplo de lucidez y de coraje, de patriotismo militante y de sentido apostólico de la vida, le llegue desde estas llagadas tierras argentinas, que alguna vez formaron el mismo Imperio con las de Iberia, nuestro saludo diestra en alto, y el inclaudicable grito de ¡Arriba España!

Un bello de texto de Don Blas, que vale la pena recordar:


HIPÓCRITAS

Los que se amedrentan y atemorizan ante las explosiones termonucleares por vía de ensayo, y no tuvieron escrúpulos para lanzar la primera bomba atómica sobre los seres indefensos de Hirosima.

Los que condenaron al fuego hombres y ciudades, y en Nüremberg se erigieron en jueces de los criminales de guerra.

Los que hoy, pusilánimes y temblorosos, llaman la atención sobre el peligro comunista, y se aliaron con el comunismo entregándoles como botín patrias y culturas.

Los que alardean, vocingleros, de anticomunistas, y, en el fondo, buscan anhelantes una fórmula de coexistencia que les permita vivir tranquilos, aunque millones de hombres continúen gimiendo como esclavos los que firman alianzas y establecen bases estratégicas de carácter militar en países a los que llaman amigos, y luego los abandonan indiferentes y mudos cuando estos países se encuentran en el momento difícil.

Los que incitan a la lucha por la libertad movilizando voluntades con espíritu de sacrificio, y después, iniciada la lucha, permanecen impasibles ante la represión brutal del enemigo.

Los que hicieron su historia y su grandeza volando buques y atribuyendo culpas para justificar la intervención armada en beneficio propio, y ahora se escandalizan de sus mejores discípulos.

Los que hablan de libertad de pensamiento y de libertad de prensa, y de modo sistemático, y con arreglo a prejuicios irreformables, ahogan ciertas noticias, las desfiguran o las inventan, y en vez de una censura inspirada, aunque cometa errores, en el bien común, crean tantas censuras solapadas y clandestinas como intereses sectarios o grupos de presión económica y política.

Los que presumen de anticolonialistas, y al exigir la independencia y la autodeterminación de los pueblos subdesarrollados, pretenden uncirlos al yugo de una total dependencia económica.

Los que quisieron o toleraron la división de Berlín, de Alemania, de Corea y del Viet-Nam, y se rasgan las vestiduras y atropellan el derecho por la división del Congo.

Los que facilitaron armas, brindaron aliento y proporcionaron la mayor propaganda gratuita a Fidel Castro, y se estremecen ante los horrores del sistema y, lo que es más grave, ante su enorme fuerza de contagio.

Los que mantienen relaciones diplomáticas con las naciones ocultas tras el telón de acero o el telón de bambú, y patalean si otros Gobiernos de la órbita occidental aspiran a seguir su ejemplo.

Los que juegan a mantener gobiernos liberales sin apoyo popular auténtico y sin obra social entre las manos a sabiendas de su enorme debilidad para oponerse al marxismo.

Los que ofrecen millones en concepto de ayuda generosa, y abonan precios de hambre por la riqueza obtenida en los países a los cuales la ayuda se ofrece.

Los que predican los derechos del hombre, y, sin embargo, le arrancan el derecho a la vida al impedir los movimientos migratorios, condenan al hambre a millones de ciudadanos y estimulan, sin preocupaciones morales, el control de los nacimientos y el aborto.

Los que hablan de democracia, de sufragio universal y de un hombre un voto, y después condicionan el voto al pago de un impuesto, para evitar el voto de los negros pobres, o al conocimiento del inglés, para evitar el voto de los ciudadanos de raíz cultural distinta; los que exigen el respeto a las minorías, y ahogan con hábil y paciente terquedad a las que existen dentro de las propias fronteras.

Los que mientras favorecen las llamadas reivindicaciones territoriales de otras naciones mantienen con orgullo colonias inútiles en países soberanos.

Los que hacen del pacifismo y de la no violencia adagio y norma de conducta, y usan la fuerza cuando así lo consideran oportuno.

Los que a un tiempo atropellan al débil y observan una actitud cobarde respeto frente al vecino poderoso que los ofende.

Los que se dicen defensores ardientes del mundo occidental, y abren, negociando y a espaldas de Occidente, un portillo por el cual un río de divisas occidentales contribuye a aumentar la fuerza del comunismo.

Los que nos ofrecen su amistad y, a esas alturas y refiriéndose al descubrimiento de América, se atreven a escribir con carácter oficial: “It was no accident that the voyages which led to the discovery of America were led by an Italian. Italian seamanship was supreme. The exploration of the Western Hemisphere was a direct result of the inquiring mind of 15th century Italy”, desconociendo y despreciando así la obra de España.

Los que eluden el vocablo Hispanoamérica y no estarían dispuestos a conseguir consentir que se hablase de África latina.

Los que lisonjean al llamado catolicismo liberal y progresista, y buscando su colaboración y ayuda bajo el lema de comprensión, diálogo y claridad, acaban, cuando triunfan, persiguiendo y aniquilado a la Iglesia de Cristo. Pero nada es tan oculto que no se haya de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa (San Lucas, XII, 2). En estos años hemos aprendido muchas cosas, tantas y tan graves, que a nuestros hermanos podemos repetir aquello de Cristo: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”.

Blas Piñar

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