miércoles, 30 de abril de 2008

Testigo de cargo


LA DEMOCRACIA TOTALITARIA

El “pluralismo”, lejos de ser el gran mérito de la modernidad, no fue más que una etapa en su devenir. Funcionó durante unos cien años sencillamente porque en ese momento la Iglesia era fuerte y la modernidad estaba todavía comenzando a recorrer su camino. O sea, que tenían fuerzas y poder parejos.

Al final del siglo XX pasaron dos cosas de gran importancia para el proceso que estamos describiendo: el edificio de los socialismos “reales” se derrumbó estrepitosamente y eso dejó en vacancia a buena parte de la clase intelectual que había puesto sus esperanzas en el modelo, aunque criticara algunos hombres, algunas épocas y algunos detalles.

La segunda cuestión es el crack cultural de la derecha iluminista, que se ha quedado sin referentes de pensamiento y carece, en consecuencia, de ideas que pueda oponer a las de izquierda aunque se hayan impuesto las estructuras que propone en el terreno económico (capitalismo) y en el político (democracia).

Se ha producido, pues, un acercamiento entre ambos sectores del progresismo: los unos (la izquierda) han aceptado el modelo político y económico de los otros (la derecha) y éstos han comprado el discurso cultural íntegro de aquéllos.

Pero, claro, la cosa no termina aquí. La izquierda no renuncia —no puede renunciar— a su vocación absolutista. No puede perder la batalla por la coherencia en beneficio de un pluralismo en el que nunca creyó. Entonces proyecta (y ya comienza a realizar en América Latina) una nueva forma de sociedad ideológicamente unificada: la democracia totalitaria, en la que se cumplen los ritos de la democracia a secas pero tras eso se esconde un dominio cultural total.

Lo políticamente correcto, el pensamiento único, son toscos anticipos de lo que se viene. Dominando el Estado y los medios de difusión (y hay muchas formas de dominarlos y —en el peor de los casos— neutralizarlos) se puede cortar totalmente la palabra a los enemigos y a los adversarios, armar mecanismos (el clientelismo, por ejemplo) para perpetuarse en el poder, pero sobre todo imponer el dogma progresista.

Luego, poco a poco, la sociedad se hará coherente. Se limarán las principales contradicciones y se dejará un limitadísimo margen de libertad. Entonces —y sólo entonces— la modernidad habrá llegado a su esplendor y del mito del pluralismo ya nadie se acordará.
Aníbal D’Angelo Rodríguez

lunes, 28 de abril de 2008

En la semana de la muerte del Duce (II)

EL RECONOCIMIENTO
DE JOSÉ ANTONIO


El hombre es el sistema y ésta es una de las profundas verdades humanas que ha vuelto a poner en valor el fascismo. Todo el siglo XIX se gastó en idear máquinas de buen gobierno. Tanto vale como proponerse dar con la máquina de pensar o de amar. Ninguna cosa auténtica, eterna y difícil, como es el gobernar, se ha podido hacer a máquina; siempre ha tenido que recurrirse a última hora a aquello que, desde el origen del mundo, es el único aparato capaz de dirigir hombres: el hombre. Es decir: el jefe. El héroe.

Los enemigos del fascismo perciben esa verdad por el revés y hacen de ella argumento de ataque. “Sí —reconocen—, Italia ha ganado con el fascismo, pero, ¿y cuando muera Benito Mussolini?” Creen dar con ello un golpe decisivo al sistema, como si hubiera sistema alguno que tuviese garantía para la eternidad. Y, sin embargo, es lo más probable que —cuando muera Mussolini— sobrevenga para Italia un momento de inquietud, pero un solo momento; el sistema producirá —con alumbramiento más o menos laborioso— otro jefe. Y este jefe volverá a encarnar el sistema para muchos años. Mas él (Duce, conductor) seguirá la fe de su pueblo en comunicación de hombre a hombre en esa forma de comunicación elemental, humana y eterna que ha dejado su rastro por todos los caminos de la Historia.

Yo he visto de cerca a Mussolini, una tarde de octubre de 1933, en el Palacio de Venecia, en Roma. Aquella entrevista me hizo entender mejor el fascismo de Italia que la lectura de muchos libros.

Eran las seis y media de la tarde. No había en el Palacio de Venecia el menor asomo de ajetreo. A la puerta, dos milicianos y un portero pacífico. Se dijera que el penetrar en el Palacio donde trabaja Mussolini es más fácil que tener acceso a cualquier gobierno civil. Apenas enseñé al portero el oficio donde se me citaba, se me hizo llegar —por anchas escaleras silenciosas— a la antesala de Mussolini. Tres o cuatro minutos después se abrió la puerta. Mussolini trabaja en un salón inmenso, de mármol, sin muebles apenas. Allá, en una esquina, al otro extremo de la puerta de entrada, estaba tras de su mesa de trabajo. Se le veía de lejos, solo en la inmensidad del salón. Con saludo romano y una sonrisa abierta me invitó a que me acercara. Avancé no sé cuanto rato. Y sentados los dos, el Duce empezó su coloquio conmigo.

Ya le había visto en audiencia rituaria, años antes, cuando fue recibido por varios alumnos de la Universidad de Madrid. Aparte, como todos los habitantes del mundo, le conocía por los retratos: casi siempre en actitud militar, de saludo o de arenga. Pero el Duce del Palacio de Venecia era otro distinto: con plata en el pelo, con un aire sutil de cansancio, con cierto pulcro descuido en su ropa civil. No era el jefe de las arengas, sino el de la maravillosa serenidad. Hablaba lentamente, articulando todas las sílabas. Tuvo que dar una orden por teléfono y la dio en el tono más tranquilo, sin poner en la voz el menor asomo autoritario. A veces cuando alguna de mis palabras le sorprendía, echaba la cabeza atrás, abría los ojos desmesuradamente y, por un instante, mostraba rodeadas de blanco, sus pupilas oscuras. Era notable su actitud para escuchar.

Hablamos cosa de media hora. Luego me acompañó hasta la puerta, a través del inmenso salón. No es de gran estatura; ya no tiene la erguida apostura de un jefe de milicias. Al llegar los dos a la puerta me dijo con una calma paternal, sin sombra de énfasis: “Le deseo las mejores cosas, para Usted y para España”.

Luego se volvió hacia su mesa, despacio, a reanudar la tarea en silencio. Eran las siete de la tarde. Roma, acabadas las faenas del día, se derramaba por las calles, bajo la tibia noche. El Corso era todo movimiento y charla, como la calle de Alcalá hacia esas horas. La gente entraba en los cafés y en los cinematógrafos. Se dijera que sólo el Duce permanecía, laborioso, junto a su lámpara, en el rincón de una inmensa sala vacía, velando por su pueblo, por Italia a la que escuchaba palpitar desde allí como a una hija pequeña.

¿Qué aparato de gobernar, qué sistema de pesos y balanzas, consejos y asambleas, puede reemplazar a esa imágen del Héroe hecho Padre, que vigila junto a una lucecita perenne, el afán y el descanso de su Pueblo?”
José Antonio Primo de Rivera

domingo, 27 de abril de 2008

En la semana de la muerte del Duce (I)

DUCE! DUCE! DUCE!


S
u historia más conocida había comenzado otro 28, el de octubre, con la Marcha sobre Roma, aquella incontenible riada humana que lo llevaría al poder, para desde allí formar una Italia grande: tan grande como ese corazón capaz de darle un imperio a sus compatriotas.

En aquel 1922, desde Bolzano, en los Dolomitas, hasta Palermo, en Sicilia, hombres con camisas negras se pusieron de pie para que Roma pudiera erguirse como hacía siglos lo esperaba. Empezaron a marchar, y cada vez eran más los que avanzaban, ansiosos por compartir el triunfo, sobre bicicletas y camiones, trenes y carretas, con sus consignas al aire, o escritas con carbón y cal: el “me ne frego”, el “Roma o morte!”

Alguien movilizaba aquellos ánimos, a esa muchedumbre que ya no era anónima, sino protagonista y participativa como nunca antes. Habían sido atraídos por el irresistible magnetismo de un hombre que había trabajado durante años para llevar sus ideas hasta ese punto culminante, desde el cual podría forjar la patria que soñaba.

Su nombre ya era un grito de guerra: figuraba en las banderas, en los camiones, en los cascos. Se lo vitoreaba con esperanza, con gallardía, con euforia. El grito de Italia llegaba a Roma: “¡Viva Mussolini!”

Luego, su convocatoria para formar gobierno. Las grandes obras, naturales y hasta sobrenaturales: Mussolini, “el hombre de la Providencia” (S.S. Pío XI dixit) devolvió Jesucristo a Italia e Italia a Jesucristo, como consecuencia del Tratado de Letrán. Y la “batalla del grano”, el desarrollo, la formación física y moral del pueblo…

Ayudó a la España Una Grande y Libre a ganar la Cruzada de 1936 con sus hombres y sus aviones: el C.T.V., los Savoia, la sostenida defensa en Europa de la causa franquista, el armamento y la confianza cuando más falta hacía…

La historia marca la caída de Italia y de su Partido Nacional Fascista por una derrota militar, no por el eclipse de sus ideas. Cuando nuestros enemigos quieren anatematizar algo, lo hacen dándole un nombre común: “fascismo”. Enhorabuena: para el fascismo es un nuevo timbre de gloria el ser convertido, por el imperio de un nombre, en la oposición a este mundo subvertido de los que han vencido sin convencer, los que bombardearon Roma sin comprenderla, y han permitido el ultraje del cuerpo de un hombre muerto, creyendo tal vez que así lograrían destruir su genio y anular su obra.

Hoy nos unimos a José Antonio, que lucía orgulloso en su despacho el retrato de su admirado Duce, y a Franco, que lo abrazó en Bordighera cuando los dos grandes de Europa se encontraron. También nosotros queremos abrazarnos a esa Italia de camisa negra que inició su mejor era en 1922, y con el saludo romano le ofrendamos las palabras que en 1940 compuso Agustín de Foxá en su Canto a Roma, dedicado al Duce:

Milenaria ciudad; leche de loba
tienen los labios que pronuncian firmes
la plenitud católica del Dogma.
Madre de Europa, Iberia que a tu trono
dio un Adriano viajero, y un Trajano
domeñador resuelto del Danubio

hoy saluda a tu Imperio renacido

unida a tu destino y a tu César
contra los mercaderes de Cartago

y el Sanhedrín cobarde de Ginebra
.

Rafael García de la Sierra

viernes, 25 de abril de 2008

Editorial del Nº 73


EL GOBIERNO
MIENTE

Las circunstancias por todos conocidas —llamémoslas sintéticamente las de los problemas con el campo— han obligado a la presidenta a un incremento de sus apariciones públicas, incluyendo en cada una de ellas ruidosas y altisonantes peroratas de pretendido fuste. En tales ocasiones, la preocupación dominante de la señora, amén de la exhibición de su churrigueresca estética, ha sido la de autoendilgarse un rigor intelectual, cuya posesión monopólica la habilitaría para señalar zonceras a diestra y a siniestra. Convencida de que su raciocinio se cotiza tan alto como su bijouterie, apostrofa al entero cosmos, desencajada, mientras acomoda los micrófonos con un gesto expresamente desaconsejado en los manuales de retórica.

La realidad contradice de un modo cruel las pretensiones de la mandataria, cuyo rigor más visible no es el intelectual, sino el llamado rigor mortis, propio del gobierno que preside, en el que compiten por igual el hedor y la putrefacción de los cadáveres insepultos.

No fincamos este juicio descalificatorio de su cabeza en los innúmeros peccata minuta que lleva cometidos, como considerarse a la vez hegeliana y kelseniana, o confundir la historia y la geografía nacionales, trasladando lagunas de terrenos y próceres de toponimia. Algo mucho más grave le sucede. Su insolvencia pónese de manifiesto a cada paso de su gestión, a cada tramo de su discurrir oficial, a cada movimiento de su estrategia política, a cada estertor de su ideologismo vacuo. ¿Cuál es el rigor intelectual por el que se encorseta a los medios, procurando una ponderación compulsiva del kirchnerismo; y más aún, cuál es el rigor intelectual que asocia con los enemigos a esos mismos medios, cuando no son sino el eco horrísono del pensamiento único dominante? ¿Cuál es el rigor intelectual por el que se identifica al embuste con un par de escribas o loquitores que, en sustancia, matices más o menos, no son sino de la misma naturaleza liberal y gramsciana que el poder que ahora se hace el ofendido? ¿Cuál es el rigor intelectual por el que se quiere blasonar de ciencia y precisión lógica, mientras se falsifican escandalosamente los datos de la economía y de las finanzas, amén de los de la historia y la moral? ¿Cuál es el rigor intelectual de denostar a la oligarquía, con parla calvinista, patrimonio plutocrático, oficio de usurero, lacayismo sionista y oficio de campanillero en Wall Street? ¿Cuál es el rigor intelectual de mencionar a la inclusión social como móvil y meta, en tanto las proverbiales retenciones a la actividad rural tienen destinos bien opuestos al cuidado del bien común? ¿Qué rigor intelectual tiene el párvulo Lousteau, el hampón Moreno, la zaborra Garré, el escribiente Albistur, el pistolero Taiana, el fraudulentoTimerman, il poverello Eskenazi y los idiotas Fernández? ¿En nombre de qué rigor intelectual, los orcos D'Elía y Moyano fueron declarados vestales de la res publica?

Cuando desaparece la cosmética con sus simulaciones temporarias, cuando la luz del sol marca inmisericorde las estrías rebeldes al bisturí; cuando cesa la adulación de un público rentado, la disciplinada y festiva obsecuencia del tropel de esbirros y el encanto de las concentraciones masivas obtenidas al son de un costoso montaje, lo que queda de Cristina es apenas lo que es: una chirusita indocta, maleducada y engreída, a grupas del rencor las más veces, en ancas del odio marxista siempre, y con el capitalismo salvaje como garantía de sus caprichos burgueses. No es que todo le cueste más por ser mujer, como repite monocordemente. Todo le cuesta más por ser incapaz.

Ella y el gobierno que encarna son la mentira misma. Mienten en lo esencial y fundante. Mienten si hablan del pasado y del presente, de la ciudad o del campo, de la soja o de los derechos humanos, del golpismo o del incendio de los pastizales. Mienten cuando se presentan como los únicos protagonistas de brillo o de lustre en el decurso temporal de la patria, y mienten cuando señalan como opositores a aquellos a los que han subsidiado previamente con el propósito inconfeso de que les sirvieran de alcahuetes perpetuos. Mienten tresdoblada y mortalmente, como decía el Infante Don Juan Manuel, y hasta la verdad es sospechosa en sus labios, si alguna vez la invocan, ultrajándola. Porque no es la libertad de prensa —esa fregona de la masonería— la que está amenzada por el actual despotismo. Es la libertad predicada en el Evangelio por Nuestro Señor Jesucristo.

Tarde o temprano, Cristina y sus cómplices van a tener que desalojar el poder, desde el que hoy depredan y enlodan a la Argentina. Tarde o temprano tendrán que darse por idos en esta lúgubre bacanal montonera. Tarde o temprano se marcharán con sus peronistas y radicales y travestidas y socialistas y piqueteras hordas. No lo harán nimbados de gloria, sino con vilipendio y escarnio, desprestigiados y corridos por el hartazgo de una sociedad que —aunque destruida ad nauseam, como está— todavía parece conservar algún remoto vestigio de ese “desplante de aldeana que a la hora de parida se va a lavar al río”, como cantaba Pemán.

Ese día, la Verdad, declarará su propia jornada de júbilo.
Antonio Caponnetto

jueves, 24 de abril de 2008

Presente en nuestro afán


105 AÑOS

DESPUÉS

Hoy, en el aniversario del nacimiento de José Antonio, nos ha llegado de la España Eterna un interesante documento en power point. Sólo pesa tres megas y medio.

Lo recomendamos para ver imágenes edificantes, y oír gratos sonidos. Pueden bajarlo de esta dirección web:

http://rapidshare.com/files/110175528/joseantonio.pps

José Antonio Primo de Rivera:

¡Presente!


¡Arriba España!


¡Arriba!


¡Viva España!


¡Viva!

miércoles, 23 de abril de 2008

Correo de lectores


MALA COMPARACIÓN

Sr. Director:

Es cuanto menos penoso que una verdad histórica trágica y terrible, como fuera el martirio del pueblo armenio a principios del siglo XX, resulte comparado hoy, por algunos desaprensivos y oportunistas medios de la colectividad, con la farsa hipócrita de los 30.000 desaparecidos en nuestra patria.

Como descendiente de armenios y nieto del fundador de la Primera Iglesia en América del Sud, y fundamentalmente como argentino, no puedo guardar silencio ante tan inapropiada comparación. Me refiero concretamente a las que vienen realizando personajes como los ingenieros Nalpatian o Torossian, en Córdoba.

Basta de demagogia barata. Basta de insolencia para con la tierra que cobijó a nuestros abuelos. Que no se bastardee ni se manche la memoria sagrada de un millón y medio de almas cristianas, pretendiendo igualarlas con quienes fueron responsables de un accionar asesino de filiación marxista. El poder del que hoy gozan les permite mentir impunemente, es cierto. Pero que no crean, aquellos u otros “referentes de la armenidad”, que están expresando el genuino sentir de la misma. No por lo menos de quien redacta esta carta.

Atentamente,
Marcelo David Margarian

Nota: Elevamos nuestras plegarias por el millón y medio de armenios cristianos masacrados por el infiel turco. La primera de las matanzas tuvo lugar en la noche del 24 al 25 de abril de 1915.
Que sus almas y las almas de todos los fieles difuntos descansen en paz
. Amén.

martes, 22 de abril de 2008

lunes, 21 de abril de 2008

Cultura de la vida


RAZONES CONTRA
LA EUTANASIA

En el debate sobre la eutanasia —que quiere instalarse de prepo desde este gobierno defensor a ultranza de la cultura de la muerte— se enfrentan dos posturas antitéticas. Desde una concepción inmanentista se sostiene que el hombre posee una capacidad de autodeterminación absoluta, fuera de toda dependencia, y que, por ende, tiene el derecho a poner fin a su vida cuando ésta sufre un grave deterioro. En el polo opuesto, desde un enfoque trascendentalista, que no es otro que el católico, se entiende que la vida es un don recibido que debe ser administrado conforme al plan del Creador, y que por lo tanto no podemos disponer libremente de ella.

Los partidarios de la eutanasia sostienen que, dados cuatro requisitos, se puede justificar su legalización. Éstos son: el consentimiento del paciente, la incurabilidad del enfermo, el dolor insufrible, y el móvil compasivo (suprimir ese dolor).

En primer lugar, el consentimiento carece de eficacia para transformar en lícita la transgresión, pues el derecho a la vida es un derecho personalísimo y por ende indelegable, inderogable e irrenunciable. Lo mismo pasa con la esclavitud; el Estado no puede permitir que alguien renuncie a su libertad y se venda como esclavo. Además, el consentimiento de un paciente en una situación así, afectado psicológicamente, no puede reputarse como válido, sino viciado en su voluntad. Muchas veces el enfermo puede ser inducido a pedir la eutanasia por el ambiente que lo rodea y que lo hace sentirse como una carga inútil para su familia.

Con respecto a la incurabilidad, hay que preguntarse qué certeza tenemos de ella y quién está en condiciones de declararla. Al margen de que pueda producirse un diagnóstico equivocado, hay muchas enfermedades que son incurables con un tratamiento, pero que no lo son con otro, y sobre todo existen muchas enfermedades que hasta ayer no tenían cura, como ser la sífilis, la rabia, la tuberculosis o la diabetes, pero que hoy la tienen.

El otro elemento para justificar la eutanasia se relaciona siempre con los sufrimientos insoportables. Pues bien, gracias a los avances de la ciencia médica, hoy se los puede mitigar y hasta suprimir con las terapias antidolorosas. Por otro lado, aunque es necesario luchar contra la enfermedad y el dolor, sin embargo ellos son inevitables y tienen un sentido. Como lo afirmó el psiquiatra Victor Frankl, “el hombre no se destruye por sufrir; el hombre se destruye por sufrir sin ningún sentido”.

Nadie puede sostener que la ausencia del dolor sea una condición para que una vida valga la pena ser vivida. La realidad del sufrimiento es algo que tarde o temprano todos experimentamos y que nos hace tomar conciencia de nuestra fragilidad. Lo que debemos hacer es enfrentarlo con valentía y descubrir su finalidad.

Con respecto al móvil compasivo de quien practica la eutanasia, éste resulta difícil de comprobar y verificar, pues puede encubrir motivos no altruistas, como ser el deseo de obtener una herencia, el de deshacerse de una carga molesta, evitar incurrir en mayores erogaciones, etc.; y en el caso del médico, puede haber también un deseo de desentenderse de la responsabilidad profesional, tener camas libres, realizar experimentos, reducir los gastos sanitarios optimizando la relación costo-beneficio, etc.

Una ley de eutanasia podría generar desconfianza hacia los profesionales de la salud al entenderse que su aplicación no sería indiferente para la economía de una institución sanitaria. Se destruiría así la relación médico-paciente, dando lugar a situaciones de desconfianza generalizada, sobre todo para cierta clase de personas que podrían pensar: “Si me llegaran a diagnosticar una enfermedad incurable, ¿no querrán ahorrarse un tratamiento muy costoso?” El noble oficio de los médicos es salvar las vidas o calmar los sufrimientos, cuando más que ello no se puede hacer; pero jamás consistirá en poner término a la existencia.

Por otro lado, no tenemos que confundir a la eutanasia con la obstinación o el encarnizamiento médico. Este último ocurre cuando a un paciente con una enfermedad mortal irreversible se le siguen ocasionando sufrimientos inútiles mediante tratamientos excepcionales, desproporcionados e ineficaces.

Cuando se dan todos estos supuestos, la moral cristiana admite que se renuncie a dicho tratamiento, sin que por ello estemos ante un caso de eutanasia. En definitiva, así como el derecho a una vida digna se opone a su inútil prolongación artificial, el derecho a morir dignamente también se opone a adelantar la muerte con el pretexto de suprimir el dolor.
Edgardo Moreno

domingo, 20 de abril de 2008

Poesía que promete


BALADA GUERRERA
DE ABRIL

Ha pasado el tiempo
de la nieve blanca.
Madre, Abril nos llega
como una muchacha.
Qué perfume, madre,
tiene esa montaña.
Cuando cese el fuego
saltaré a las zarzas
con moras y nidos
donde canta el agua.
De los verdes prados
sobre una varanda
una vaquerita
come sus manzanas.
Yo haré que me borde
las flechas, borradas
por vientos y lluvias,
con dedal de plata;
que el campo está hermoso
y Abril nos espera.
Bajaré a Valencia
con la primavera.

Cuando venga el tiempo
de la golondrina
rozará el almendro
en flor, mi mochila.
Yo haré un campamento
sobre una colina
entre los jarales
y la hierba fina
cuando venga el tiempo
de la golondrina.

En caballo blanco
junto a las trincheras
el capitán pasa
con cinco banderas.
Su trompeta de oro
suena en las praderas
“Secad bien la pólvora,
falanges guerreras
pronto nadaremos
sobre la Albufera”.

A sus ayudantes
dice el general
“Cambiemos el trigo
por el arrozal.
Allá entre naranjas
brilla una ciudad
con cien miradores
que dan sobre el mar”.
— “Niña burgalesa
dame tu bandera
bajaré a Valencia
con la primavera”.

Los tanques son rocas
que bordea el río
el camión sin vientre
sueña en el estío.
“Ay, dulce enfermera
quién fuera un herido
por sentir en julio
tu pañuelo frío”.
Vuela la cigüeña
sobre los caminos
su sombra es tranquila
y azul, sobre el trigo.
“Novia castellana
que borda y espera
bajaré a Valencia
con la primavera”.
Agustín de Foxá

viernes, 18 de abril de 2008

Charlas de recinto


DISCURSO NO PRONUNCIADO
POR EL LEGISLADOR
IGNOTO NONELECTUS
EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DE LA NACIÓN ARGENTINA


Señor Presidente:

Acabo de oír, con asombro y alarma, al Señor Diputado Bonasso diciendo que la exclusión del Comisario Patti de la banca para la que fue electo por el pueblo de la Provincia de Buenos Aires es una cuestión que hace “a la salud moral de la República”.

Mi asombro es por la persona elegida por el oficialismo para hacernos esa advertencia, porque a primera vista el Diputado Bonasso parecería ser la última persona que un jefe de bancada sensato debería seleccionar para tal tarea, según demostraré más adelante.

Pero primero quiero seguir el razonamiento del Diputado Bonasso, cuando nos dice que la presencia del diputado electo Patti en su banca compromete “la salud moral de la República”. Es obvio —y así lo ha dicho el mismo diputado del oficialismo— que se refiere a una presunta complicidad del diputado Patti con el Terrorismo de Estado que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983. Y esas mismas fechas me dan pie para preguntarle al Señor Diputado Bonasso qué se hizo del terrorismo de Estado que se practicó en la etapa anterior a la nombrada, esto es entre 1973 y 1976.

Desde 1983 hasta hoy todos los gobiernos de la democracia han perseguido o se han preocupado, de una u otra forma, del terrorismo de Estado de los militares, pero no se ha abierto ni una sola causa ni se ha iniciado ni una sola investigación —ni una sola— sobre los asesinados por la izquierda del período isabelino. Mentir no es sólo falsear la verdad. Mentir es también omitir parte de la verdad. Y yo aprovecho, entonces, esta ocasión que me brinda el Diputado Bonasso para decirle a él y a todos los partidos y facciones que han gobernado (por otra parte, tan exitosamente) la Argentina en los últimos 22 años, que están mintiendo.

Dicen preocuparse por la salud moral de la República y sostienen que la presencia en esta Cámara de cualquiera vinculado al Terrorismo de Estado desde 1976 ataca esa salud moral. Pero por lo visto hay terrorismo de Estado de primera y de segunda. Lo de Orwell: todos somos iguales pero algunos son mucho más iguales que otros. Es intolerable el Terrorismo de Estado… siempre que haya sido ejercido por los militares y haya derrotado a los guerrilleros marxistas.

Porque uno sospecha que por aquí pasa la diferencia: lo que le reprochan a los militares no es que los hayan combatido “por izquierda”, sino que los hayan derrotado. No puede concluirse otra cosa frente al silencio cómplice que guardan con respecto al otro Terrorismo de Estado que padecimos. ¿O será porque meterse con él sería meterse en el más endiablado y retorcido laberinto del mundo, es decir, la interna peronista?

Esto es lo primero. Lo segundo es una idea curiosa que los ex montoneros han procurado imponer en la opinión pública. Es una idea en dos tiempos. En el primero se trata de afirmar que es peor, que es más grave el terrorismo de Estado que el terrorismo a secas que en la Argentina se cobró centenares de víctimas. Esta idea enfrenta la definición de terrorismo que se usa en los Tratados Internacionales, en los cuales se trata simplemente de dos clases de terrorismo, pero terrorismo al fin (utilización de la violencia para lograr determinados objetivos políticos).

Sin embargo, admitamos que sobre esta idea todavía se puede argumentar. Pero, en cambio, lo asombroso es el segundo paso de esta afirmación. Que consiste en absolver, no perseguir ni estigmatizar, al terrorismo a secas. Es decir, hacerlo prácticamente inmune al reproche para ni hablar del castigo judicial. ¿No hemos leído en “Página/12”, el diario preferido por el Presidente Kirchner (de allí que lo subvencione generosamente con publicidad oficial) que “no se puede comparar a Videla con Rodolfo Walsh o Juan Gelman”? No equivale eso a decir que los escritores y los poetas tienen licencia para matar o para inducir a matar, mientras que los que no somos intelectuales tenemos que atenernos al Código Penal?

Por eso decía al principio que estaba asombrado de la elección del Diputado Bonasso para hablar del problema del Diputado Patti. Porque el Diputado Bonasso está en esta Cámara con las manos manchadas de sangre por los delitos que él y sus compañeros terroristas cometieron y cuya pena —pero sólo la pena— fue borrada por un oportuno indulto de su “compañero” Menem. La haya derramado directamente él o no, en sus manos hay sangre de la hija del Capitán Viola y de Paula Lambruschini. Hay sangre del Coronel Larrabure y de todos los policías y soldados muertos en cumplimiento de su deber.

Él ha hablado en sus libros de “nuestro” accionar, refiriéndose a los montoneros y con ese plural ha asumido las responsabilidades correspondientes. Por eso, Señor Presidente ¿no es una elección por lo menos curiosa la de un delincuente terrorista indultado, para atacar a un diputado electo que, si está procesado, lo está en una causa “por encubrimiento”, obviamente armada para inhabilitarlo?

La primera cosa que quise dejar sentada es, pues, esta curiosa “salud moral de la República” que es —aparentemente— tan tuerta como toda la izquierda, y por ello ve un Terrorismo de Estado pero no el otro.

La segunda es la asombrosa elección de un terrorista convicto y confeso para atacar a alguien contra el que no hay prueba alguna de que haya estado involucrado en actos de terrorismo y que en 22 años no ha sido condenado.

Y la tercera y última cosa se refiere a otra curiosidad de la salud moral de la República que con tanta vehemencia defiende el Diputado Bonasso. Ya sé que lo que voy a decir provocará una réplica indignada de la bancada oficialista “¡Cómo se puede comparar!” Pero por eso quiero comenzar advirtiendo que no comparo nada, que creo fervientemente que todas las comparaciones son odiosas. Por ejemplo, evidentemente sería odioso comparar los seis millones de ucranios que los comunistas mataron de hambre en 1932/33 con los menos de diez mil desaparecidos por el Terrorismo de Estado. Yo no haría tal comparación jamás. No se trata, repito e insisto, de ninguna comparación.

Se trata de decir que la salud moral de una República TAMBIÉN se nutre del respeto por lo bienes del pueblo argentino que les son confiados a los gobiernos. ¿Es más grave matar que robar? Sin duda. Pero robar también es grave, ¿o no? Aunque no sea TAN grave. Habrá cien diputados para recordarme la mayor gravedad de los crímenes. Pero, ¿habrá alguno que niegue la importancia de la corrupción para destruir la credibilidad del pueblo en las instituciones de la República? Pues bien, ¿al Diputado Bonasso no le preocupa defender la salud moral de la República y pertenecer a la facción de una persona que dispuso arbitrariamente de 500 millones de dólares del pueblo de Santa Cruz y nunca rindió cuentas de lo que hizo con ellos, de las acreencias y comisiones que tiene que haber producido esa enorme suma colocada en el exterior?

Si vamos a defender la salud moral de la República ataquemos a todos los que la afectan. A los Terroristas de Estado militares y policías que derrotaron al terrorismo marxista con métodos objetables. A los civiles que hicieron terrorismo de Estado en la etapa del gobierno constitucional peronista de 1973-76. A todos aquellos que defraudan la voluntad popular y utilizan los cargos públicos para hacerse fortunas particulares. A todos. No a unos sí y a otros no según sean nuestras preferencias.

Solo así podremos decir que nos preocupa en serio algo tan importante como “la salud moral de la República”.

Nada más, Señor Presidente.

En nombre de Don Ignoto Nonelectus,
Aníbal D'ángelo Rodríguez

miércoles, 16 de abril de 2008

Contracultura


GROTESCOS EN SERIE


Transcurrido más de un cuarto de siglo del advenimiento de la democracia, como repiten machaconamente los medios, a pocos argentinos de bien les podría pasar inadvertido que los distintos gobiernos que se sucedieron en el trágico lapso, han apelado constantemente a todos los recursos que están a su alcance para halagar a la plebe, término usado en su acepción latina, derivado de plebs, como plebeyos, populacho, vulgo, o enjambre. Tales halagos constituyen, junto a las prebendas, algunos de los recursos de los que se valen estos modernos tribunos del vulgo para obtener los votos necesarios o sustento numérico que les permita perpetuarse por generaciones en el poder y seguir viviendo a costa del erario público, como riquísimos oligarcas que llenarían de envidia al propio Creso. De esta forma, y como si el desenfreno de las masas no tuviera ya demasiados cauces expresivos, el propio poder político se ocupa de promoverlos, como sucedió con la inolvidable y ominosa ponderación presidencial de la cumbia villera. El tan mentado, pero siempre efectivo, panis et circenses, sigue su demoledor curso.

Es dentro de este contexto que se entiende que el mismísimo Poder Ejecutivo —y en su sede natural— venga auspiciando una serie de aquelarres, a los que eufemísticamente llama Ciclo de Recitales. Los mismos no son nuevos ya que también Menem lo hizo. Pero, su frecuencia y su propensión al ridículo van en aumento proporcionalmente con el plebeyismo creciente de los funcionarios actualmente en el poder, o sea con esta nueva clase de zurdos opulentos. Fue así que hasta llegó al Salón Blanco de la Casa Rosada el esperpéntico y descerebrado Charly García, con el respaldo oficial y expreso del propio presidente Kirchner, fan del artista y copartícipe de tal bufonada. El cual —según trascendidos que no se desmintieron— le entregó como “camarín” al “artista” la mismísima capilla de la Rosada.

Al margen del daño material que tamañas estridencias pueden ocasionarle al lugar (supuestamente patrimonio histórico), como bien lo señaló el Instituto de Tecnología Industrial), se supone que el susodicho recinto es un lugar destinado para llevar a cabo los actos gubernamentales de mayor trascendencia y solemnidad. En efecto, el Salón Blanco, en el frente, en forma de chimenea, de su testero tiene emplazada una escultura que representa el Busto de la Patria y por encima de dicho frente se encuentra el Escudo Nacional en bronce sobre placa de mármol, coronado con dos ángeles de madera patinada en cuyas manos se sostienen las trompetas de la Gloria. A estos símbolos respetables se agregan, en el ángulo derecho un busto del general Don José de San Martín y en el izquierdo otro del General Don Manuel Belgrano. A lo que debemos agregarle la presencia en el techo del recinto de una pintura hecha en 1910 por el artista italiano Luiggi de Servi, como homenaje al Centenario de la Revolución de Mayo y de la Independencia Nacional, una araña de bronce sobredorado, las puertas del salón con espejos de cristal, las molduras de las paredes doradas a la hoja y el piso de parquet de roble de Eslavonia. Por eso, si no es dable pedirle al grotesco Kirchner que entienda las razones morales y espirituales para impedir estas bacanales, podría al menos entender las razones protocolares o arquitectónicas. Mas no nos hagamos ilusiones al respecto. Al contrario, no nos extrañemos si para solaz o recreación del vulgo, en cualquier momento se aparten las sillas del Salón Blanco y se lo vea transformado en “canchita” para un “picadito” en el que participen, entre otros, impresentables personajes y hasta el propio Maradona, quien ya es un viejo parroquiano de la Casa desde los tiempos de Raúl Alfonsín.
Alcuino di Ferro

martes, 15 de abril de 2008

Gobernar es formar


UN PRIMER MINISTRO

EN SERIO

Por algunas noticias procedentes de medios extranjeros, y que circularon a través de internet, supimos tardíamente que el pasado 13 de febrero, el primer ministro australiano, John Howard, les dijo a los musulmanes que quieran vivir bajo la Sharia islámica que se marchen de Australia.

En principio, la decisión pareció estar vinculada a cuestiones de seguridad, concretamente para evitar presuntos ataques terroristas. Seamos sinceros: nos temíamos encontrar con una vuelta más de las trilladas argumentaciones yankis contra el fundamentalismo, o con las habituales y fariseas impugnaciones israelíes, siempre prontas para ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Pero Howard fue más lejos, e hizo una defensa vibrante del nacionalismo y del cristianismo, del derecho de una patria a proteger su identidad de Fe y de Tradición; del deber consiguiente de controlar las oleadas inmigratorias indiscriminadas e invasivas, y de la obligación moral de los gobernantes de preservar el patrimonio físico y metafísico de una nación. Sus palabras resultan hoy gloriosamente disonantes y atípicas, y ya quisieramos oírlas pronunciar aquí, fueran en boca de algún pastor, de algún soldado o de algún hombre público. Y no dirigidas con exclusividad a los mahometanos,sino a todos aquellos que conspiran contra la Argentina Católica: “Si Cristo los ofende” —dijo Howard— “entonces les sugiero que busquen otra parte del mundo para vivir, porque Dios y Jesucristo son parte de nuestra cultura”.

No necesitamos aclarar las muchas diferencias que nos separan o pueden separarnos de este Primer Ministro en otros órdenes de consideraciones doctrinales. Pero haciendo ahora abstracción de las mismas, reproducimos sus palabras con admiración y legítima nostalgia:

“Los que tienen que adaptarse al llegar a un nuevo país son los inmigrantes, no los australianos. Y si no les gusta, que se vayan. Estoy harto de que esta nación siempre se esté preocupando de no ofender a otras culturas o a otros individuos (…) Nuestra cultura se ha desarrollado sobre siglos de luchas, pruebas y victorias de millones de hombres y mujeres que vinieron aquí en busca de libertad (…) Aquí hablamos inglés fundamentalmente. No hablamos árabe, chino, español, ruso, japonés ni ninguna otra lengua. Por lo tanto, si los inmigrantes quieren convertirse en parte de esta sociedad, ¡que aprendan nuestro idioma! (…)

La mayoría de los australianos son cristianos. Esto no es un juego político. Se trata de una verdad, de hombres y mujeres cristianos que fundaron esta nación basados en principios cristianos, lo cual está bien documentado en todos nuestros libros. Por lo tanto, es completamente adecuado demostrar nuestra fe cristiana en las paredes de las escuelas. Si Cristo les ofende, entonces le sugiero que busquen otra parte del mundo para vivir, porque Dios y Jesucristo son parte de nuestra cultura (…) Toleraremos vuestras creencias, pero tienen que aceptar las nuestras para poder vivir en armonía y paz junto a nosotros (…)

Éste es nuestro país, nuestra patria, y éstas son nuestras costumbres y estilo de vida. Permitiremos a todos que disfruten de lo nuestro, pero cuando dejen de quejarse, de lloriquear y de protestar contra nuestra bandera, nuestro compromiso nacionalista, nuestras creencias cristianas o nuestro modo de vida. Les recomiendo encarecidamente que aprovechen la gran oportunidad de libertad que tienen en Australia. ¡Aquí tienen el derecho de irse a donde más les convenga! (…) A quienes no les guste cómo vivimos los australianos, tienen la libertad de marcharse. Nosotros no los obligamos a venir. Ustedes pidieron emigrar aquí, así que ya es hora de que acepten al país que los aceptó”.

lunes, 14 de abril de 2008

Como decíamos ayer


LOS DESAPARECIDOS

DE ISABEL

La noticia recorrió todos los medios de comunicación, provocando el lógico revuelo. El juez Federal de San Rafael, Mendoza, Raúl Acosta, habría pedido la detención de Isabel Perón y sus ministros de entonces, Cafiero, Ruckauf, Robledo, Vottero y Emery, por hechos vinculados con desaparecidos —incluidos menores— antes del Proceso.

Pocas horas después, misteriosamente, aparecían las desmentidas, en el sentido de que el magistrado tan sólo quería conocer los datos filiatorios de los nombrados. Pero cualesquiera que sean las motivaciones, judiciales, políticas o de otra índole, lo único importante es la historia de los hechos y hacia ella nos remitimos.

La Argentina en 1975 se parecía a una selva en donde, parafraseando a Hobbes, el hombre era el lobo del hombre. Secuestros, bombas, asesinatos, tanto de los Montoneros, como del ERP o de otros grupos, eran las noticias diarias. Ante este estado de situación, se dictó el Decreto “Secreto” 261/ 75 refrendado por Isabel y sus ministros, por el cual se expresa que se procederá contra la guerrilla en Tucumán, hasta aniquilarla.

Los otros Decretos, 2770/71/ 72 (firmados por Ítalo Luder y los ministros) todos del 6 de octubre de 1975, disponen la creación del Consejo de Seguridad Interior y la inclusión de las Fuerzas Policiales y del Servicio Penitenciario en la lucha contra el terrorismo.

La última resolución de esta tríada, preveía la aniquilación de la guerrilla, ahora en todo el territorio nacional.

La diferencia entre el primer Decreto Secreto y los demás, es que Isabel solamente firmó el primero y sólo por éste tendría que ser responsable. Ya para octubre del año 1975, la Presidenta se encontraba en uso de una de sus tan habituales licencias.

Según el Dr. Vigo Leguizamón, la Conadep tuvo información de que entre 1973 y hasta 1976 (antes del golpe), los desaparecidos fueron 777. Sin embargo, para el Foro de la Verdad Histórica, el número de desaparecidos durante el gobierno peronista alcanza las 751 personas.

Lo cierto es que tanto el agudo Cafiero, como el piloso Ruckauf, cada uno a su manera, se defienden diciendo que ellos también fueron perseguidos.

Podrán haberlo sido; pero lo que aquí les endilgaría el juez, es que ambos firmaron los decretos y —por ende— son responsables por los desaparecidos anteriores al Proceso de Reorganización Nacional. Habrán sido perseguidos, pero antes del año 1976 fueron “perseguidores”. De esto no nos caben dudas.

Antonio Cafiero, haciendo una exégesis forzada del término “aniquilar”, dice que lo que ellos pretendían era aniquilar a la subversión, no a los subversivos. ¡No nos crea tan estúpidos, Cafiero! Ud. sabe muy bien que toda organización tiene miembros, plan y órganos. ¿Cómo se podría destruir a la organización, sin destruir también a los miembros?… El término “aniquilar” no admite dobles interpretaciones: significa anonadar, destruir por completo.

Uno de los abogados de Isabel Perón, al saberse la noticia, ha dicho que le llamaba la atención que se ventilaran hechos que sucedieron hace más de treinta años y que por ende, ya se encuentran prescriptos. Disculpe Doctor, tal vez se olvida que a partir del caso “Arancibia Clavel”, la Corte ha dicho que “los crímenes de lesa humanidad” son imprescriptibles, salvo que Ud. crea que una cosa son los desaparecidos en una democracia, y otra, durante un gobierno militar. Isabelita —hasta donde sabemos—, se encontraría residiendo en España. ¿Tendrá miedo de que ya se haya enterado de esto el juez Baltasar Garzón?…

Más allá de lo que acontezca en definitiva, nos parece positivo que la ciudadanía tome conocimiento de que existieron desaparecidos durante el gobierno democrático, así como sabe de los desaparecidos durante el Proceso.

¿Qué harán Isabel, Cafiero, Ruckauf y compañía? ¿Se llamarán a conveniente silencio, o como Casildo Herreras, se “borrarán”?
Diego García Montaño

Nota: Este artículo apareció en “Cabido” nº 60, de noviembre de 2006.

domingo, 13 de abril de 2008

Rompiendo viejos tópicos


LA MENTIRA DEL ASESINATO DE ANGELELLI


“Terminemos con la hipocresía.
Angelelli no murió en un accidente.
Lo mataron por decir la verdad”
(Néstor Kirchner, La Rioja, 4 de agosto)

LOS HECHOS Y SU CARÁTULA

El día 4 de agosto de 1976, a la altura del Km 1.058 de la Ruta Nacional 38, en cercanías de la localidad de Punta de los Llanos, en la Provincia de La Rioja, como consecuencia del vuelco de la camioneta marca Fiat 125, tipo multicarga, chapa patente F 007968, propiedad del Obispado de La Rioja, fallece Monseñor Enrique Angel Angelelli y se lesiona el Vicario-cura Arturo Aldo Pinto.

Socorrido el supérstite y apersonado un contingente policial provincial de inmediato, se instruye el sumario Nº 5090-6 que determina que lo ocurrido fue un accidente. A fojas 21 y siguientes de dicho sumario, se incluye la pericia mecánica a cargo del Perito Mecánico Ramón Antonio Soria, quien claramente señala el carácter accidental de lo ocurrido.

Con fecha 4 de agosto de 1976, el médico forense Dr. Enzo Herrera Páez eleva el informe de las lesiones que presenta el cuerpo del occiso. Las conclusiones sumariales solamente se refieren a un accidente que tiene como hipótesis un hecho fortuito o alguna imprudencia por parte del conductor. El Juzgado de Instrucción en lo Criminal y Correccional Nº 1, a cargo del Dr. Rodolfo Nicolás Vigo, Secretaría del Dr. Elmer Raúl de la Fuente, caratuló esta causa A-2516 como “Angelelli, Monseñor Enrique Ángel s/fallecimiento”, con lo que demuestra la ausencia total de sospechas sobre otro tipo de causal del deceso. Este encuadramiento no es objetado en ningún momento por la Fiscal interviniente, Dra. Guzmán Loza, Agente Fiscal de los Ministerios en Turno.

A efectos de determinar la mecánica y las causas del accidente en forma imparcial e independiente, se recurrió a un experto en accidentes viales, quien luego de un pormenorizado y profundo análisis de todos los antecedentes y circunstancias existentes concluyó que:

1) No existen acciones de agentes externos en la producción del choque. El 5 de agosto de 1976 el diario “El Independiente” de La Rioja, periódico que se caracterizaba por el apoyo brindado a la gestión de Angelelli, y su oposición al gobierno del Proceso, en su edición N° 6553 informa: “Falleció en un accidente Monseñor Enrique Angelelli”. Todos los comentarios y las versiones de este medio ratificaban la hipótesis del accidente, incluyendo la narración de un gomero de la Ciudad de Chamical que le habría advertido al Padre Pinto que los neumáticos de la camioneta estaban en pésimo estado y que no viajase de ese modo.

2) En forma extraoficial, también se comentó que de la observación de los distintos rastros del accidente los investigadores habrían llegado a la conclusión que el vehículo era conducido por el Padre Pinto, pero para no tener que iniciarle proceso por presunto “homicidio culposo”, dado su estado de salud, no determinó quién conducía la camioneta, dejando la duda sobre quién manejaba en el momento del accidente. Jamás fue claro el testimonio del Padre Arturo Pinto, sus incoherencias las justificó en la pérdida de la memoria y el shock causado por el accidente. Luego, su conducta posterior derivó en el alejamiento de la función sacerdotal, no sabiéndose a ciencia cierta si todavía ejerce o no como sacerdote. Los inventores de la fabulación martirial de Monseñor Angellelli siempre han tratado de colocarlo en un plano de hermetismo y evitan sacarlo a la palestra en todas las oportunidades.

LOS ARTÍFICES DEL FRAUDE

El 4 de agosto de 1983 se lleva a cabo en la ciudad de Neuquén un homenaje a Angelelli organizado por el Obispo local, Mariano Jaime de Nevares. Tiene a su izquierda a Miguel Hesayne, al fraile asaltante de regimientos Antonio Puigjané (todavía no había consumado su sangriento delito de La Tablada) y a un insólito Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Fue allí que el violento Puigjané lanzó por primera vez, oficiosamente, la mentira del asesinato de Angelelli. La banda de De Nevares consiguió incluso un efímero triunfo, que la justicia de Neuquén iniciara la investigación de la muerte de Angelelli; y así, sobre la base de lo denunciado por Puigjané, el 5 de agosto de 1983, se inicia en Neuquen por parte de la Defensoría del Tribunal Superior de Justicia, el sumario (Expte 22.139/83), caratulado “Acuerdo Extraordinario N° 1992”.

Como no podía ser de otra manera, el Tribunal Superior de Justicia, se declara incompetente por razones de jurisdicción, y remite lo actuado el mismo el 5 de agosto, al Superior Tribunal de Justicia de La Rioja. El 19 de julio de 1986 se inicia en el Juzgado Criminal y Correccional de Primera Instancia N° 1 de La Rioja, a cargo del Dr. Aldo Fermín Morales el Expediente 23.350/86, caratulado “N.N., Homicidio Calificado y Tentativa de Homicidio Calificado”, donde se toma declaración a falsos testigos como posteriormente se demuestra, en la Cámara Federal de Córdoba, que imputaron en sus declaraciones a personal militar, objetivo final y cantado de la maniobra. El “juez” Morales decide que Angelelli fue víctima de un homicidio premeditado y eleva la causa.

LA VALIENTE ACTITUD DE MONSEÑOR WITTE

Ante el curso que tomaba esta maniobra judicial fraudulenta, Monseñor Bernardo Witte, Obispo de La Rioja, hizo importantes declaraciones en 1988, ya en plena época de cacería alfonsinista contra las Fuerzas Armadas. El 29 de julio de 1988, el diario “La Prensa”, publica su declaración, en la que afirma, en referencia al dictamen elaborado en 1986 por el Juez de La Rioja: “Nos sorprendimos de que la misteriosa muerte de Monseñor Angelelli, haya sido caratulada de asesinato sin que se tengan las pruebas suficientes”. “En la causa se incluyó a militares sin suficientes pruebas, y luego éstos recibieron los beneficios de las leyes de punto final y obediencia debida, sin que pudieran defenderse”. No contento con estas declaraciones en defensa de la verdad, el Obispo realizó un hecho de inestimable valor procesal: el 27 de septiembre de 1988, ante la negativa del Juez Morales de tomarle declaración testimonial, el único testigo presencial del accidente que sufrió el Obispo se presenta por tercera vez en el Obispado de La Rioja y relata con lujo de detalles como vio lo ocurrido, en razón de encontrarse encaramado en un poste de la línea de alta tensión que une la localidad de Patquía con Chamical, efectuando la reparación de la misma.

“Manifiesta que aproximadamente en el Km. 1057 de la Ruta Nac. N° 38, la camioneta se desvía de la ruta hacia la derecha sin disminuir la velocidad recorriendo mas de cien metros con las dos ruedas derechas sobre la banquina, alejándose del centro de la ruta, hasta que en determinado momento el conductor en una brusca maniobra, como si se despertara, trata de volver al centro de la ruta, oportunidad que escucha el reventón de la cubierta, ve un giro hacia la izquierda, apertura de la puerta derecha, expulsión de un cuerpo vestido de negro, y posterior vuelco en dirección a la banquina opuesta, donde el vehículo queda de costado en dirección opuesta a la que venía”. “Que la persona que acompaña al conductor es la que queda tirada en el suelo. El que conducía permanece en el vehículo hasta que el mismo termina su recorrido”. “Que en el momento del accidente no se encontraba ningún otro vehículo sobre la ruta, ni tampoco circulando por la misma”. “Que en agosto de 1986 en el Obispado y por indicación del Sr. Obispo ya relató lo mismo al Juez Morales y quedó a la espera de ser citado al Juzgado para ratificar lo expresado, lo que nunca ocurrió”. “Que posteriormente a la entrevista recibió ofertas de dinero para no decir lo que sabía y amenazas si llegaba a hablar”. “Que el 18 de agosto recibió la última llamada en que le ofrecen 50.000 dólares”. “Que la presente declaración la realiza por entera voluntad y en el temor de que se cometa un atentado para evitar que pueda declarar ante el Juez que instruye la causa”.

Monseñor Bernardo Witte certifica al pie que lo expresado ha sido firmado en su presencia con total voluntad del declarante. Procediéndose posteriormente a depositar lo relatado en una Escribanía en hoja de actuación notarial N° 0.266.666, para resguardo de la persona, en calidad de depósito con instrucción de que sea entregado el sobre con membrete del Obispado de La Rioja, que contiene lo declarado, debidamente refrendado a la autoridad competente en caso de muerte, incapacidad o desaparición del exponente.

LA CÁMARA FEDERAL DE CÓRDOBA DESBARATA LA IMPOSTURA

Era muy grosero el fallo de Morales como para subsistir, tanto como las mentiras de los profetas del odio. Así que recibidas sus actuaciones por la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, ésta se aboca con total responsabilidad y dedicación a investigar si el Obispo de La Rioja, murió como consecuencia de un accidente automovilístico, o si fue víctima de un atentado criminal, puntualizando que los pasos dados en procura de averiguar la verdad del hecho, se realizan en base a tesis, a las informaciones recabadas y a los antecedentes en su poder.

El 14 de marzo de 1989, el Fiscal Federal Luis Roberto Rueda, al contestar vista de la causa a la Cámara Federal de Córdoba, en un pormenorizado informe refiriéndose a la resolución del Juez Riojano, expresa: “Por las razones precedentes, considera este ministerio que no es correcta la declaración judicial relacionada en tanto afirma que la muerte del Obispo fue a causa de un homicidio, pues resulta débil la objetividad probatoria en que se sustenta el razonamiento”.

El 20 de abril de 1990 la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba en su resolución expresa: “La Corte Suprema de Justicia de la Nación atribuyó a esta Cámara Federal la responsabilidad jurídica de conocer e investigar la verdad respecto del hecho que costara la vida de Monseñor Enrique Angelelli. A tales fines se practicaron numerosas medidas tendientes a esclarecer su muerte, algunas de ellas totalmente nuevas, producto de la investigación realizada por el Tribunal (…) No obstante lo expuesto y todo lo actuado en autos, resulta imposible poder asegurar que el hecho haya sido consecuencia de un accionar doloso. Está probado que la muerte se produjo a causa del accidente, pero a esta altura de la investigación, que se considera agotada, no hay elementos suficientes que permitan afirmar que el accidente haya sido efectivamente provocado. Por lo expuesto, en virtud de las medidas instructorias practicadas y demás consideraciones efectuadas, y atento que los medios de justificación acumulados no son suficientes para demostrar la perpetración del delito, en concordancia con lo dictaminado por el Señor Fiscal de Cámara, este Tribunal estima pertinente dictar el sobreseimiento provisional de la presente causa”.

LA LAMENTABLE OMISIÓN DE LA CÁMARA

Lamentablemente, la Cámara no toma bajo su responsabilidad, ni ordena el esclarecimiento de las motivaciones que llevaron a la formulación de falsas denuncias que oportunamente realizaron Monseñor De Nevares y Fray Antonio Puigjané en 1983, como así también la connivencia de otras personas que intervinieron en el proceso, como por ejemplo el Padre Pinto, Armando Torralba, Mona Moncalvillo, Monseñor Novak, Monseñor Hesayne y otros, quienes a través de una hábil campaña publicitaria y acciones jurídicas facilitadas por la conducta atípica del Juez de La Rioja Dr. Morales, ofrecieron una visión de la muerte de Angelelli carente de seriedad, tendenciosa y con marcados fines ideológicos.

Se había desbaratado un fraude judicial, pero insólitamente no había culpables, las responsabilidades se esfumaban, la evidentemente intencionalidad de calumniar e injuriar a miembros de las Fuerzas Armadas, operativo que además el castrocomunismo venía desarrollando en todo el continente, en consonancia con su objetivo de infiltrarse en la Iglesia, no fue sancionada como correspondía.

KIRCHNER OFICIALIZA LA MENTIRA

Se podrían derramar torrentes de tinta contando las andanzas de ese siniestro personaje llamado Puigjané. Recordemos lo que todo el mundo sabe: que participó del demencial asalto al Regimiento de La Tablada, el cual le costó la vida a cuarenta personas, mientras otras sufrieron horribles mutilaciones, como el Comisario Re, que perdió ambas piernas, o el Teniente Coronel Nani, con la pérdida de un ojo. Y bien, Puigjané, secuaz de Angelelli, como lo fue también del múltiple homicida Gorriarán Merlo, fue el gran alimentador de la teoría del asesinato de Angelelli.

Hoy, esta impostura marxista, ha sido oficializada por el Presidente Kirchner, quien —en un verdadero festival del clero y del laicado tercermundista— homenajeó públicamente al Obispo Angelelli el último 4 de agosto de 2005, declarándolo víctima de un asesinato perpetrado por las Fuerzas Armadas.

Ya antes, en su estada en Roma, con ocasión de la asunción del Papa Benedicto XVI, Kirchner había homenajeado a los agentes de la subversión marxista que actuaron dentro de la Congregación de los Palotinos, hecho sobre el que ya informamos en su momento (cfr. “Cabildo”, nº 46, mayo de 2005, pág. 8).

Parece un chiste de mal gusto, pero sólo le falta canonizar a San Tucho.
Fernando José Ares

viernes, 11 de abril de 2008

Nos quieren imponer su himno a la fuerza


SARMIENTO:

TRAIDOR Y MASÓN

Ahora que el gobierno porteño nos quiere imponer en las escuelas la obligatoriedad de cantarle al mejor propagandista chileno que tuvo San Juan, no podemos menos que recordar una anécdota deliciosa y revitalizante. Médicamente vasodilatadora y descongestiva.

Aconteció en esta época de libertades irrestrictas, de permisivismos atroces, de indiscriminaciones múltiples y compulsivas, de pedagogías liberadoras, de derechos del niño, de prédicas educativas revolucionarias. Sucedió en Quemú-Quemú, provincia de La Pampa, en la Escuela Nº 193, “Juan José Paso”. Un niño de siete años, Joaquín Tolosa, se negó a cantar el “Himno a Sarmiento”, porque sus mayores bien le habían enseñado que no se debe honrar la memoria de quien traicionó a la Patria y blasfemó contra Dios.

Este niño fue literal y explícitamente amenazado y presionado con todo tipo de coacciones psicológicas y morales, durante largos meses. En su Boletín de Calificaciones, que tenemos a la vista (lleno de muy buenas notas, por cierto), en el rubro Educación Artística se apunta: “no entona el himno a Sarmiento”. Las responsables de este desaguisado normalista, tan triste cuanto cobarde, tan hijo de la insipiencia como de la memez, son la directora del establecimiento, Yolanda Martín de Hecker, y la maestra de música: Viviana Bousquet.

Vaya desde aquí nuestro repudio a las sarmientinas docentes, nuestro encomio a quienes aún saben criar a sus hijos y discípulos espirituales en la verdad histórica, y nuestra coplita confortadora al pequeño nacionalista:

No cantes, Joaquín Tolosa,
himnos que son mentirosos.
Pon a tu boca cerrojos
que la verdad se alboroza.

Te lo agradece el gauchaje
desde el corazón profundo.
Te lo agradece Facundo
rescatado del ultraje.

No cantes, Joaquín Tolosa,
Sarmiento no fue cristiano,
ni patriota, ni mariano,
y asesinó a Peñaloza.

Aunque te llegue el castigo,
la amenaza más certera,
seguirás siendo el testigo
de la historia verdadera.

Sepan, maestritas necias,
las de ignorancia culposa,
que con decisiones recias
y venciendo tanta inquina,
habrá más en la Argentina
como don Joaquín Tolosa.

jueves, 10 de abril de 2008

Como decíamos ayer


PATRIA SÍ
PARTIDOS NO

Porque la Patria es anterior, superior y ulterior a los partidos. Ella unifica, éstos parten, dividen, disocian.

— Porque nadie nace afiliado a un partido, pero todos estamos filiados a la Patria.

— Porque es un mito sostener que los partidos son la única forma de participación y de representatividad política. Y es una impostura pretender que representan realmente a quienes participan en ellos.

— Porque el régimen de partidos rebaja al hombre a una función electoral y al pueblo a un vulgar e intercambiable electorado. “Desde el punto de vista de los partidos el ciudadano no cuenta más que por su valor electoral”.

— Porque el sistema partidocrático se basa en el triunfo de la cantidad anónima, amorfa e irresponsable, en el culto ciego al valor numérico.

— Porque repudiamos la Democracia Liberal y Masónica instalada en el poder desde Caseros, al marxismo que es su fruto y consecuencia, y a todos aquellos agentes del liberalismo, la masonería y el marxismo que trabajan y se expresan en y desde los partidos políticos.

— Porque es una insensatez pensar que la solución saldrá del azar sufraguista. La multitud votó a Barrabás y escupió a Cristo.

— Porque los enemigos que nos atacan no se detienen ni se vencen con ajadas boletas de partidos echadas a una urna.

— Porque la sangre derramada en las Malvinas no va a ser reivindicada por ningún dirigente político. Todos juntos no hacen una pasión nacional.

— Porque en los momentos de grandeza y de gloria nacional no hubo urnas, votos, comicios ni escrutinios. Hubo jefes, estadistas, héroes, santos, varones ejemplares y un pueblo ejemplar, dispuestos a luchar hasta la muerte por la Nación contra el caos.

— Porque frente a la corrupción de los gobiernos militares, al golpismo continuista y al Régimen todo en sus versiones civiles, castrenses, oligárquicas o populistas, nosotros reivindicamos la perentoriedad de un movimiento apto para el logro de la revolución nacional aún no realizada.

— Porque no nos engaña la falsa antinomia “Partidos políticos versus Partido militar”. Unos y otros han manifestado, convergiendo o alternándose, su ignorancia de la Nación.

— Porque la Argentina tiene una identidad nacional cuya expresión y defensa no ha sido nunca patrimonio de los partidos políticos.

— Porque no olvidamos que del fracaso, decadencia, postración y humillación de la Patria, también son responsables los partidos políticos, casi todos los cuales pretenden no tener ahora ni conciencia ni memoria de ello. Recordar es un deber, olvidar es una culpa.

— ¡Por todo esto y mucho más seguiremos gritando a los cuatro vientos que sólo el Nacionalismo salvará a la Patria!

Porque el Nacionalismo es el Antipartido.

miércoles, 9 de abril de 2008

Voces de los de enfrente


FEMINISMO Y POLÍTICA


En cuanto a la mujer artífice modesto y poderoso, que desde su rincón, hace las costumbres privadas y públicas, organiza la familia, prepara el ciudadano, echa las bases del Estado, su instrucción no debe ser brillante. No debe consistir en talentos de ornato y lujo exterior, como la música, el baile, la pintura, según ha sucedido hasta aquí. Necesitamos señoras y no artistas. La mujer debe brillar con el brillo del honor, de la dignidad, de la modestia de su vida. Sus destinos son serios: no ha venido al mundo para ornar el salón, sino para hermosear la soledad fecunda del hogar. Darle apego a su casa, es salvarla; y para que la casa la atraiga, se debe hacer de ella un Edén. Bien se comprende que la conservación de ese Edén exige una asistencia y una laboriosidad incesantes, y que una mujer laboriosa no tiene tiempo de perderse, ni el gusto de disiparse en vanas reuniones. Mientras la mujer viva en la calle y en medio de las provocaciones, recogiendo aplausos, como actriz, en el salón rozándose como un diputado entre esa especie de público que se llama la Sociedad, educará a los hijos a su imagen, servirá a la República como Lola Montes y será útil para sí misma y para su marido como una Mesalina más o menos decente.
Juan Bautista Alberdi

Nota: Este fragmento ha sido tomado de “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1979, pág. 52.

martes, 8 de abril de 2008

Indigerible


ARQUIDIÓCESIS

Parecería ser costumbre que en ocasión de una celebración trascendente, la Arquidiócesis de Buenos Aires inaugure alguna palabra. Esta vez hablan de “santuarizar”, como en otras ocasiones fue el turno de “asamblear”, “misericordear”, etc.

Claro que, como nuestro idioma tiene abundancia de términos para expresar ajustadamente las circunstancias aludidas, es difícil comprender cuál es el sentido preciso de tales innovaciones; tal vez pudiera ser que, en consonancia con los tiempos en los que todo lo importante depende de la novedad, el Arzobispado no quiera desentonar ni quedar atrás en la vorágine de las primicias, ofreciéndonos entonces estas delicadas creaciones semánticas.

Al cabo de alguna sesuda reflexión, nos aventuramos a entender que santuarizar no sea del todo diferente de peregrinar, pero el colorido del acertijo sigue en pie.

No obstante, nobleza obliga a reconocer que gracias a la azarosa aparición de estos resabios verbales, en un territorio de minuciosa mudez, no faltarán quienes sostengan que aún quedaría algo mínimamente vital en el consumado paisaje arquidiocesano.

Acorde con tal afán de la Jerarquía y en vistas de alguna próxima festividad se nos ocurrió sugerir para la lista de laboriosos desvaríos el término “arzobispear” que sería algo así como: dícese del que asume la responsabilidad de conducir como guía y pastor a los sacerdotes y a los fieles de la arquidiócesis orientándolos por la fe y la doctrina hacia caminos ciertos enseñando, evangelizando, dando testimonio.

Naturalmente para “arzobispear” se requiere en primer lugar la existencia de un Arzobispo, exigencia que debe atravesar la mera posibilidad difusa y convertirse en presencia real, no como uno más en el subte, en el que ya somos multitud indefinida, sino como el que cuida con amor y orienta firme y claramente, el que se planta y protege, el que no vacila en anunciar la verdad a tiempo y destiempo.

Aunque pensándolo más, esto nos expondría a descifrar un enigma tan arduo, tan sin respuestas que… en fin, en el mientras tanto y a fin de estabilizar la desesperación inminente, el buen sentido aconseja retirar nuestro neologismo de la consideración pública, por falto de sentido, ya que en Buenos Aires por ahora y desde hace años, “arzobispear” es una palabra completamente absurda.
Miguel De Lorenzo

domingo, 6 de abril de 2008

Aviso


LOS ESPERAMOS

Se agradece difundir

sábado, 5 de abril de 2008

In memoriam


ARMANDO
VITTANI

En plena Cuaresma, y en vísperas de su entrañable 2 de abril, hace dos años se nos murió en Buenos Aires Armando Vittani.

Armando, para decir de él lo que pudiera ser más significativo a nuestros lectores, era el brazo derecho de “Cabildo”. Le prodigó a la revista desvelos múltiples, trabajos innúmeros, dedicaciones concretas y diarias, afanes sistemáticos, sostén continuo y perseverante, y hasta apoyos económicos que solventaba de su bolsillo tan austero cuanto dadivoso. Sin él no nos hubiera sido posible esta patriada. Sin él y su optimismo. Sin él y su bondad inagotable. Sin él y esa voluntad férrea de querer ser fiel en lo poco, soldado de trinchera, humilde y robusto pilar ofrecido con ausencia de desmayos, de vanaglorias y de altisonancias. Le entregó a “Cabildo” su oficio de administrador eficiente y honestísimo, no pidiendo a cambio otro beneficio que el poder leerla, ni otra alegría que el de verla en la calle.

Armando había sido alumno de Jordán Bruno Genta. De la guardia vieja e inaugural. Un genuino sobreviviente. Como el maestro, al que tanto admiraba, lo distinguía el señorío, la lealtad y el decoro. La pasión por la Verdad lo convirtió en un lector rico y profundo,en un escucha atento de las grandes voces de la historia, de la filosofía y de la política. Si sus largos años en Tierra del Fuego le habían dado de la patria ese conocimiento vívido que suelen tener los pioneros, su paso por la Armada le había inculcado los hábitos de la disciplina y de la jerarquía, que hacían de su sola presencia una caballeresca distinción.

Las últimas veces que pude visitarlo, ya en su lecho de enfermo terminal, con la vida que se le apagaba, y a raíz del relato que me hiciera de un penoso episodio hospitalario con un pastor protestante, Armando ratificó su fe ardiente en Nuestra Señora, la Virgen Santísima, en los Santos y en todas las enseñanzas de la Madre Iglesia.

Así murió. Católicamente encuadrado, con la compañía abnegada de su esposa y de sus hijos, sin quejas ni asomo de penurias en el alma.

Yo quiero agradecerle a Dios, públicamente, que me pusiera al lado del camino a este hombre sin dobleces, varón de Cristo y de la Argentina. Y pido a los amigos y camaradas que me acompañen rezando juntos, por él, un Padrenuestro.
Antonio Caponnetto

Nota: La fecha magna del 2 de abril nos sobrepasa tanto, que a veces se nos quedan —cronológicamente— atrasados los artículos. Pero aunque estas líneas hubieran debido publicarse algunos días antes, el recuerdo de Armando Vittani de ninguna manera se diluye ni oscurece. Que su alma y la de todos los fieles difuntos descansen en la paz del Señor de misericordia.

viernes, 4 de abril de 2008

Y el poema es su nombre


LOS EJERCICIOS

DE SAN IGNACIO


Ejercitó el difícil arte de pensar la Patria, quehacer que ésta le impone a sus mejores hijos para expurgarse de toda suerte de bastardos y mercenarios. Ejercitó la prosa y la poesía, con acierto singular y plurales adhesiones de quienes tuvieron la suerte —y la gracia— de acceder a su obra.

Ejercitó don Ignacio el romance y la jitanjáfora: pero también la galanura que exalta y la ironía que muerde sin hacerse notar. Ejercitó olas y alas para acercarse a las cumbres del pensamiento.

Ejercitó fallos en rima y aciertos en todos los renglones. Ejercitó la locución, hablándole a las juventudes de la Falange, y hoy nos sigue hablando en cada libro suyo que se abre para demostrar que hay hijos de la luz que superan en ingenio a los hijos de este mundo.

Ejercitó el retruécano como nunca lo llegó a hacer Góngora, y se declaró antisemito, en frase que le mereció —sin dudas— indulgencia plenaria reservada al ejercicio del humor sublime.

Ejercitó monólogos con Lady Grace, saltó de tumbo en tumba, pintó payasos ilustres —los cuales, renovados, siguen abrumándonos en cantidad y calidad de sus monigotadas—. Ejercitó la cátedra de la excelencia sin dejar de andar por entre rosas y rocíos.

Había nacido un 25 de julio para que un Apóstol lo cobijara, y se marchó un 2 de abril, prefigurando con cuatro años de anticipación un día de exaltación argentina. Hasta en el ejercicio del calendario se distinguió.*

Rafael Castela Santos, en su blog “A casa de Sarto”, le ofrendó hace unos años este título: Ignacio Anzoátegui, que estás en los cielos… Creemos firmemente en esta demostración de la Justicia Divina. Los ejercicios de San Ignacio le habrán merecido, con toda seguridad, el alojamiento en la sede del refrigerio, de la luz y de la paz.

Ad maiorem Dei gloriam, Maestro querido. Y muchas gracias.
Álvaro M. Varela

* Don Ignacio B. Anzoátegui fue llamado a Dios el 2 de abril de 1978.

jueves, 3 de abril de 2008

Treinta años sin Don Ignacio


MEMORIA DEL

MAESTRO


Ayer, 2 de abril, se han cumplido treinta años del fallecimiento de nuestro tan querido maestro, Don Ignacio Braulio Anzoátegui. No nos hubiera perdonado que ensayáramos un homenaje solemne. Tampoco nos hubiera perdonado el olvido.

Vayan, pues, directamente sus palabras. Sobre el tema de la Hispanidad que tanto amó. Y que prueban una vez más lo que él mismo proclamó junto “con todas las personas decentes: que poseemos el mejor y más expresivo idioma del mundo”.


EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA

La conquista de América no fue la empresa comercial de un grupo de buscadores de oro, sino la empresa de la redención espiritual de un pueblo de héroes que necesitaba de una nueva Cruzada para dar rienda suelta a su vocación de heroísmo; de un pueblo que, como ningún otro pueblo, necesitaba del azote de la guerra para librarse del azote de la paz. La paz es el receso de los héroes y es la perdición de los pueblos heroicos, porque los héroes necesitan de la gloria y los pueblos heroicos necesitan de las calamidades que acompañan a la gloria. Los pueblos necesitan de la victoria y necesitan de la derrota. Necesitan de la victoria porque la victoria es una consecuencia natural del heroísmo y necesitan de la derrota porque la derrota es una consecuencia natural de la humanidad; necesitan de la victoria porque la victoria es un premio y necesitan de la derrota porque la derrota es una lección.

El descubrimiento de América fue una empresa santa. Colón, desde la miseria de su vida, aspiraba a la reconquista del Santo Sepulcro, mientras los reyes reconquistaban España para la Cristiandad. Los conquistadores españoles, desde la miseria de su vida, aspiraban a la conquista de América para la Cristiandad. La empresa del Descubrimiento y la empresa de la Conquista eran empresas ordenadas por Dios, y el Almirante lleno de pecados y los conquistadores llenos de pecados eran los instrumentos de Dios, porque Él había juzgado que eran suficientemente hombres para llevar a Dios al conocimiento de los hombres.

La conquista de América fue la conquista de las espadas ennegrecidas en la sangre de la reconquista de España y los uniformes quemados por la sal mordiente de la travesía.

La conquista de América fue el barullo de los corazones y las espadas, cuando las espadas y los corazones se movían en las manos de los hombres y redoblaban en los pechos de los hombres. Fue la empresa de heroísmo de los tiempos en que la vida servía para la muerte. Era la empresa de los hombres que renunciaban a la vida en la demanda de una vida nueva y de una nueva muerte. Eran los navíos que cabeceaban con el vaivén pensativo y solemne que traían de los amaneceres solos y los crepúsculos tendidos. Eran los soldados de la guerra y los misioneros de la Cruz.

Venían todos los que tenían una esperanza de salvación en América. Venían a América para fundar en ella el Reinado de Cristo. Traían su vida para darla por la vida de América y traían su muerte para darla también por la vida de América, y traían su vida y su muerte para darlas en la conquista de Dios.
Ignacio B. Anzoátegui

Nota: Estos párrafos han sido tomados de “Mendoza o el Héroe. Tres ensayos españoles”, Buenos Aires, Sol y Luna, año 1938.

miércoles, 2 de abril de 2008

En la semana del 2 de Abril (y IV)

MI PATRIA ES
EL 2 DE ABRIL



MARCHA DE LA RECONQUISTA


Tras su manto de neblinas
vamos a reconquistar
las Malvinas Argentinas
y su inmenso Mar Austral.

Y en aquellos horizontes
nuestra enseña ha de flamear:
aunque riegue nuestra sangre
Gran Malvina y Soledad.

¡Guerra a muerte al enemigo,
al cobarde y al traidor!
Vengaremos nuestros muertos
destruyendo al invasor.

Voluntarios y marinos,
Ejército y Aviación:
lucharemos, argentinos,
por la patria redención.

¡Basta ya, vieja neblina!
el 2 de Abril fue tu final
al llegar a las Malvinas
con Giachino un ideal

que será grito y bandera
cuando llegue el día triunfal:
brille, ¡oh Patria!, en tu diadema
nuestra amada perla austral.

Para honor de nuestro emblema
—libre del yugo imperial—
brille, ¡oh Patria!, en tu diadema
nuestra amada perla austral.

Nota: Gracias, Chesterton, por la frase-consigna.