lunes, 24 de diciembre de 2007

En la semana de la Natividad del Señor (II)


En aquel tiempo salió un edicto de César Augusto, ordenando que se inscribiera todo el orbe. Esta primera inscripción fue hecha siendo Cirino gobernador de Siria. Y fueron todos a inscribirse, cada cual en su ciudad. Y subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era de la casa y familia de David, para inscribirse con María, su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y sucedió que, estando ellos allí, se cumplieron los días de dar a luz. Y parió a su Hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. Y había unos pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre el ganado. Y he aquí que el Ángel del Señor vino a ellos, y la claridad de Dios les cercó de resplandor, y tuvieron gran temor. Mas el Ángel les dijo: No temáis, porque os voy a dar una gran noticia, que será de gran gozo para todo el pueblo: es que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es Cristo, el Señor. Y ésta será la señal para vosotros: hallaréis al Niño envuelto en un pesebre. Y súbitamente apareció con el Ángel una gran multitud del ejército celeste, alabando a Dios, y diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Tomado del Santo Evangelio según San Lucas

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