martes, 3 de julio de 2007

Aniversarios


RICARDO CURUTCHET,
A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE


Hace diez años, en la medianoche del 3 de julio de 1996, murió en su hogar, junto a los suyos, Ricardo Curutchet. Lo sabía y se preparó al tránsito con las mejores armas del cristiano. También lo sabíamos nosotros, pero advertimos ahora que no estábamos del todo preparados para el dolor de su ausencia. No será posible olvidarlo y más difícil aún será reemplazar su figura.

Era señor de estilo irrepetible: caballeresco sin afectaciones, reflexivo sin poses doctorales, humorista sin asomo de vulgaridad; llano y humilde sin falsas modestias, pronto para la justificada ira, mas no colérico; un memorioso sin anacronismos y enteramente veraz en el decir y en el obrar, debido a lo cual perturbaba con frecuencia a los estrategas de la simulación o del cálculo.

Señor de estilo, hasta el final y siempre: para hablar y para escribir, para actuar en privado y en público, para proclamar la verdad combativamente o para aceptar la enfermedad que le mordía el cuerpo al paso de los días. Los griegos usaban para designar a estas almas una palabra inevitable: aristocracia. Y Cervantes escribió que del Quijote pensaban sus contemporáneos: “parecíales otro hombre de los que se usaban”. Ambas cosas necesitamos para evocar a Ricardo.

Junto al estilo, la pietas. Pulida virtud que cultivó de un modo heroico, tanto en el amor servicial a la Patria cautiva como en la lucha contra sus enemigos internos y externos.

No se doblegó ante las amenazas, no cedió en la adversidad, no se dejó seducir por sobornos concretos y tentadores que nos consta le propusieron y que rechazó con viril dignidad.

Ni se rindió tampoco ante las propuestas de figuración política a expensas del testimonio claro. Despreciaba a los nacionalistas de ocasión, oportunistas o negociadores, que son serios hacia afuera y frívolos por dentro. Alguna vez dijo: “no puedo confiar en quien nunca se ríe”; que era su modo de advertirnos sobre los sepulcros blanqueados.

Pero admiraba profundamente a quienes habían sabido bien amar a la Argentina, y tenía en esto una objetividad que no hacía acepción de personas sino justicia con cada protagonista del pasado y del presente.

La Argentina le debe a Ricardo Curutchet el haberla pensado; el haberla soñado como fue y como debía ser; el haberla rescatado con su coraje y su inteligencia de la hediondez democrática a la que se la llevó como a una prisionera maltratada.

Y un rasgo más asoma en tan incompleto recuerdo. Su Fe Católica, que vimos crecer incluso, a medida que la soledad o los reveses humanos iban poniéndolo a prueba. Una Fe ilustrada y a la vez sencilla, devota, sin estériles cuestionamientos.

Cuando muchos se hicieron “teólogos” para analizar la crisis de la Iglesia, él se hizo rezador y penitente. Mientras asomaban curiosos eclesiólogos prontos para explicarlo todo, él se aferraba al Misterio y a la Gracia con la enorme discreción de quien no quiere mostrarse sino ampararse en lo sobrenatural.

La última vez que habló públicamente —invitado por Patricio Randle ante un puñado de amigos y de camaradas— nos pidió una Misa mensual por la Patria. Desde antiguo le rondaba esta idea y esta ineludible necesidad. “Hay que impetrar a Dios por la Patria”, fue una de sus consignas muchas veces repetida.

Y la última vez que conversamos privadamente, semanas antes de su muerte, nos habló de las postrimerías. La visita de un conocido sacerdote italiano dedicado a propagar mensajes marianos, fue la ocasión de tal plática.

Estaba ocupado en la reflexión sobre el fin. No el suyo ante todo, sino el definitivo y universal Fin, que no veía lejano de cara a lo que sucede hoy en el mundo.

Tiene que haber un rincón especial en el Cielo para los hombres de estilo, de piedad y de Fe. Si la misericordia ya se lo ha concedido, le pedimos que desde allí nos acompañe y nos sostenga.

Entretanto, desde este rincón austral de la tierra, seguimos en batalla y en vigilia. Como quería, como lo vivió intensamente, como nos impulsó a hacerlo con su ejemplo de tantos años y de tantas nobles fatigas.

Antonio Caponnetto

Nota: Este artículo fue publicado en el número 57 de la Revista “Cabildo”, correspondiente al mes de julio de 2006.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El día del nacimiento de Ricardo Curutchet, cual es?, solo se ve en las distintas webs el día de su muerte.